Publicado en EZPALA Ezker Abertzaleko Aldizkaria. Publicación de la Izquierda Abertzale. (Pedro Egaña,nº 2-1.esk. 20.006 Donostia) nº 9 , 1998, pp. 68-76
El capitalismo descuartizó Euskal Herria en tres trozos: Iparralde, Nafarroa y Vascongadas. Necesitó de la represión implacable de la Revolución francesa de 1789; de la Guerra de la Convención inmediatamente posterior; de las dos guerras carlistas; de la conculcación sistemática de derechos, de la represión y marginación de la cultura y lengua vasca; de las dictaduras de Primo de Ribera y de Berenguer; del empobrecimiento de Iparralde; de la guerra de 1936-47; del franquismo, de su monarquía, y del aumento de la represión en Iparralde desde comienzos de 1970. Proceso sangriendo en alto grado no sólo por las decenas de miles de muertos, exiliados y emigrantes, ni por la oleadas de extranjeros afincados, también por los cortes bruscos en el recambio generacional y aumento poblacional autóctono. Un dato: el 36,0% de las mujeres de Hegoalde que tenían 16 años en 1939 quedaron solteras, mientras que en el Estado fueron 11,9%. Pero Euskal Herria con sólo el 0,7% de la población de la UE, aporta ahora más del 50% de sus presos políticos.
A finales del siglo XIX el capitalismo pasó del colonialismo al imperialismo en un momento en el que acababa la larga crisis de 1873-93, y comenzaba una expansión cuyas contradicciones conducirán a la guerra mundial de 1914-18. Una de las bazas para salir de la crisis fue la de acelerar el tránsito al imperialismo, introducir nuevas tecnologías y energías, exportar capitales, etc. Hego Euskal Herria padeció el cambio agudamente ya que carecía aún de la vertebración nacional por las pugnas entre fueristas, carlistas y nacionalistas, pervivían las heridas de la derrota de 1876, y la llegada masiva de trabajadores extranjeros y el surgimiento del socialismo y anarquismo planteaba retos nuevos para los que apenas tenía respuesta la cultura vasca tradicional. La burguesía vasca optó por volcarse en la «construcción de españa» que intentó realizar con las burguesías catalana y castellano-andaluza entre 1890 y 1906. La situación internacional, el ascenso alemán, la expansión yanki y el despertar japonés, estos y otros cambios, le llevaron a asegurarse el mercado estatal. Aplaudió el arancel proteccionista de 1891, las devaluaciones de la peseta entre 1892 y 1905, la abolición de las tarifas especiales de ferrocarriles, los aranceles de 1896 y 1906 y las medidas políticas y culturales complementarias.
A finales de los sesenta del siglo XX, el capitalismo se hundía en un agujero sin precedentes y no tardó en llegar la respuesta burguesa para recuperar la tasa media de beneficio que en EEUU cayó del 12,7% en 1966 al 3,5% en 1975. Aunque el núcleo del llamado neoliberalismo se teorizó a finales de los cuarenta carece de originalidad porque es la readecuación para el contexto de la segunda mitad del siglo XX del marginalismo de la segunda mitad del siglo XIX. El neoliberalismo reforzó el doctrinarismo reaccionario del marginalismo y lo aplicó hasta sus últimas consecuencias. Surgió cuando revoluciones, guerras de liberación y luchas de oprimid@s se propagaban por el planeta; creció con el estancamiento capitalista, y se impuso a la corriente keynesiana al fracasar ésta. Vivió casi en secreto, en la Trilateral, universidades selectas, transnacionales y otras instituciones que en la mitad de los setenta exigían mano dura y represión. Luego vinieron Reagan, Thatcher…
Lo que ahora sucede nace de esta evolución y del desarrollo tecnológico; de la financiarización y especulación improductiva para paliar la caída en la rentabilidad de los capitales productivos, y buscar sobreganancias inmediatas sin aumentar la producción de bienes de producción; de la concentración y centralización empresarial aprovechando las NTC, relacionándose con la floreciente economía criminal, monopolizando la producción y el comercio mundial, excluyendo a continentes enteros de los núcleos de poder estratégico aunque algunos de ellos, como zonas de Asia y Latinoamérica, tuvieran una dependiente e incierta mejoría económica como ha quedado demostrado ahora, y mercantilizando la naturaleza con el desarrollismo consumista y los avances en biotecnología y genética. A finales de los ochenta la contraofensiva del Capital contre el Trabajo estaba logrando buena parte de sus objetivos iniciales pero, simultáneamente, engendraba los monstruos que poco más tarde comenzarían a deborar sus entrañas. Hoy las 225 personas más ricas del mundo acumulan una riqueza equivalente a la que tienen los 2.500 millones de personas más pobres, el 47% de la población del planeta. Y las tres personas más ricas de entre esas 225, tienen activos que superan el PIB combinado de los 48 países menos adelantados, según la ONU.
Hace un siglo Euskal Herria se enfrentaba al imperialismo derrotada y desvertabrada nacionalmente. Tras un siglo de luchas, dictaduras y sacrificios, cuando el capitalismo está dando otro salto, cuando España padece una de sus crisis más serias y Francia es superada por Alemania en la carrera por la hegemonía europea, ante esta nueva situación, disponemos de una muy superior vertebración propia y de una concepción estratégica sobre nuestro presente y futuro. A diferencia de entonces, ahora existe una fuerza política, la izquierda abertzale, que puede y debe ofertar, argumentar e impulsar la opción colectiva en momentos de bifurcación, cuando hay que optar por una vía o por otra. Entonces la burguesía autóctona impuso a la fuerza la vía españolista entre otras cosas porque no encontró resistencias internas a su opción estratégica; ahora la correlación de fuerzas y el contexto mundial y europeo nos permiten ser razonable y realistamente optimistas.
Hoy confluyen dos decisivos procesos de aceleración del tiempo histórico. El contexto político-económico exterior se ha transformado intensa y extensamente, y en nuestro interior estallan casi simultáneamente tres dinámicas específicas aunque muy interrelacionadas. Ha acabado la centenaria vida de la «Euskadi de los altos hornos». Ha fracasado la «transición», que durante dos décadas fue el esfuerzo de «construir españa» coincidiendo con el agotamiento y muerte de ese siglo capitalista. Y precisamente ahora, cuando ambos se fusionaban en una coyuntura objetiva abierta a la intervención política y del factor subjetivo, en ese momento fracasa la estrategia represiva feroz y bestial lanzada por el Estado. Este factor es muy importante porque si algo caracteriza a las crisis abiertas y momentos de elección en una encrucijada es que, en ellos, es decisiva la solidez, fuerza, coherencia y agilidad teórico-estratégica de la izquierda. Y la bestial embestida del Estado buscaba destruir al independentismo para que no extendiera sus fuerzas acumuladas paciente y heroicamente durante años de militancia, cuando más iban a impactar sobre un pueblo lleno de interrogantes y preguntas sobre su futuro. Así la aceleración del tiempo histórico ha abierto espectativas que apenas se vislumbraban antes y que incitaban a sectores populares, clasistas, sociales, colectivos acuciados por sus problemas particulares a reflexiones cada vez más críticas. Basta recordar cómo estábamos en el verano de 1997, cuando el fascismo afirmaba haber conquistado el país de los feroces vascones, y cómo estamos ahora. Sin la confluencia de estas problemáticas y sus tiempos propios mediante una aceleración atractora, sin la sostenida militancia abertzale, y sin los cambios que se están dando a escala planetaria, no hubiéramos llegado a una situación así.
Esta dialéctica de factores integrados en una totalidad en evolución celérica es la que explica el descoloque español porque sus fuerzas fácticas seguían ancladas en el pasado, sin comprender los cambios de fondo y extremadamente preocupadas por la ostensible iniciativa abertzale. La Declaración de Lizarra es un paso más en el largo proceso de acercamiento y aglutinación de sectores y fuerzas alrededor de unos objetivos mínimos y esenciales. Desde hace años y abiertemente desde abril de 1995, cuando ETA propuso la Alternativa Democrática, la Izquierda Abertzale ha mantenido una práctica consciente en esa dirección que ahora da sus triunfos más espectaculares. La Declaración de Barcelona expresa la consciencia de las burguesías vascongada y catalana, y del nacionalismo gallego, de que el Estado español seguirá siendo periférico en la UE aunque cumpla todos sus requisitos. No existe posibilidad alguna de que ascienda en la escala jerárquica europea de pobre periferia a algo ya más respetable semiperiferia. La expansión germánica hacia el Este arrastra al esfuerzo entero de la UE y la actual crisis económico-financiera reforzará aún más esa dinámica. Las fracciones más tecnológicamente avanzadas y exportadoras de las burguesías catalana y vascongada son conscientes de que la actual supeditación a Madrid puede frenarles en su expansión, y aunque no quieran romper totalmente con España sí desean mayor autonomía de movimientos, sobre todo si comparamos el momento actual con el de hace veinte años y las necesidades del capitalismo actual con el de hace cien años.
Vivimos, pues, tiempos cruciales porque según sea el camino elegido y según podamos adentranos en él, sentaremos las bases para otro período histórico. Las burguesías que sustentan al decrépito Estado español están discutiendo las condiciones de otro pacto histórico sabedores de que se ha agotado el anterior. En Hegoalde la situación está aún más al pil pil porque Nafarroa se hunde todavía más que Vascongadas en un pantanal artificialmente creado. Su mediana burguesía intentó modernizar UPN pero los dinosaurios impusieron la vuelta a épocas remotas. Mientras que proliferan debates, encuentros, manipulaciones, promesas y propagandas varias sobre euroregiones, arcos cantábricos, ejes alternativos, etc, muchos próceres de UPN siguen pensando en términos de hace medio siglo o más, y otras fracciones menos obtusas plantean la urgencia de adaptarse a los cambios. Todo está abierto y en buena medida dependerá de nosotros, los independentistas, el que el futuro sea diferente al presente.
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria