La iniciativa juvenil y nuestra hipocresía

Texto fechado el 14 de marzo del 2000, que no pudo ser publicado en papel.


La denuncia de Jarrai de la situación que sufre la juventud vasca, y sobre todo, por su carácter estructural, de la precarización, empobrecimiento y sobreexplotación, esta denuncia que tiene en el borroka eguna del 24 de este mes un acto de acción y de llamada a la conciencia democrática, esta multiplicación de esfuerzos, nos lleva a una reflexión urgente sobre nuestra responsabilidad, la de las personas que ya no somos jóvenes, en el dramático empeoramiento y retroceso de las condiciones de vida, placer, trabajo y cultura de la juventud vasca, de nuestras propias hijas e hijos.

Una de las peores muestras del egoísmo humano es la postura de las personas mayores, de nosotros mismos, ante los problemas que hemos impuesto a la juventud. Responsabilidad nuestra bien porque bastantes, muchos, se inhibieron y permanecieron pasivos en su momento, cuando el poder dictaba e imponía el futuro que ahora padecen los jóvenes; bien porque otros colaboraban activamente con él, legitimándolo, fortaleciéndolo, o bien porque el resto no luchamos entonces con la decisión suficiente o luchamos mal, nos equivocamos, o simplemente no pudimos arrancar más derechos y libertades a la bestia capitalista y estatal. Ahora, cuando esas insuficientes e inseguras conquistas democráticas, sindicales y laborales, culturales, sexuales, etc., que pudimos arrancar al monstruo están en retroceso o en serio peligro; ahora que esa juventud lucha para resolver lo que nosotros no quisimos, no pudimos o no supimos solucionar, ahora, cínica e hipócritamente, claman, clamamos, contra la juventud. Muchos ven en ella el valor y la coherencia que les faltó o que negaron por su reaccionarismo alienado. No pueden, entonces, decir ni pío, y lo mínimo que deben hacer es pedir perdón, apartarse y no estorbar.

Ninguno de los problemas que ahora padece la juventud ha surgido de la nada. El ataque a la independencia juvenil para atarla con las cadenas doradas de consumismo compulsivo barato y alienante, con la precariedad y el empobrecimiento, con la represión, o con una mezcla de todo ello, esta ofensiva -en sí permanente en la sociedad burguesa- se endureció desde el inicio de llamada «transición» (¿?), y paso a paso, con el PSOE, el PNV y el PP, ha ido creciendo y extendiéndose como una plaga. ¿Qué hicimos nosotros? ¿Fuimos conscientes de que la independencia práctica y teórica de la juventud es decisiva para la libertad presente y futura?. Una juventud sumisa y conformista es uno de los pilares más sólidos de la miseria ético-moral que caracteriza al orden dominante. Simultáneo al ataque contra la independencia juvenil, fue la ofensiva contra sus recursos económicos, sus condiciones laborales y salariales. Todas ellas son, en realidad, la misma cosa pero nos interesa distinguirlas un poco ya que si bien los grupos más conscientes pueden crear sus gaztetxes, comunas y colectivos donde, mal que bien pero felizmente, vivir y emanciparse, para la mayoría de la juventud las dificultades se multiplican al carecer de trabajo, tener un sueldo de miseria o ser esclavos de una ETT. La educación con la que nosotros los adultos les alienamos, española, patriarcal, burguesa e idealista, sin valores ni principios ético-materialista, ha imposibilitado a muchos a dar el salto a la libertad.

Y cuando nuestra desidia y el ataque burgués abandonaron en la intemperie a la juventud, dejamos las puertas abiertas a otra introducción masiva de nueva y vieja droga como alternativa ilusoria ante un mundo sin ilusión ni futuro. El poder, desde Madrid, Iruña y Gasteiz, hizo todo lo posible por anular la identidad, la memoria y el conocimiento del pasado, de la historia, y así, con la amnesia colectiva y con las nuevas ofensivas, se abocó a la juventud a un atolladero, a una crisis de referencias y de modelos de futuro. Además, en ese desierto el consumismo compulsivo aparecía como la ventana por la que entraba un poco de aire, pero un aire pestilente, brutal y agresivamente sexista, machista, como corresponde al consumo erótico de masas del capitalismo actual. Y ahora, boquiabiertos ante las litronas, el bakalao, las drogas de diseño y los accidentes mortales de los fines de semana, los adultos pedimos, exigimos más y más control policial, educativo, social, represivo… Sumidos en nuestro desconcierto, dejamos que el orden educativo quede en manos de la voracidad burguesa «pública» (¿?) o privada, y de la estulticia egoísta del poder español que aumenta la agresión contra todo lo vasco. Por último, cuando el poder incrementa los instrumentos represivos, consciente del fracaso de los sistemas anteriores, ahora, cuando ya padecemos el cuarto sistema represivo desde que la UCD modernizase la práctica franquista, dejamos sola a la juventud y clamamos contra sus prácticas de autodefensa, probablemente avergonzados y con mala conciencia porque ellos hacen lo que nosotros no nos atrevimos a hacer.

Aunque también hay que decir que a lo largo de estos años, bastantes personas mayores han apoyado a la juventud, le han contado sus experiencias y sus autocríticas, les han animado y les han ayudado en los peores momentos. Ese es el camino y la salida. Y no porque todos nos aferremos al tópico ese de que «seguimos siendo jóvenes», que es una estupidez mayúscula y un autoengaño, sino por simple coherencia y dignidad, algo que es imprescindible para vivir.

Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 14 de marzo de 2001

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