Cuatro tesis sobre la acción del poder mediático contra Euskal Herria

Publicado en EZPALA Ezker Abertzaleko Aldizkaria. Publicación de la Izquierda Abertzale. (Pedro Egaña, nº 2-1.esk. 20.006 Donostia) en su número 10, 1999.

El cuarto Poder

El respeto perruno y miedo irracional que muchas izquierdas sienten hacia los media, considerándolos omnipotentes e invencibles, definiéndolos simplonamente como el «cuarto poder», esta adoración supersticiosa podría hundirse si tomaran conciencia del estrepitoso y prolongado ridículo que los media vienen cosechando por su incapacidad de explicar las razones del acelerón del tiempo histórico vasco. Grosso modo, desde que ETA publicó la Alternativa Democrática en abril de 1995 se aceleró la caída de los media en el desconcierto generalizado. La semana de inactividad armada en verano de 1996 precipitó su estulticia analítica que tras la Declaración de Lizarra-Garazi, la tregua de ETA y los acontecimientos posteriores, ha terminado por estrellarse contra una realidad demasiado rica, activa y vibrante como para manipularla cómodamente.

Sin embargo, este fracaso estrepitoso venía anunciándose con anterioridad. Los media, con su orgullo engreído, cometieron errores imperdonables cuando los referenda de la Constitución, la OTAN y en menor medida en el estatutario de la CAV; su delirante provocación en el conflicto de la Autovía Irurtzun-Andoain es comparable a su militancia pronuclear durante la lucha contra el monstruo de Lemoiz; su odio racista a la cultura vasca sólo le ha servido para cosechar otra derrota aplastante ante el avance euskaltzale; sus ataques a ELA por el acercamiento a LAB no han detenido el ascenso del sindicalismo abertzale; sus manipulaciones y mentiras sobre la llamada kale borroka sólo sirvieron para legitimar la crueldad de una represión endurecida al máximo; su colaboracionismo diario con la brutalidad institucional no ha debilitado la firmeza de miles de vasc@s reprimid@s, detenid@s, torturad@s, encarcelad@s; su suicida oposición a derechos elementales como el autodeterminativo no detiene la marea soberanista… y podemos prolongar la enumeración de derrotas amontonadas en dos décadas de supuesta «prensa democrática».

La militancia antivasca y antidemocrática sostenida durante veinte años es sólo el acto más reciente del decisivo papel de los media en la unidad del Estado español. Recordemos, por abreviar, su función cohesionadora en tres períodos «democráticos» como la segunda guerra carlista, los conciertos económicos y el nacionalismo sabiniano antes del golpe militar del Primo de Rivera, y la II República española. En ellos jugaron cada vez más el papel de fuerzas legitimadoras de la opresión española, sustituyendo a la debilitada Iglesia en esas y otras vitales tareas. Los media fueron decisivos en la transustanciación del franquismo en monarquía constitucional y sin su eficacia narcotizante hubiera sido muy difícil la destrucción del universo de esperanzas que bullía por todas partes. El desencanto pesimista y la indiferencia pasiva que dieron la victoria al PP crecieron en buena medida gracias a los media.

Poder alternativo

La función de los media en la cohesión estatal española responde a la sinergia nacida de la síntesis de fuerzas económicas, políticas, culturales y militares. No debe sorprendernos el que esos diferentes componentes terminasen formando una aleación caracterizada, en su generalidad, por la defensa de la propiedad privada de los medios de producción y en base a ella por la apropiación individual del producto del trabajo social; por el españolismo más fanático e imperialista; por un patriarcalismo virulento y agresivo y por el idealismo religiosos. Desde luego que siempre han existido o mejor decir resistido y malvivido durante cortos años algunos periódicos subversivos y revolucionarios, o simplemente críticos. Pero han sido la minoría y su influencia en la totalidad de los media ha sido muy reducida. Y no debe sorprendernos la aparición de ese poder alienante porque siempre el opresor ha procurado monopolizar la producción de conocimiento, el control de la información y las disciplinas productoras de dependencia psíquica, angustia colectiva e individualismo egoísta.

Recordemos que en el texto hindú «Los nueve desconocidos» del -272 se dice que el control del pensamiento de las masas es el conocimiento más peligroso pues permite gobernar el mundo entero. Recordemos que Platón aconseja en su «República» que el Estado mienta para gobernar mejor al pueblo. Tesis tan contrapuestas se basaban en una experiencia contundente sintetizada por Fuh-tsien en el -720 al decir que la repetición es la base del conocimiento. Aunque, con toda probabilidad, Quinto Julio Cicerón desconociera en el -65 lo dicho por Fuh-tsien se acercaba mucho a ese apotegma al redactar su «Pequeño manual para una campaña electoral». César Augusto confirmaba ese principio al dotarse de un staff de propagandistas selectos como Horacio, Mecenas, Virgilio, Ovidio… táctica antigua luego perfeccionada por los servicios secretos, la de integrar en sus aparatos propagandísticos y mediáticos a escritores de talento reconocido. Los británicos entre los siglos XVI-XX han contado con autores como Marlowe, Defoe, MacNally, Burton, Maugham… Precisamente fue el staff propagandístico secreto británico formado por la policía, el The Times, y el crimen organizado representado por Pigott, el que en 1887 redactó y difundió falsos documentos para hundir la carrera del político irlandés Stewart Parnell, acusándole de connivencia con la lucha armada de sus compatriotas fenianos. ¿Nos recuerda a algo?

La alianza entre poder político, militar, cultural y económico y medias, permite responder a una pregunta: ¿son los medias el «cuarto poder»? No. El «cuarto poder» no existe si por tal entendemos un poder independiente que se suma a la lista de los poderes judicial, legislativo y ejecutivo. De hecho, esta separación es más engañosa y falsa que real, pues éstos sólo son componentes, subsistemas del poder global de la clase dominante. Los medias son un poder delegado dotado de mucha autonomía operativa dependiendo de coyunturas y contextos. Con el capitalismo, los medias se han desarrollado como rama productiva específica, integrando comunicación, cultura, educación, ocio, propaganda, marketing electoral y comercial, etc., y con específico funcionamiento de la ley del valor en la producción de la mercancía «noticia», «prensa», «cultura»… La dependencia de los medias del dinero apareció con la economía dineraria y el consiguiente control del tiempo y del espacio. Recordemos los sistemas de comunicación antiguos, los anuncios en Tebas en el -1000 alertando de la fuga de esclavos, los correos mongoles, la efectiva red pedestre inca… El invento de la escritura rápida en el -63 por Tulio Tirón en Roma para agilizar la administración, la información y el control social, confirma la dialéctica entre dinero y tecnología comunicativa. Y fue el banquero Fugger el que empezó a hacer negocios con el trasiego de noticias en 1568.

Por su propia naturaleza la industria mediática, como la educativa, debe ser contextualizada en sus marcos político-estatales con más minuciosidad que cualquier otra rama productiva, la de los coches o los preservativos, por ejemplo. Según esos marcos, su historia y contradicciones, los medias jugarán un papel más destacado en el mantenimiento del orden dominante en su generalidad, y se empleará más a fondo en objetivos crudamente políticos y contrainsurgentes, represivos. Este es el caso español, sin ir muy lejos, en el que podemos apreciar, como mínimo, cuatro características más acusadas que al conjugarse explican la importante función que juegan en el mantenimiento del orden establecido. En primer lugar, aunque los medias estatales se encuentran en un proceso de concentración y centralización típico de cualquier rama industrial, con sus lazos a nivel mundial, europeo, etc., también buscan expandirse por Latinoamérica y ser allí abanderados de un reciente subimperialismo español. En segundo lugar, la supuesta transición ha aumentado la incidencia política de la industria mediática, aunque dividiéndose en dos bloques simétricos a los dos políticos -PP y PSOE-, de modo que cada uno de ellos apoya a su partido político esperando ser correspondido con un trozo de la tarta. Ahora bien, como veremos luego, frente a Euskal Herria, desaparecen las diferencias y se refuerza la unidad española.

En tercer lugar, también intervienen personalismos, intereses individuales de sujetos que por despecho, venganza o simple ansia de poder están dispuestos a lo que sea con tal de hundir a los competidores sin reparar en métodos. Un Estado corrupto, clientelista y minado por viejos odios como el español es prolijo en trepas de esa calaña. No hay que menospreciar este factor como uno de los causantes de cambios políticos de cierto calado y de múltiples campañas laudatorias o de desprestigio. Y resultado de esas tres características anteriores, en cuarto lugar, los medias necesitan y quieren disponer de técnicos, redactores y colaboradores fieles a los intereses políticos que defiende su empresa, o mejor aún a la empresa en sí misma, pues ésta puede cambiar de opción, venderse o alquilarse a otro cliente político o empresarial que pague mejor. De este modo, los medias no necesitan ya periodistas con deontología propia e independiente, sino redactores entregados, colaboradores externos y asalariados atemorizados por la posibilidad de despido. Naturalmente, siempre hay espacios e intersticios menos controlados, zonas en las que pueden moverse y migrar periodistas de empresa a empresa, o intentar formar una nueva, pero son áreas secundarias, sin importancia directa para el poder establecido y con nichos de mercado muy precisos. Son muy contadas las excepciones que rompen el cerco del poder.

Estrategias contrainsurgentes

Estas características han tomado cuerpo no sólo debido a la imparable lógica del máximo beneficio en la industria mediática, sino también bajo la presión de las sucesivas estrategias contrainsurgentes que el Estado español ha aplicado contra la izquierda abertzale. La necesidad por centralizar y disciplinar a los media para multiplicar la efectividad del ataque a la izquierda abertzale y, en sí misma, la presión a Euskal Herria, esta necesidad ya fue comprendida de inmediato por la UCD que elaboró diversos proyectos hasta concluir en el más acabado por entonces, y premonitorio de lo que luego vendría, cual era el elaborado por los militares del CESEDEN en 1980. Conviene recordar que ya Sun Tzu hace 2.500 años adelantó los principios elementales de la guerra propagandista y del papel en ella de los servicios secretos. No es por tanto nada nuevo en lo esencial. Sí lo es en el desarrollo de mejoras y profundizaciones teóricas resultantes, sobre todo, de la irrupción de las luchas revolucionarias y de liberación nacional anticapitalistas. Así, aunque el término manipulación viene del latín ‘manipulo’, unidad básica de la legión, muy «manipulable» por el mando en los momentos cruciales de las batallas, habrá que esperar hasta 1920 para que el estratega militar Fuller oficialice la expresión «guerra psicológica». Fuller contaba con la experiencia del «Comité de Información Pública» fundado en EEUU en 1917 para justificar la entrada en la guerra mundial, y también del «Departamento de Propaganda de la Gran Bretaña» fundado en agosto de 1918 para fortalecer la moral de combate. En ambas oficinas participaban especialistas en marketing empresarial y propaganda comercial.

Por tanto, cuando el PSOE llegó al gobierno de Madrid y aplicó a los tres meses el Plan ZEN a comienzos de 1983, tenía una gran base teórica sobre cómo implicar más efectivamente a los medias en la represión. Sobre todo contaba con la autocrítica que el imperialismo había hecho de su doctrina contrainsurgente sostenida desde 1945 hasta los sonados fracasos de finales de los años setenta en casi todos los continentes. Desde 1970 en el cono sur latinoamericano, EEUU experimentaba nuevas técnicas en la complementarización de la guerra mediática, provocación del odio y preparación del golpe militar. Las lecciones extraídas de aquellas masacres sanguinarias se añadieron a la autocrítica general de modo que el PSOE dispuso de una nueva doctrina que consideraba con mucha precisión las funciones represivas de la prensa en las sociedades capitalistas como Italia, Alemania occidental, Gran Bretaña, Japón, EEUU, Israel y en cierta forma Sudáfrica. Esa doctrina, además, se aplicó con especial atención en el capítulo de los medias en la guerra de las Malvinas, en el ataque a Libia, en las invasiones de Grenada y Panamá, en la segunda guerra fría en el corazón mismo de Europa, en la última fase de la represión italiana…

Eran los años dorados de la contraofensiva capitalista que tras la fase keynesiana buscaba aplastar sin piedad cualquier resistencia al máximo beneficio. La guerra sucia de los GAL y la complicidad descarada de los media para tergiversarla, eran lo mismo, fundiéndose con el yuppismo y potsmodernismo españolista, con la corrupción generalizada. Y aunque se mejoró la doctrina que tan fielmente aplicaban los media contra la izquierda abertzale, no se rompió el proyecto esencial como se confirma leyendo el «Informe de los expertos» de 1986 del gobiernillo vascongado y los nuevos «consejos» dados a la prensa. Los medias fueron importantes en el abortamiento de las conversaciones políticas entre ETA y el Gobierno en Argelia, en la manipulación de masas inherente a la aparición del Pacto anti-ETA, en la aparición del pacifismo mercenario, en el triunfalismo posterior a las detenciones de finales de 1991 y comienzos de 1992, etc. También por esas fechas, se hundió el muro de Berlín, se deshizo el «socialismo» del Este e implosionó la URSS, China aceleró su giro a la economía «mixta» y se agudizaron al máximo los problemas de sobrevivencia de Cuba. No olvidemos el clima mundial que envolvió el ataque genocida a Irak y el papel decisivo de las grandes cadenas, de la CNN sobre todo, en la impresionante campaña de mentiras y ocultamientos.

Pero el mal llamado «Nuevo Orden Mundial» daba claras muestras de agotamiento en 1993 y el 1 de enero de 1994 estalló la insurrección de Chiapas, elevada de inmediato a símbolo de las nuevas luchas en la tierra y en el nuevas tecnologías de la comunicación, pero también se estaban produciendo otros acontecimientos. Los medias capitalistas mundializador se empezaron a asustar por la conjunción de tres luchas: las nuevas luchas sociales en el capitalismo central, las de los pueblos marginados y las luchas de grupos radicales en el interior mismo de las nuevas tecnologías de la comunicación. Por ejemplo, desde 1993 la oposición internacional al FMI, a Maastricht, a la globalización y a la transformación del GATT en OMC, por citar unos contados casos, iban de la mano de nuevas experiencias y prácticas comunicacionales que rompían el núcleo mismo de la lógica mediática burguesa. También en Euskal Herria se produjo el cambio de sentido global que tuvo en la cualitativa modernización de EGIN a finales de 1992 uno de los anuncios más claros de lo que se avecinaba pese a la que estaba cayendo. Poco después la izquierda abertzale comenzó a introducirse en las nuevas tecnologías, y a explorar nuevos métodos en los que no podemos detenernos ahora.

Simultáneamente a este cambio de marea, los poderes fácticos españoles iniciaron el descabalgamiento del PSOE y el aupamiento del PP. Fue un proceso relativamente largo, casi tres años, si lo comparamos con el de la defenestración de la UCD. Si entonces los medias se volcaron de inmediato a favor del PSOE y contra la UCD, ahora dudaron algo más. Al principio solamente una porción del poder mediático se implicó en la maniobra pero según se descubría la implicación de más poderes que los simplemente politiqueros y mediáticos de nueva aparición, como el diario El Mundo y, sobre todo, que las ganancias obtenibles si triunfaba el proyecto serían cuantiosas, se sumaron al carro más medias. Un coktail de oportunismo rastrero ante el futuro amo, mezquindad insolente ante el futuro vencido, necesidad económica imperiosa y también odios, celos y recelos mutuos entre los propios medias que se temen y se necesitan. La razón de la diferencia de respuesta entre el derribo de la UCD y el del PSOE hay que buscarla, entre otros factores, en el diferente grado de asentamiento del Estado a comienzos de los ochenta y a mitades de la de los noventa, así como el cambio mundial pues en ese tiempo se dio el paso de una fase histórica capitalista a otra. Las incertidumbres creadas por todo ello explican mucho de la tardanza de los medias para asumir los riesgos de una operación de recambio.

Ahora bien, las contradicciones que estallaron entre los medias al dividirse en dos bloques carecen de toda importancia y son absolutamente secundarias cuando lo que está en juego es la unidad simbólico-material del Estado como decisiva zona de realización del grueso del beneficio de la industria mediática. El Estado es el mercado más importante en el que se materializa en beneficio privado tras la realización completa del proceso de mercantilización mediática. El Estado ahora y durante mucho tiempo aún, es y será el nicho del mercado mundial en el que menos competencia encuentra la industria mediática española para materializar su específica forma de expresión de la ley del valor. El Estado es el área de cambio en la que más fácil, rápida y fiablemente convierte en dinero el valor simbólico de la mercancía mediática, teniendo en cuenta la insalvables diferencias nacionales y regionales internas al Estado y externas a él. Por la importancia que tiene el mercado simbólico-material y económico-cultural estatal para la industria mediática, ésta hace piña en defensa de su dinero contra los «nacionalismos disgregadores».

Así se comprende que los media acepten la centralidad de mando impuesta por Madrid y hasta que la superen voluntariamente como se demostró en las retransmisiones en tiempo real en verano de 1997 e incluso en varios de los ataques a sedes de HB. Un papel clave corresponde, obviamente, a los audiovisuales. Los medias españoles aprendieron las lecciones de las Malvinas, Grenada y Panamá, etc., y sobre todo de la masacre de Irak. Sin estas lecciones hubiera sido difícil el desenvolvimiento de los medias a comienzos de 1992. La retransmisión por la CNN del bombardeo del Parlamento ruso en 1993, demostró que era ya cuestión de tiempo el que los media españoles hicieran lo mismo. Y fue en 1997. También, el disciplinado comportamiento de los medias mexicanos contra la propuesta zapatista extendida a todo México, sería copiado por los españoles nada más conocerse la tregua de ETA en 1998 pues el Estado decidió utilizar a los medias según sus diferentes características. Tal vez, el tiempo nos depare sorpresas viendo que EEUU retrasó unos minutos el bombardeo de Bagdad a comienzos de 1999 esperando que la CNN preparara su retransmisión mundial vía satélite. ¿Veremos algo parecido en Euskal Herria?

Principios elementales

La respuesta a esta pregunta tan lógica no depende sólo de la voluntad de sectores españoles, alguno de los cuales no tendría dudas en hacerlo, sino también de la situación política, de la fuerza abertzale, del fracaso estratégico de los media ya visto arriba, etc. Este fracaso es más serio y grave de lo que sospechamos pues concierne a dos de sus pilares elementales como son, uno y decisivo, el de la derrota a manos abertzales de la ofensiva estatal que se hizo pública en verano de 1996, aunque ya venía de antes, y se endureció hasta ser vencida en la primavera y verano de 1998, y dos e igualmente decisivo, el consiguiente hundimiento de toda la doctrina político-mediática antivasca que inició la UCD y se amplió con el PSOE y el PP. Aunque existe una directa relación entre la derrota estatal y la político-mediática, no podemos extendernos ahora en ella por carencia de espacio. Sí debemos hacerlo en la segunda pues atañe al núcleo, a la esencia de la concepción básica aplicada desde la UCD y mejorada posteriormente.

El núcleo básico era el de los aliados en 1917-18 arriba citado y que se basaba en cuatro objetivos: movilizar y dirigir el odio al enemigo; minar su moral; aumentar la propia legitimidad y moral de lucha; fortalecer la unidad de los aliados y atraer hacia ellos a los países neutrales. Núcleo mejorado en 1920 por el publicista Albert Lasker al diseñar la campaña electoral del aspirante a la presidencia de los EEUU, W.Harding. La radio permitió aplicarlos masivamente por Mussolini, Roosevelt, Hitler, Queipo de LLano… confirmando la denuncia de Berltot Brecht en 1932. En 1929-35 Gallup perfeccionó la sociología electoral. La II Guerra Mundial amplió los conocimientos en manipulación y prensa de guerra. La televisión cambió la política como se vio en el debate entre Kennedy y Nixon, ganando el primero por su imagen pública, expresión no verbal y lenguaje corporal, mientras que Nixon, que había convencido a los radioyentes pero no a los televidentes, perdió el debate y las elecciones. Ya para entonces, en 1964, ABC, CBS y NBC crearon el Servicio Informativo Electoral que imponía una única versión de los resultados electorales. Las NTIC multiplicaron los recursos manipuladores con la ayuda de publicistas, psicólogos y sociólogos, liquidando el contenido racional, lógico, cultural y crítico de los medias para imponer la irracionalidad, la dependencia psicológica y emocional, la angustia, la sobrecarga de agresividad-violencia-sexualidad machista, la descontextualización y la fugacidad.

Los cuatro principios elementales de la guerra psicológica disponían pues de enormes recursos para su aplicación. Además, por un lado, el cambio de la estrategia contrainsurgente a comienzos de los ochenta, con la elaboración de la doctrina de guerra de baja intensidad, permitía una mejor aplicación de dichos principios y de los nuevos recursos. Por otro lado, la inestimable colaboración del PNV y UPN, y más tarde EA, con la legitimidad nacionalista y foralista, amplió la masividad del ataque. Por último, las mejoras periódicamente introducidas en la represión, que hemos visto anteriormente, daban una sensación de triunfo seguro del sistema político-mediático. Recordemos los años plomizos en los que las televisiones españolas y la EITB rivalizaban en sus fobias antiabertzales. Utilizando intensa y extensamente esos recursos se buscó legitimar la dominación española. Se atacó, denigró e insultó incluso con racismo a la izquierda abertzale y al independentismo. Se jaleó la represión, se exigió aún más palo y se mintió con cínico descaro en todo lo relacionado con los prisioneros, las torturas, los desmanes policiales. Se vigiló permanentemente a los regionalistas y foralistas, recordándoles en todo momento quién mandaba y cuales eran sus obligaciones. Se identificó paz con sumisión y violencia con justicia. Se crearon rumores, datos y noticias falsas, se criminalizó y se señaló a colectivos y a personas, ofreciéndoselos en bandeja a la represión.

Simultáneamente, desaparecía de los medias cualquier información, dato o noticia fidedigna sobre los acuciantes problemas de nuestro pueblo, de su futuro, de sus necesidades de supervivencia colectiva. Se escamoteó toda información sobre múltiples y crecientes luchas, reivindicaciones, autoorganizaciones, propuestas creativas, es decir, sobre la impresionante vida popular y social que crecía y se expandía en su interior. Se construyó una imagen irreal e incierta de Euskal Herria, magnificando algunas cosas, muy pocas, tergiversando otras muchas y silenciando las más. La guinda de la tarta fue su reacción nada más cerrarse EGIN, cumpliendo escrupulosamente la doctrina de guerra de baja intensidad en su apartado de represión mediática.

Ahora mismo, hoy, los medias esperan órdenes del Estado. Ordenes a medio plazo, que no sólo para mañana o el mes que viene. Al ser tan profunda y esencial la crisis que padecen, en su desorientación, miran ansiosamente a Madrid mientras repiten mecánica y torpemente todos los vicios anteriores. Pero también el Estado lo está y sus decisiones político-mediáticas siguen moviéndose dentro del canon contrainsurgente establecido. Ocurre que no es fácil ni sencillo cambiar de doctrina, sistema y estrategia político-mediática. Hacerlo exige otros cambios más amplios que preceden y determinan al cambio en el comportamiento de los medias. Pero por lo hasta ahora visto y por las tendencias evolutivas que aletean con fuerza, nos atrevemos a lanzar tres hipótesis sobre la previsible futura política mediática: primera, potenciar con todos sus recursos el españolismo y el sistema constitucional vigente; segunda, desacreditar las reivindicaciones democráticas elementales como la de los prisioneros, la autodeterminación, etc., y tercera, negar toda posibilidad efectiva de independencia, amenazando con el desastre y el caos si avanza la vía soberanista vasca. A la espera de mayores concreciones, las tres líneas de presión político-mediática ofrecen al Estado cierta capacidad de manipulación y promesas para el futuro.

Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 1999

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