Publicado en la sección Iritzia de GARA, el diario que sustituía a EGIN, el 29 de marzo de 1999
Opino que el Aberri Eguna de este año es, con mucho, el más importante de todos los realizados a lo largo de la tensa historia de una fecha tan significativa y simbólica. ¿Para qué sirve discutir ahora, con la que está cayendo, si Aberri Eguna actual es el más importante o no de todos los anteriores? Pues mucha. Los pueblos que luchan por romper las cadenas que les sojuzgan otorgan especial valor al tiempo, a la memoria, al devenir de los acontecimientos. No fían su futuro sólo a la inmediatez, sino que revisan permanentemente sus errores y profundizan en su pasado para, al conocerlo más exhaustivamente, evitar repetirlos. En este sentido, los pueblos oprimidos, al igual que la lucha antipatriarcal, tienen una temporalidad más larga que la de las clases explotadas. En el contexto del actual Aberri Eguna, esta capacidad de aprender del pasado nos brinda importantes lecciones y nos da confianza para el futuro.
Desde 1932, la historia del Aberri Eguna está caracterizada, entre otros, por tres factores interrelacionados como son la fuerza del independentismo, las discrepancias internas a los nacionalistas, y la fuerza represiva de los estados español y francés. Su interrelación explica la compleja historia de esta conmemoración, sus diferentes consignas, sus períodos de no celebración, las rupturas entre sus convocantes, los diversos grados de represión sufrida, los altibajos de su impacto en la conciencia popular… Descubrimos así una historia palpitante, viva, que ha sufrido derrotas y períodos de no celebración pública, aunque sí, muy frecuentemente, en la privacidad familiar como último refugio ante la ferocidad represiva. Descubrimos también que si una y otra vez se ha recuperado de sus cenizas, corregido sus errores y aumentado sus fuerzas, siempre ha sido gracias al impulso abertzale. Pero vemos, sobre todo, que por dentro de las fluctuales se va produciendo un avance en la capacidad aglutinadora, sintetizadora y sinérgica de sus reivindicaciones, siempre dentro de los límites impuestos por la coyuntura y el contexto dominante. No hace falta decir que el surgimiento de ETA es clave en ese ascenso al relacionar el independentismo con el socialismo y, más adelante, al generar y presentar un proyecto democrático, de construcción nacional basado en la palabra y la acción del pueblo y su respeto escrupuloso.
La fuerza del Aberri Eguna nace de su poder de síntesis de elementales reivindicaciones democráticas, nacio- nales y de clase. Por ejemplo, el derecho básico de todo pueblo para decidir él mismo sobre su presente y su futuro, ese derecho, abarca a la totalidad de sus habitantes al margen de sus opiniones, de lo que unos u otros sectores decidan y deseen; el hecho de poder decidir colectivamente, de debatir, dialogar, proponer vías y alternativas, todo ello, es una garantía crucial de paz basada en la justicia. Sólo lo niegan las mentes retorcidas, autoritarias y conservadoras. El reaccionarismo oficial cuestiona otros muchos derechos básicos incluso en su legalidad. Desde género hasta euskara, pasando por cárceles, trabajo, prensa, judicatura, educación, prestaciones sociales… nuestra vida colectiva sufre un ataque bestial contra derechos recogidos incluso en la muy restrictiva y conservadora legalidad vigente. La recuperación de esos mínimos va unida a la superación del orden constitucional impuesto antidemocráticamente a nuestro pueblo hace dos décadas. Por esta simple razón, Aberri Eguna aparece como una fecha que aglutina en su demanda democrática también a quienes sin sentirse independentistas, sí son demócratas. Es significativo que nunca hayan respetado esta conmemoración los reaccionarios de toda la vida, y que la hayan abandonado e intentado hundirla quienes se han degradado ética y políticamente al suplicar un cazo de lentejas en el pesebre estatal.
En segundo lugar, Aberri Eguna expresa niveles más concretos, aunque no por ello ni superiores ni más importantes sino simplemente específicos, de la práctica de los derechos democráticos elementales. De entre los demócratas, muchos nos sabemos vascos, exclusivamente vascos, ni australianos ni españoles o franceses. Sabemos que eso nos hace objeto del odio o del desprecio de los Estados que nos ocupan, y valoramos con especial cariño todo aquello que exprese nuestra identidad. Bajo la contraofensiva reaccionaria todo aquello que reúna, aglutine y multiplique las fuerzas vascas, cobra un doble valor ya que, además del profundo democraticismo elemental visto, también pone el dedo en la llaga abierta de la opresión nacional. La experiencia indica que la opresión nacional no puede ser reducida a un escueto derecho democrático sino que, por su complejo colectivo, histórico, simbólico, cultural… abarca a un complejo universo de sentimientos, deseos y proyectos que vertebran a otros muchos derechos. No los anulan ni siquiera los debilitan; al contrario, los enriquecen y amplían. Por eso, entre otras razones, las reivindicaciones nacionales son tan difíciles de exterminar. Pues bien, Aberri Eguna expresa más que nunca antes lo que nos une a quienes teniendo diversos proyectos de nación vasca, desde otro estatutismo hasta el independentismo pleno, pasando por grados de soberanismo, sabemos que esa contraofensiva española va destinada a liquidar el proceso emancipador iniciado.
En tercer lugar, la izquierda abertzale, independentista y socialista, radicalmente democrática, es consciente de que nuestro presente y futuro como nación vertebrada por un pueblo trabajador sometido a duras condiciones de vida, sólo es viable mediante la superación de las trabas que el capitalismo pone a todo pueblo insumiso, orgulloso y digno. Desde esta perspectiva, Aberri Eguna expresa la visión estratégica del proceso de liberación, y la importancia que tienen en su devenir tanto la conquista de los derechos elementales antes vistos, como los pasos adelante en la construcción nacional que ahora estamos dando. Victorias concretas que son medios de avance, además de fines específicos que ahora mismo buscamos, sin esperar al mañana. Esta dialéctica entre medios y fines a largo plazo y que a corto son a su vez fines y medios, sólo se comprende en su cabal sentido de emancipación vasca y humana en general, desde la izquierda abertzale. Izquierda que, todo hay que decirlo, está siendo enriquecida por las aportaciones de otros grupos que por diversos motivos mantuvieron en el pasado diferentes tesis. Semejante alianza práctica es uno de los logros más esperanzadores. Pues bien, en la coyuntura actual y considerando las tendencias previsibles, este Aberri Eguna significa la reafirmación del independentismo socialista como movimiento que quiere cohesionar el proceso emancipador. Jamás sustituirlo, sino vertebrarlo mediante la referencialidad y credibilidad ganada con el ejemplo, la rectitud y la eficacia política.
La complementarización de los tres niveles, democrático, nacional y de clase, produce un efecto sinérgico innegable. Nada de lo que hoy sucede en Euskal Herria es comprensible sin esta dinámica global. La vibrante situación que vivimos, que hemos generado, explica per- fectamente que podamos y debamos entender este Aberri Eguna como nuestro Aberri Eguna. Nuestro porque todos los demócratas de este pueblo, que somos su inmensa mayoría, queremos una solución negociada al conflicto que los estados español y francés causan en Euskal Herria. Nuestro porque, además, la mayoría de este pueblo que nos sabemos vascos, queremos también que esa solución sea justa, de modo que no vuelvan a reproducirse las situaciones opresivas. Y nuestro, en definitiva, porque somos izquierda abertzale. Por tanto, decir que es nuestro es decir que sólo se autoexcluyen voluntariamente, sin ninguna presión exterior negativa, quienes se saben y se sienten antide- mócratas, quienes no aceptan ni siquiera los mínimos irrenunciables de la convivencia democrática, quienes imponen sus intereses tras la protección de sus ejércitos.
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 29 de marzo de 1999