Superar… y realizar el pasado

Artículo publicado en Gara el 25 de septiembre de 1999.

Prácticamente desde hacerse público el comunicado en el que ETA anunciaba su tregua unilateral e indefinida, desde entonces nos hablan de la necesidad de olvidar y superar «el pasado». ¿Qué pasado? ¿El de la represión, guerra sucia y desaparecidos, aún desaparecidos, tortura, cárceles, paro, precarización, terrorismo patronal, sexismo, intromisión descarada e impune de la prensa, ataque neoliberal a las condiciones de vida del pueblo trabajador, persecución de la cultura vasca…? ¡Tales nimiedades no han existido, y si han existido nadie es responsable! Insisten en que el único pasado que hay que superar es el de ETA y la izquierda abertzale, y en general el de decenas de miles de vascos que de un modo u otro han luchado para conquistar esta nueva fase.

Para los españoles el único pasado válido es el que se realiza en su Constitución, la que impusieron a Hego Euskal Herria. Para ellos, la historia se ha realizado ya en su esencia y lo único que aceptan algunos, por ahora, son retoques superficiales, y otros ni eso. Para bastantes regionalistas al pasado válido empieza en Lizarra-Garazi y debe acabar cuanto antes mediante algunas concesiones españolas. Hasta Lizarra su pasado era el que se realizaba en el Estatuto de las Vascongadas, nada más. Después, fue un cómodo enriquecimiento hasta la amarga asunción del fracaso estrepitoso de la línea estratégica mantenida durante dos décadas. Muchos comprendieron que no podían seguir como hasta entonces, negaron su pasado y adoptaron otro nuevo, el iniciado en Lizarra, pero con temores e indecisiones.

La pretensión de negar el pasado de lucha afecta a la misma continuidad del proceso democrático que se aceleró hace un año, pero que había nacido con mucha anterioridad, en 1939. Esta lucha democrática dio un salto en los 50 con el surgimiento de ETA, otro en los 70 cuando la izquierda abertzale no comulgó con la rueda del molino constitucional, ni con su adulterado sucedáneo, el Estatuto de la llamada CAP, y uno más, por no extendernos, con la propuesta de 1995 de la Alternativa Democrática. Ahora, si existe Lizarra-Garazi es fundamentalmente debido a la lenta, sorda y muchas veces invisible acumulación de fuerzas democráticas. Todavía no se han conquistado los mínimos definidores de una democracia real, palpable, comestible, gozable. Por eso es tan importante el combate por la historia. Si olvidamos cómo y por qué hemos llegado hasta aquí seremos incapaces de precisar qué es lo que queremos y cómo conquistarlo.

Pero el pasado no es como una momia en un museo. Se trata de superar ese pasado realizando en la práctica los ideales por los que tantos dieron su vida, o están en la cárcel, deportación, exilio y clandestinidad. La militancia democrática sostenida durante décadas ha generado una credibilidad y referencialidad que irrita a una casta institucional desacreditada por corruptelas, incompetencias, servilismos y nepotismo. Ha creado movimientos asociativos a pesar de obstáculos y zancadilleos y sin cuya presencia es incomprensible la realidad vasca. Ha dado vida a una prensa libre y crítica que desmiente las calumnias y falsedades del poder, ofreciendo a nuestro pueblo la información que le niega. Ha alimentado buena parte de la recuperación de nuestra identidad lingüístico-cultural. Ha cultivado un espíritu colectivo solidario, radical, comprometido y siempre dispuesto a la militancia autoorganizada en defensa de cualquier derecho pisoteado. Ha ayudado a derrotar al monstruo nuclear, a corregir la irracionalidad de vías de comunicación, a extender la sensibilidad mediambiental. Ha planteado siempre objetivos comunes, tan básicos y elementales que sólo se silencian con represión y manipulación mediática.

Realizar el pasado es organizarnos y liberarnos nosotros mismos porque ese pasado enseña que nadie lo hará por nosotros. Durante veinte años muchos se creyeron las promesas españolas y se contentaron con sus regalitos envenenados. Después se han dado cuenta que así no se va a ningún lado y han comenzado a moverse. Bastantes de ellos van a la izquierda abertzale con una mezcla de admiración no confesada y vergüenza oculta. Sus direcciones intentan cortarlo diciendo que Lizarra-Garazi es producto no de la coherencia democrática abertzale, sino de su derrota y fracaso. Dicen que han sido ellos, los pasivos, quienes han triunfado, y que han fracasado los activos, los que han luchado. Saben que el potencial aglutinador de la historia abertzale es enorme si se realiza en el presente, si se divulga e impregna aún más la realidad vasca. No pueden acusarnos de ultraizquierdistas irresponsables y suicidas iluminados porque nuestro proyecto es asumible por cualquier demócrata consecuente. Y ese proyecto tiene el aval de la credibilidad conquistada con el ejemplo. Olvidar el pasado es tirarlo por el retrete. Cuando nos dicen que superemos el pasado, nos quieren ganar el combate por la historia, parte esencial del combate por nuestro futuro como nación independiente y socialista.

Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 25 de septiembre 1999

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