1. OBJETIVOS PARA LA JUVENTUD ABERTZALE RESPECTO DE LAS DROGAS.
El papel de la juventud abertzale en todo lo relacionado con las drogas ha de abarcar cuatro niveles que ahora sintetizamos pero que iremos viendo más detenidamente a lo largo del texto:
1º- Denuncia pública sistemática de las causas e intereses que hay debajo de las drogas.
2º.- Divulgación por todos los medios posibles de una alternativa global, vital, contra las drogas.
3º.- Movilización práctica propia contra las drogas y apoyo a las movilizaciones similares que otros grupos organicen.
4º.- Reflexión crítica interna contra las drogas.
No hace falta decir que los cuatro niveles se apoyan y se exigen mutuamente.
2. DIAGNÓSTICO
Dejando de lado el uso de algunas drogas como elementos curativos, tranquilizantes y euforizantes, así como recursos exteriores para acceder a estados mentales «interiores», de contacto con los dioses, etc, características ambas existentes desde lo más remoto de los tiempos, también es incuestionable que las drogas se han usado desde un determinado momento, que luego veremos, como lo que son: elementos psicoactivos que alienan al sujeto, le hacen olvidar su mísera malvivencia, le transportan a un mundo irreal, ficticio, falso e inexistente, pero tramposo al principio y luego, mortal.
Dos son las razones de fondo de esta constante histórica: la primera es la contradicción entre el mundo objetivo injusto, limitado, peligroso, tenso, insatisfactorio, amargo, aparentemente incognoscible e inmóvil, por un lado y por otro, los deseos, sueños, anhelos y desesperaciones subjetivas de quienes quieren salir de esa amargura existencial sin saber cómo o sin atreverse a luchar por y para ello. Esta contradicción generalmente inconsciente entre el quiero pero no me atrevo, es una de las causas del recurso a las drogas COMO SOLUCIÓN ALTERNATIVA. Decimos una porque existen más, pero todas ellas nos remiten en última instancia a la incapacidad de la persona concreta a dar el paso primero que le encamine por el sendero de su liberación. Muchas son las formas en las que esa incapacidad se plasma, se materializa, dependiendo de las condiciones históricas, pero esa incapacidad, ese miedo e impotencia, puede reaparecer en determinados momentos, en situaciones de crisis de autoconfianza, tras derrotas personales o colectivas, tras decepciones y reveses que no pueden ser analizados y comprendidos con rigor, conscientemente, que APARENTAN RESPONDER A FUERZAS INACCESIBLES, CAPRICHOSAS, AZAROSAS.
Esta impotencia también se plasma cuando en la cuadrilla, el grupo y el contexto cotidiano en el que nos movemos, una persona con influencia, o un recién llegado, o quien sea, empieza a introducir una droga nueva que promete más paraísos que las drogas ya socialmente establecidas. Si las condiciones del entorno son propicias por el alto nivel de la contradicción arriba expuesta, la droga nueva puede imponerse. La ausencia de un conocimiento crítico y alternativo sobre las causas e intereses de las drogas facilitan esa implantación.
Pero hay otra forma más peligrosa de ocultar esa contradicción, esa impotencia de la persona, y es presentar la droga nueva o un uso nuevo de la vieja, o una mezcla de todas ellas, COMO UN INSTRUMENTO DE LUCHA Y DE LIBERACIÓN PSEUDOREVOLUCIONARIA. La experiencia histórica muestra, al respecto, dos cosas muy unidas: una, que esa creencia y la droga unida a ella, es introducida por el poder opresor, con la finalidad de ARRASAR LA VIDA COLECTIVA. Los casos son tan concluyentes que no nos extendemos. La otra es que si las organizaciones revolucionarias no tienen muy claro el peligro de esa maniobra enemiga, y no han desarrollado los instrumentos adecuados para combatirla, ESA MENTIRA –la de la droga como medio de liberación- TERMINA ACEPTÁNDOSE EN GENTE MILITANTE PERO SOBRE TODO EN GENTE QUE TIENE POCA EXPERIENCIA MILITANTE. Es decir, que son los sectores más jóvenes y algunos ya experimentados los que SE CREEN ESE CUENTO Y TERMINAN ENGANCHADOS A LA DROGA Y DESENGANCHADOS DE LA PRAXIS REVOLUCIONARIA. En este caso la impotencia psicológica se oculta mediante el subterfugio y la estúpida y suicida creencia de que esa persona concreta logrará controlar los efectos de la droga, o sea, no caerá en la drogodependencia.
Hasta aquí una, la primera, de las dos razones de fondo de esa constante histórica. La segunda es que, además, la economía dineraria lleva en sus entrañas la lógica de la drogadicción masiva. Vamos a explicarlo con cierto detenimiento porque es un asunto estratégico. La impotencia del sujeto, sus miedos e incapacidades para realizar lo que necesita y desea, y lo que es peor, para ser consciente de que lo desea y necesita, no está exclusivamente en función del grado de desarrollo del conocimiento social, de la cultura alcanzada en su época, sino en función de determinados condicionantes objetivos, externos al sujeto concreto, que le imponen ya antes de haber nacido una determinada forma y marco de vida. El sujeto concreto nace con eso ya impuesto, desarrollado por las generaciones pasadas y, desde un momento determinado de la existencia de nuestra especie, marcado por las contradicciones siempre ásperas y muchas veces sangrientas que permiten a los opresores vivir a costa de l@s oprimid@s: propiedad privada patriarcal, propiedad privada de las fuerzas productivas y propiedad privada del ocupante del pueblo ocupado.
La llamada economía dineraría, es decir, la que tiene como centro de equivalencia universal de todas las cosas al dinero, LA QUE REDUCE TODO A VALOR EN CUALQUIER FORMA DE DINERO, es la síntesis histórica resultante, y en muchas sociedades que no podemos estudiar ahora la causa, de esas tres opresiones y sus correspondientes formas de propiedad privada. La economía dineraria no se preocupa de las personas, de las mujeres, niñ@s y ancian@s, de l@s trabajador@s, de la naturaleza, en cuanto tales, sino sólo como mercancías, como cosas que convenientemente utilizadas y explotadas, tratadas como esclav@s, máquinas o simples recursos naturales DEBEN PRODUCIR UN BENEFICIO DEL QUE SE APROPIA LA MINORÍA PROPIETARIA. La economía dineraria hace, por tanto, que la persona, la que fuera, se transforme en cosa, en mercancía, en objeto propiedad del propietario. Desde luego que las formas e intensidades dependen de los diversos modos de producción que han surgido de la primera economía dineraria, y que ahora no podemos exponer. Pero lo fundamental es que todos los modos de producción específicos centrados en el dinero, se caracterizan por algo imprescindible para comprender el problema de las drogas: la doble necesidad de A) alienar y engañar a l@s oprimid@s y B) la necesidad de la minoría dominante de incumplir sus propias leyes reguladoras de la marcha económica, DE LA FORMA LEGAL DE OBTENER DINERO. De las dos, ahora sólo vamos a centrarnos en la segunda.
La economía dineraria es corrupta por necesidad. Es decir, para acumular más y más, para reunir más dinero, ha de incumplir sus propias leyes o ha de imponer leyes nuevas que beneficien exclusivamente a una reducida minoría de esa minoría, que le beneficien sólo a ella, que obliguen a las otras fracciones a aceptar bajo la amenaza de la fuerza, o del desastre económica, o simplemente por la fuerza del dinero, a aceptarlo. La corrupción, el fraude, el engaño, el soborno, la trampa, el timo, etc, son los primeros pasos, pasos previos a otros más productivos como el robo, el saqueo, la piratería, el asalto, la guerra, la invasión. Todas las economías dinerarias han recurrido POR NECESIDAD a esos instrumentos desde que existen datos y registros históricos al respecto. No importa que sea una fracción o un grupo ultraminoritario de la minoría dominante la que recurra a esos métodos. Todo depende de cada época, de las características de cada forma económica, de las necesidades de cada fase histórica. Y lo que en unos años es un crimen o una virtud, deviene en un nefando vicio o en un excelso derecho en otros años: todo depende del beneficio. Con el capitalismo esta dialéctica entre ley y crimen se ha generalizado, multiplicado y enrevesado.
Antes de llegar al tema de las drogas actuales, hay que insistir en este tema crucial porque es la base para comprender que SÓLO EN UNA SOCIEDAD EN LA QUE HAYA DESAPARECIDO PARA SIEMPRE EL DINERO Y TODO LO QUE IMPLICA, DESAPARECERÁ LA CORRUPCIÓN Y DE REBOTE LA DROGA. Para decirlo clara, llana y simplemente: SÓLO CON LA SOCIEDAD COMUNISTA DESAPARECERÁ LA NECESIDAD ALIENADA DE LA DROGA. Aunque más adelante volveremos sobre este asunto, ahora vamos a explicar una cosa: la necesidad de acumular más y más dinero obliga a la clase dominante a ampliar los negocios ilícitos, ilegales, corruptos, criminales y genocidas. El que fracciones de esa clase se resistan o se enfrenten incluso a esa necesidad sólo muestra las contradicciones internas del sistema. Pero la clase dominante, como unidad, tiene infinitos recursos para extraer inmensos beneficios de la llamada muy correctamente «economía criminal» que es otra de las formas, como la llamada «economía sumergida», el «trabajo negro», de enriquecimiento. No importa que sean drogas, armas, obras de arte, productos prohibidos por aranceles especiales, especies animales exóticas y en riesgo inminente de extinción, o carne humana en cualquiera de sus formas: trabajador@s ilegales, comercio sexual mediante prostitut@s, niñ@s viv@s para cualquier cosa incluso mantenerlos viv@s hasta extraerles los órganos de transplantes, u órganos humanos recién muertos para transplantes o experimentación científica comprados o arrancados inhumanamente a gente joven del tercer y cuarto mundos en sus propios países… Todo esto ¡y mucho más! sucede dentro de la rama criminal de la economía capitalista.
Existen infinidad de mecanismos legales, paralegales y alegales dentro de la inmensa burocracia burguesa para blanquear las ingentes e inmensas sobreganancias LIBRES DE TODO IMPUESTO que el capitalismo como unidad extrae de la rama criminal de su economía. Recordemos que el calificativo de criminal depende de la correlación de fuerzas intraburguesas y SOBRE TODO DE LA TASA MEDIA DE BENEFICIO QUE RINDA CADA FORMA CONCRETA DE ESA ECONOMÍA CRIMINAL, pero no podemos extendernos en este importante asunto que, empero, es decisivo para comprender una de las dos razones de fondo del debate sobre la legalización o ilegalización del consumo de drogas, aunque a este tema concreto sí volveremos.
Cada rama o sector de la economía criminal tiene sus propias características, y exige sus mecanismos organizativos ilegales o paralegales específicos: por ejemplo, el tráfico internacional de armas no puede moverse con los mismos sistemas que el tráfico ilegal de patentes, o que el tráfico ilegal de biotecnologías, etc. Pero existe una especie de regla por la que la corrupción necesaria para el rendimiento de la economía criminal está en directa relación con la corrupción e implicación de los aparatos estatales y de sistemas paralelos de las grandes finanzas. Por ejemplo, el tráfico de armas a gran escala sería imposible sin la corrupción de amplios sectores administrativos, empresariales y financieros. Cuando los intereses de todos ellos, y del capital dominante en ese Estado, se hacen lo suficientemente importantes, en ese momento, el sistema en su conjunto, con el apoyo legal y político necesario, da el salto, legaliza e institucionaliza el antiguo comercio ilegal de armas y lo convierte en uno de los pilares político-económicos decisivos de ese Estado a nivel interno y externo. Se pasa así del negocio ilegal a las grandes corporaciones del complejo industrial-militar, como una de las ramas productivas más rentables del capitalismo en general y en ese país concreto.
Con la llamada «economía de la droga» sucede en esencia lo mismo, pero con diversos matices que ahora no podemos precisar. El grueso, la casi totalidad de los productos psicoactivos, ESTAN YA INTEGRADOS LEGALMENTE EN LAS ECONOMÍAS IMPERIALISTAS. Esta cuestión básica ha de quedar clara: sólo una muy reducida porción de las drogas que actualmente se consumen a escala planetaria ESTAN FUERA DE LA ECONOMÍA LEGAL AUNQUE TODAS ELLAS DENTRO DE LA ECONOMÍA REAL. La poderosísima industria farmacéutica, esencialmente unida a la estratégica industria química, es la mayor productora de drogodependencias fabricadas para el mercado insaciable del Orden Médico burgués, y sus conexiones invisibles con los poderes de los países donde se cultivan las bases de las drogas hoy ilegales, son tan vitales que los grandes Estados e instituciones imperialistas no toman medidas efectivas en su contra, pese a la propaganda papanata. Tras el poder químico-farmaceútico viene el poder de las también intocables agrobussines o transnacionales de la agroindustria. Poderosísimas empresas, muy unidas por necesidades productivas a la industria química -insecticidas, plaguicidas, conservantes, edulcorantes, colorantes, etc, Y SOBRE TODO POR LA BIOTECNOLOGÍA E INGENIERÍA GENÉTICA– que dominan extensísimas áreas de las cada vez menores tierras cultivables del planeta, agotándolas con el monocultivo industrializado de drogas como el tabaco, la vid, el café, etc. Podríamos desgranar más la larga lista de la economía legal capitalista de la droga Y DE SUS DEPENDENCIAS MUTUAS CON LA ECONOMÍA ILEGAL CAPITALISTA DE LA DROGA, pero pensamos que estos ejemplos sirven.
La producción industrial en masa de una variada gama de drogas dentro de la legalidad dominante, no anula sino que exige la existencia de producciones más reducidas e ilegales de drogas más potentes o específicas -por ejemplo, las químicas de uso en los circuitos del bakalao o por ejemplo, los alcoholes de pésima calidad que se mezclan o se beben a garganta limpia en ese mismo circuito, o por ejemplo, el contrabando en masa de tabaco extranjero que compite con el oficial, etc,- que de modo alguno cuestionan el liderato indiscutible de las empresas legales en la producción industrial masiva de droga. Su existencia se debe a una razón muy simple: a que cumplen la lógica capitalista del máximo beneficio en el menor tiempo posible aprovechando las áreas de mercado TODAVÍA no monopolizadas por la producción legal. En realidad, nos encontramos ante una de las características históricas del capitalismo, la de la lucha por el mercado existente y a la vez, la de crear nuevos mercados. Los grupos que se dedican al negocio ilegal de la droga han de arriesgarse más que los que ya tienen legalizado su cota de mercado, Y ESE RIESGO SE COMPENSA CON UNA SOBREGANANCIA SUPERIOR EN MENOR TIEMPO. Una de las condiciones de su negocio es la de abrir nuevos mercados, mercados hasta ese momento no dominados por el sector legalizado, que se limita a explotar el que ya domina: los psicofármacos legalizados de venta masiva, el alcohol y el tabaco de venta oficial, etc.
Impelidos por esa necesidad ciega, que también presiona de manera tan igualmente ciega e inmisericorde sobre y contra la empresa más legalista, los sectores ilegales se lanzan a la búsqueda y comercialización de nuevas drogas, de nuevos mercados para ellas y de nuevas justificaciones para su consumo. Las recientes drogas de diseño, las rutas de bakalao, el policonsumo caótico y compulsivo, etc, sólo se comprenden desde esta férrea lógica de la mutua competencia, de la tendencia a la caída del beneficio de la economía de la drogadicción. Desde luego que siempre parte de la base objetiva de la existencia de una profunda miseria subjetiva, MISERIA CRECIENTE. Pero que esta miseria subjetiva, la infelicidad que todo lo arrasa, crezca, no quiere decir que la única beneficiaria sea la economía criminal. No. Al contrario. Por lo común, mayoritariamente, es la economía legalizada de la droga la que más se beneficia. Todo el Orden Médico, desde el aparato psiquiátrico privado hasta la decrépita sanidad pública, y sobre todo la industria quimico-farmaceútica, son las que más y más tajada obtienen con y del malestar social creciente. Ahora bien, también aumentan las posibilidades para la fracción ilegal, aunque se la debe trabajar porque sigue siendo eso, ilegal.
Pero la ganancia para el sector ilegal se multiplica y se hace más fácil en determinados casos, en concreto cuando el poder necesita de la economía criminal para aplastar a l@s oprimid@s y cuando el sistema en su conjunto se encuentra en momento de cambio de fase histórica. Vayamos por partes.Empecemos por el segundo, por el del cambio de fase porque se trata de un tema que explica muchas cosas. La economía criminal aumenta su importancia, obviamente, en los momentos de caída de la tasa media de beneficio, es decir, cuando casi todos los capitalistas ven como sus ganancias descienden. En esos momentos, la economía criminal les ofrece muchas y excitantes posibilidades de inmensas sobreganancias. Una de las razones de las crisis estructurales, además de otras, es que las ramas productivas clásicas, las que se desarrollaron en el pasado y que fueron rentables durante toda una fase histórica, han entrado en agotamiento por razones que no podemos explicar ahora. Son varias las soluciones que tiene el capital para salir del agujero, pero una de ellas y de las más rápidas, sencillas y de inmediatos beneficios, es la de la economía criminal.
Por ejemplo, actualmente, decenas de miles de millones de dólares que circulan por el mundo como capital financiero bordean a diario la legalidad Y EN MUCHÍSIMOS CASOS LA INCUMPLEN SIN ESCRÚPULOS. Pues bien, la actual financiarización, el llamado globo financiero, o más correctamente la explosión especulativa sin precedentes en la historia del capitalismo, además de ser una muestra de la gravedad de la crisis estructural que padece, es una de las salidas desesperadas de que dispone aunque sus costos sean terribles para pueblos y continentes enteros, y también para pequeños y medianos capitalistas anticuados. Y la financiarización tiene mucho que ver con el blanqueo del dinero ganado con las drogas. El «blanqueo» del dinero no es otra cosa que el acto de legalizar e introducir en la economía oficial las sobreganancias que se obtienen ilegalmente en la economía criminal, no oficial. Actualmente, la economía ilegal de las drogas es una de las fuerzas que impulsan la mundialización al necesitar de las transnacionales y de la liberalización absoluta para el libre tránsito de capitales a escala planetaria, con el fin de acelerar el blanqueo de sus inmensos beneficios. Los tres grandes bloques hiperimperialistas que ya están muy adelantados en su formación: euroAlemania, área asiático-japonesa y dolarAmérica, así como las grandes corporaciones transnacionales, están interviniendo activamente en la brutal guerra silenciosa que se está librando por controlar parcelas de esa economía. Sería muy ilustrativo analizar cómo en cada paso del capitalismo de una fase histórica a otra, como sucede en el momento actual, han tenido especial papel tres factores: la guerra, las innovaciones tecnoindustriales y la economía criminal. Ahora, insistimos, estamos en un momento de tránsito así.
Partiendo de aquí, podemos comprender mejor que en este momento preciso, ahora mismo, y mirando a la sociedad vasca del siglo XXI, la economía criminal y en concreto su rama de la droga, juega un nuevo y más importante papel que en el pasado. Antes de seguir recordemos el típico recurso al envío ilegal o extraoficial, secreto, de armas a dictaduras criminales, o a la inversa, el apoyo extraoficial a contrarrevoluciones de todo pelaje. En estos casos, el negocio armamentístico y las redes de dinero ilegal, son decisivos. En otros casos son las drogas mal llamadas duras. En realidad el recurso a la droga como arma opresora ENTRA TAMBIÉN EN EL CAPÍTULO DE LA GUERRA BIOQUÍMICA. La droga es utilizada como medio de desmovilización, desmoralización y destrucción. Cuando se trata de cumplir esos objetivos, el negocio ilegal parte con unas claras ventajas: por un lado, tiene el apoyo incondicional y decisivo de los servicios secretos, de las policías y del Estado. Es decir, además de contar con una absoluta impunidad para recibir la droga, venderla y repartir el beneficio, también disponen de la información más reciente sobre los objetivos, zonas y sectores a los que hay que llegar. Tampoco tenemos que olvidar el hecho del colaboracionismo de la prensa al silenciar las denuncias populares y cubrir con un espeso silencio todo lo que interese al poder. Por otro lado, quienes disponen de ese apoyo institucional no tienen ninguna competencia importante de los sectores que carecen de ese apoyo; o sea, el monopolio es casi absoluto pues la policía es la primera interesada en impedir o controlar cualquier competencia no controlada, deteniendo a los distribuidores, chantajeando o deteniendo a los jefes del negocio competitivo, etc.
Los objetivos que se pretenden lograr con la droga son múltiples, pero nos interesan cinco de ellos que tienen estas grandes características:
1º) que buscan la destrucción durante mucho tiempo de l@s revolucionari@s, debido a que la guerra bioquimica, la droga, produce efectos muy prolongados en el tiempo, algunos de ellos para toda la vida, hasta la muerte;
2º) que buscan ampliar la masa de afectados por la droga a los familiares y conocidos, pues estas personas han de cargar con los actos de los drogadictos, sobre todo si han contraído el virus del SIDA;
3º) que buscan generalizar lo que llaman la «inseguridad ciudadana» con la subsiguiente legitimación del incremento de las fuerzas represivas, sobre todo en los pequeños tenderos, comerciantes, personas mayores, etc, es decir, en una de las franjas sociales más fácilmente manipulable por la demagogia autoritarista;
4º) relacionado con lo anterior pero con específica motivación, que buscan extender el individualismo más agresivo, el sálvese quien pueda, el darwinismo social de la supervivencia del más fuerte, pues la ideología de la droga es inseparable de esa mitología autoritaria, racista y machista, aunque algunas justificaciones para su inicial y primer consumo hablen de la «diversión colectiva», la «juerga en cuadrilla», etc; y
5º), que buscan ampliar la información policial, el control social, los medios de infiltración y hasta provocación en las organizaciones colectivas, sociales, populares de todo tipo, por no hablar de las organizaciones revolucionarias.
La consecución de estos y otros objetivos, exige organizaciones amplias y diversificadas, pero muy centralizadas. El propio sistema es el interesado en ocultar la verdadera amplitud de las redes organizativas de la economía de la droga. Nos ofrece una visión oficial de esas redes: la del pequeño yonki y la del camello desarrapado, pero nos OCULTA la enorme complejidad de esa rama de la economía capitalista. Las izquierdas, por lo general, se han tragado inocentemente esa versión, aunque la izquierda abertzale ha avanzado mucho en ese campo demostrando la unión de las fuerzas de ocupación con determinados sectores de las clases burguesas media y alta en la rama ilegal. Pero antes de seguir el análisis, hay que decir que el funcionamiento de cualquier reparto de droga es esencialmente el mismo que el de cualquier reparto de otra mercancía capitalista, salvando obviamente algunas distancia secundarias para los fines de nuestro estudio. Es el mismo, debe ser el mismo, porque lo que rige, lubrica y mide su efectividad es la ley del beneficio. En los casos en los que el opresor necesita el arma de la droga para aplastar a l@s oprimid@s, la efectividad de esta ley se hace aún más demoledora porque las fuerzas represivas aseguran con su poder que quienes se integren en su negocio político-económico OBTENDRÁN MAYORES BENEFICIOS QUE EL RESTO. Si, encima, quienes se integran en sus redes tienen la misma ideología opresora, odian a l@s oprimid@s y a sus reivindicaciones, entonces la ley del beneficio funcionará a las mil maravillas.
Cada rama concreta de la economía de la droga tiene sus peculiaridades organizativas propias, pero todas ellas funcionan idénticamente en el fondo. Independientemente de que sea legal o ilegal el producto que lanza al mercado, el esquema en esencia es el mismo: un centro controlador, que surte del producto, que regula su reparto y contabiliza muy rigurosamente el beneficio obtenido. Este centro, que puede ser el departamento de distribución y venta de una multinacional de psicofármacos o de Tabacalera o de Bodegas El Rey, o el despacho de una comisaria o cuartelillo, o el tugurio de una pequeña banda de barrio obrero, controla todo el proceso e impone severos castigos o grandes recompensas a quienes no llegan al nivel estipulado de ventas o a quienes lo superan con creces. Los castigos y recompensas estarán relacionados con la empresa concreta, con su compromiso con la legalidad o sus tratos ilegales, etc, pero, insistimos, la lógica es la misma. Incluso es la misma para la drogodependencia religiosa, para el opio religioso: aquí también funciona la misma estructura ultracentralizada y ultrajerarquizada que en cualquier otra empresa de la economía de la droga. Lo que ocurre es que la drogadicción religiosa se caracteriza por apurar al máximo la ley del beneficio en general gracias a que, por su misma naturaleza alienada, rentabiliza al tope lo que se llama «capital simbólico», es decir, el conjunto de factores subjetivos, creencias, referentes, supercherías y mitos fantásticos que llevan en su interior una enorme carga de poder opresivo, de fuerzas de alienación psicofísica y de delegacionismo y dependencia, de modo que a la empresa concreta, a la iglesia, le revierte un beneficio global no estrictamente económico aunque también económico. No hace falta decir cuales son los instrumentos de condena o gratificación de la empresa religiosa de drogodependencia: el infierno o el cielo.
Una de las diferencias más llamativas entre las empresas legales y las ilegales del negocio de las drogas es que las segundas tienen a su cargo una mayor cantidad de empleados provenientes del lumpen y de los llamados marginados, de las franjas más empobrecidas del proletariado, etc. Ello es debido a que estos sectores tienen, de un lado, una urgencia vital para encontrar subsistencia con cualquier «trabajo» por ilegal que sea, carecen pues de escrúpulos; de otro lado, estos sectores por lo general ya están relacionados con niveles de economía criminal por lo que no tienen mayores dificultades de contacto y hasta disponen de sus correspondientes credenciales, títulos de trabajo, recomendaciones y referencias de otros empleos en la economía ilegal, lo que incluso les hace más vulnerables ante los chantajes y amenazas de su patronal y de las policías que usan sus ficheros, condenas y casos no resueltos para explotarlos más intensamente. Por último, estos sectores se caracterizan por apenas vivir inmersos en la cultura popular, en el código de valores del pueblo trabajador, pero también por tener su propia normativa, sus códigos propios, sus valores funcionales a la existencia que viven.
Lo que definimos como «desarraigo cultural» es, muchas veces, una cosa que no sabemos muy bien qué quiere decir: basta haber pasado por las cárceles o conocer un poco de cerca al «mundo de la delincuencia, la marginación y la droga«, al «hampa«, usando terminología tópica, para saber que este «mundo del hampa» tiene efectivamente su famoso «código del hampa«. Sería muy ilustrativo analizar con cierto detenimiento los orígenes históricos, los componentes clasistas, patriarcales y nacionales de esos códigos, para ver cómo y por qué todas las izquierdas han tenido siempre más dificultades que las derechas para enraizar en ese mundo, excepto en momentos muy coyunturales y puntuales. El «mundo del hampa» es mucho más influenciable por las derechas que por las izquierdas porque su código de valores es substancialmente idéntico al de las derechas: DEPENDE Y SE CENTRALIZA EN EL DINERO, EN EL INDIVIDUALISMO, EN LA JERARQUIZACIÓN Y EN EL PRINCIPIO DE QUE EL FIN JUSTIFICA CUALQUIER MEDIO. Sin entrar ahora a una crítica de los peligros que encierra usar el término «desarraigo cultural«, lo mismo que el de «anomia«, tan querido por la sociología burguesa, debemos ser conscientes de que la ideología dominante en una sociedad es la ideología de su clase dominante. De que por eso mismo, los sectores más aplastados, desorganizados, atomizados y desestructurados del pueblo trabajador, sobre todo cuando su origen nacional es EXTERIOR al del país en el que malviven, esos sectores son especialmente propensos a aceptar la ideología dominante, o para decirlo más adecuadamente, sub-ideologías ramales pertenecientes al tronco sociohistórico de la ideología burguesa. Mucho más podemos decir, y a la vez delimitar la utilidad científico-crítica, o sea, para revolucionar el mundo real, si nos extendiéramos a la ideología patriarcal, machista y sexista, y a la ideología occidentalista, racista y gran-nacionalista. Pero carecemos de espacio.
Por la espesa alienación que padecen, esas franjas oprimidas son más propensas a seguir a la derecha que a la izquierda. Por eso, dentro de esas franjas existen sectores, el llamado «mundo del hampa» especialmente propensos, cuando no ya determinados por sus malvivencias infantiles, familiares, cotidianas, contextuales, etc, A SER EMPLEADOS EN EL NEGOCIO ILEGAL DE LAS DROGAS o en cualquier otra rama de la economía criminal. Y en determinados momentos de apuro para el poder opresor, cuando necesita ampliar sus ataques a l@s oprimid@s, en esos momentos son precisamente esos sectores los que SURTEN LA MAYORÍA DE TROPAS DE BASE DE LOS SELECTOS CUERPOS REPRESIVOS, DE LA GUERRA SUCIA MAS SANGUINARIA, DE LAS BANDAS FASCISTAS Y RACISTAS, etc. Esta incontrovertible lección histórica no anula la presencia de otros sectores e incluso de cachorros de la burguesía, pero son los primeros los que forman el cuerpo de tropa de esas organizaciones. Ocurre que con el desarrollo del pago a plazos y del crédito de baja cantidad pero suficiente para los niveles más bajos, con esos cambios, aparentemente se extinguieron las fronteras de clase y las distancias dentro de las mismas clases. De este modo, a simple vista desaparecieron esas bases sociales. Ni remotamente es así. Al contrario: desinflado el globo del «milagro económico» reaparecen y con más fuerza y extensión. Y MUCHOS DE SUS MIEMBROS SE RESISTEN A UNA CAÍDA DE SUS NIVELES DE CONSUMO ENTRANDO EN LA ECONOMIA CRIMINAL ANTES QUE SUS PREDECESORES, CON MENOS EDAD, MAS JÓVENES. El impacto de la TV como nuevo y casi todopoderoso sistema educativo y normativo empieza a ser decisivo en la propagación de las llamadas «nuevas delincuencias», «nuevas violencias», etc.
Por tanto, a lo que estamos asistiendo fundamentalmente es a un recrudecimiento de la economía criminal como consecuencia del tránsito del capitalismo hacia una nueva fase histórica de su evolución, fase a la que se le dan muchos nombres: mundialización, globalización, haciendo una sopa o tortilla o ensalada muy variopinta. En los contextos en los que se aúnan y sintetizan todas sus contradicciones, y Euskal Herria es uno de los más explosivos en Europa, el poder capitalista no duda en recurrir a métodos y tácticas anteriores aunque con añadidos e innovaciones que hacen que la resultante de esos cambios sea algo nuevo, que supera lo viejo e integra lo permanente. La economía criminal en sus múltiples ramas es una pieza importante en ese tránsito, y más importante aún como instrumento integrado en la nueva represión global. Desde esta perspectiva, todo lo relacionado con las drogas debe ser reestudiado a la luz de las nuevas realidades y de las nuevas estrategias opresivas. Por ejemplo, el debate sobre el policonsumo, la legalización, el papel de la prensa y de la TV en la legitimación de una forma de vida que necesita las nuevas drogodependencias, el papel que el poder quiere dar a las nuevas drogas en la nueva miseria de la juventud vasca, etc, etc, éstas y otras muchas cuestiones claves para entender qué está sucediendo, qué está cambiando, hacia dónde y por qué, deben ser estudiadas partiendo del criterio de que nos encontramos en un período de cambio de fase histórica del capitalismo mundial, del capitalismo europeo, de los propios Estados español y francés Y DE EUSKAL HERRIA. Si no partimos de esta base, no daremos ningún paso adelante porque no sabremos ni siquiera hacernos las dos preguntas elementales: ¿qué cambios nuevos y porqué está introduciendo el poder opresor en la guerra bioquímica que padecemos? y ¿cómo y para qué combatirla?
3. DROGAS Y EUSKAL HERRIA
Es interesante recordar muy por arriba los cuatro períodos históricos en los que las drogas han tenido especial incidencia en Euskal Herria. Decimos cuatro por dos razones: una, porque aunque siempre se han consumido drogas en Euskal Herria, como en todos los pueblos y culturas, sí ha habido momentos en los que el consumo ha adquirido más relevancia e impacto por algún motivo; y otra, porque en esos cuatro períodos sí tenemos datos o referencias relativamente fiables de su consumo, o al menos, como veremos, versiones interesadas del poder extranjero que nos oprimía en ese momento, de modo que, con esa base, podemos extraer algunas lecciones muy interesantes.
El primero es el período de la Alta Edad Media, cuando varios cronistas de potencias extranjeras, o para usar términos actuales, espías y propagandistas, ponen a caer de un burro a l@s vasc@s por su ferocidad, paganismo, hábitos sexuales y apego a la bebida, a la droga del alcohol. Es cierto que ya los cronistas romanos hablan de la sidra que bebían los pobladores del norte peninsular, pero no insistían en su gran consumo, como lo hicieron algunos cronistas posteriores. El segundo es el período de las persecuciones de brujas, cuando se decía que en los akelarres se bebían pócimas y ungüentos -drogas- que servían para hablar y copular con el diablo, para volar, etc. El tercero, es el período de formación de la clase obrera en el gran Bilbao, a finales del s.XIX y primeros años del XX, cuando el alcoholismo era masivo. Y el cuarto, en el período de finales de los setenta, cuando la heroína es introducida masivamente contra la juventud vasca.
Hay que insistir en que hay referencias claras en otros períodos al uso de drogas, casi exclusivamente alcohol, en nuestro pueblo, e incluso a algunas preocupaciones del poder sobre el tema, pero nos interesan estos cuatro porque nos permiten tres lecciones: una, que los poderes de esos momentos UTILIZAN EL CONSUMO DE DROGAS al margen de cuáles, cómo y porqué se toman PARA CRIMINALIZAR A L@S VASC@S. En los cuatro momentos, ese consumo aparece, en síntesis, como una demostración de la peligrosidad vasca y de la necesidad de tomar medidas, las que fueran adecuadas en cada momento, contra esos peligrosos seres. Otra, que esos poderes INTENTAN PRESENTAR UNA DIVISIÓN INTERNA ENTRE VASC@S BUENOS Y MALOS, los primeros eran y son los cristianos, los que aceptan el poder y no se drogan, y los segundos son justo lo opuesto. Y la última lección, es que los cuatro períodos FUERON SEGUIDOS MAS O MENOS INMEDIATAMENTE POR UNA OLEADA REPRESIVA que tomó diversas formas, desde guerras e invasiones, como las que se sucedieron tras el primer momento, como la represión inquisitorial en el segundo, como las intervenciones represivas del ejército español y de la guardia civil contra las huelgas obreras, y por último, los sistemas represivos sucesivos desde finales de los setenta.
La interpretación más lógica de esas lecciones en épocas y problemáticas tan diferentes, aunque unidas en el fondo, es que existe una táctica común desde hace siglos consistente en CREAR LAS CONDICIONES IDEOLÓGICAS PARA UNA REPRESIÓN O UNA GUERRA. Lo que ahora llamamos «criminalización» era antiguamente «acusación», «demonización» o «barbarización», es decir, presentar a la próxima víctima como un peligro, como alguien que incumple la ley y que por eso merece castigo. Además de las drogas, en la historia de esta táctica tan vieja se han utilizado otras excusas: ideas políticas y sociales revolucionarias, comportamientos culturales y sexuales heterodoxos, creencias religiosas no admitidas, pertenencia a otras etnias, grupos o castas, pertenencia a otro sexo y sobre todo el femenino, etc. Muchas veces ha tomado la forma de «chivo expiatorio» o colectivo que carga sobre sí la responsabilidad de todos los desastres, problemas y desgracias, como es, casi siempre, el caso de las minorías y de los grupos que sufren racismo. Pero lo que nos interesa para el tema que tratamos es que esa táctica Y SUS EFECTOS REPRESIVOS se ha aplicado contra Euskal Herria mediante la excusa de la droga. Aunque en cada período esa droga estaba dentro de una totalidad específica, aparece como una constante, como el denominador común, en todos ellos. Aunque los orígenes de la sidra y las setas para los akelarres no provenían del proceso de la economía dineraria plenamente desarrollada, como sí sucedía a finales del siglo XIX y en la actualidad, la utilización propagandística por el poder fue la misma, salvando las distancias. Estas constantes, más lo arriba visto sobre la economía criminal e ilegal, nos permiten avanzar ya en los cuatro niveles propuestos al comienzo.
3.1. Drogas y libertad personal consciente.
Dos cosas antes de seguir: una, en este nivel de práctica no es importante, e incluso no interesa, entrar al asunto de la libertad personal y subjetiva para el USO NO ALIENADO de drogas por parte de la gente, porque esta cuestión debe tratarse con mucha más profundidad y extensión en el segundo, nivel, como veremos. Otra, que sin embargo sí hay que hacer una referencia a la libertad personal consciente para preparar la base argumentativa posterior, en concreto de la alternativa que se defiende. La introducción a modo de presentación del debate debe resumir la totalidad de los argumentos.
3-2.- Antigüedad del consumo de drogas.
El consumo de drogas es una práctica demostrada incluso de mamíferos no humanos. En la especie humana su consumo es tan antiguo como los primeros datos serios sobre su alimentación y cultura. Con esta primera idea queremos dejar claro que el problema de las drogas, en plural, no puede ni debe ser utilizado para criminalizar desde el poder. Esta cuestión es decisiva, porque uno de los grandes beneficios que obtiene el poder de la economía ilegal de la droga es el de preparar la represión contra ciertos sectores previamente seleccionados o condenados ya a ser machacados.
3-3.- Condiciones objetivas y subjetivas de cada período.
El consumo de drogas debe ser analizado, por tanto, en base a las condicionantes objetivas y subjetivas de cada período, no de forma absoluta y metafísica, como lo hace tramposamente el poder. Con este argumento estamos insistiendo simplemente en los rudimentos metodológicos de cualquier investigación científica y crítica.
3-4.- El problema crucial de la libertad y de la alienación humanas.
El consumo de drogas, por tanto, exige plantear el problema crucial de la libertad y de la alienación humanas. Pero como esa cuestión exige, previamente, el conocimiento de las estructuras sociales que determinan a nuestra especie, dejamos para el segundo capítulo esta cuestión decisiva para elaborar cualquier alternativa y pasamos ahora a la crítica de los intereses del poder. Con este argumento estamos diciendo a la gente que ha de atender al segundo nivel porque no podemos caer en el error de mezclarlo todo, confundirlo y decir generalidades enrevesadas.
3-5.- Drogas legales médicas, drogas legales de consumo social masivo y drogas ilegales.
El consumo de drogas, además, ha de verse desde tres perspectivas escalonadas: la de las drogas legales vendidas por el sistema médico establecido; la de las drogas de consumo legalizado vendidas por la economía normal y por último, la de las drogas ilegales vendidas por la economía criminal y por los intereses políticos opresores. Las tres perspectivas de análisis responden a tres grandes áreas interrelacionadas por la misma lógica del beneficio burgués.
Las drogas del sistema médico tienen la función elemental de mantener activa la fuerza de trabajo; de mantener dentro del orden dominante los desgastes, crisis y estallidos de la estructura psicosomática humana, cada vez más desestructurada y tensionada hasta límites insoportables por las nuevas exigencias del capitalismo mundializado; de potenciar aquellos comportamientos de hiperactividad y alto rendimiento que se exige a la gente en determinadas circunstancias, y que no se pueden lograr mediante las drogas legales normales y las ilegales, aunque sean de efectos estimulantes y euforizantes inmediatos y explosivos, pero dañinos por sus consecuencias posteriores. Una parte reducida de la función de las drogas legales del sistema médico es la de aliviar el dolor de las enfermedades humanas, aunque esta parte sea la más ensalzada por la propaganda médica.
Las drogas legales de consumo social masivo tienen la función de mantener activas muchas fuerzas imprescindibles para el rendimiento laboral, en el trabajo doméstico, en las relaciones públicas jerarquizadas, en las relaciones mal llamadas privadas y sometidas a las disciplinas de poder que funcionan en esa esfera; de mantener en la subjetividad individual unos suficientes niveles de sedación o hiperactividad falsa, forzada, pero necesaria para cumplir con las exigencias del orden; de ahogar periódica o frecuentemente a la persona en una ficción escapista que le sumerja en un mundo ajeno y transitorio, cada vez más breve, que le dé calor y sentido en una existencia gélida y sin sentido. Los límites de su consumo excesivo son marcados por cuatro criterios establecidos por la dinámica histórica del poder existente en ese momento: la efectividad laboral afectada por la merma de las facultades y de la salud; el cumplimiento de las leyes establecidas cuando el comportamiento se vuelve excesivamente agresivo o atenta contra la propiedad y las fuerzas represivas; el cumplimiento de los convencionalismos de comportamiento establecido como la forma de vestir, moverse, vivir y ganarse la vida de grupos o individuos que rompen esos convencionalismos y, último, el costo económico que para la clase dominante suponen las enfermedades causadas por la ingesta de esas drogas. Cuando se dice que tal o cual droga, tabaco, alcohol, etc., causan tales o cuales enfermedades que cuestan tantas cantidades de dinero a la «salud pública», la burguesía está diciendo que no está dispuesta a dedicar dinero del que expropia al pueblo trabajador para sanar su salud; está diciendo que esas enfermedades serán cada vez más pagadas privadamente, por el afectado o su familia, que no por la supuesta «salud pública». Y como el nivel de drogadicción masiva legal aumenta, aumentan los gastos y la burguesía no quiere seguir mermando sus beneficios e impone la privatización.
Las drogas ilegales tienen la función de sacar al mercado del consumo alienado aquellas drogas que por lo que fuera no son aún legales, o son de muy difícil adquisición legal, de modo que mantiene una capa social manipulable y utilizable para muchas cuestiones, como hemos visto arriba; también tiene la función de satisfacer el consumo de productos todavía ilegales aunque los consumidores no estén alienados y dominen ellos a la droga y no a la inversa, es decir, de aquellos estamentos del mercado que por lo que fuera están fuera de la legalidad y, último, tienen la función de servir como armas bioquímicas contra las resistencias.
3-6.- La lógica del beneficio burgués que interrelaciona drogas médicas, legales e ilegales e impide a la larga su «normalización».
La lógica del beneficio burgués que interrelaciona esos tres niveles no es otra que la del mantenimiento del poder burgués. La continuidad del capitalismo es ya imposible sin el poder absoluto: de la economía, del cuerpo, de la psique y de la mística de la libertad individual. Los tres niveles logran que la enorme presión acumulada no haga estallar la olla social. La drogadicción masiva mediante el sistema médico, el consumo social normalizado, y el consumo ilegal, permite que inmensas masas de desgraciad@s, infelices y atormentad@s seres se crean que no lo están, o que lo están menos de lo que realmente lo están, o que podían estar peor de lo que ya lo están. De este modo, junto a otros mecanismos del sistema, miles de seres se dejan medicar, y otros miles piden, exigen, más medicación con psicofármacos, o mantienen niveles de drogadicción normalizada, o buscan en el mercado ilegal las dosis que necesitan.
Es esta lógica del beneficio total la que impone los límites de la normalización plena del consumo ilegal y la que regula la normalización del consumo legal. En realidad, la normalización ES EL NOMBRE QUE SE PONE AL EQUILIBRIO SIEMPRE TRANSITORIO, FUGAZ E INCIERTO ENTRE LA TASA MEDIA DE BENEFICIO TOTAL DEL OPRESOR Y LAS DEMANDAS GLOBALES DE DOSIS DE DROGAS POR PARTE DE LA SOCIEDAD. Dicho en otras palabras, la normalización es el nivel permitido por el poder y funcional a sus intereses de consumo de drogas ilegales no calificadas como «duras», e incluso, en los casos extremos, también de éstas, como veremos. Normalización es así, por ejemplo, la tolerancia con que el poder deja que determinadas redes vendan marihuana, por ejemplo, para que circule en determinadas horas y fechas, con tal de mantener el equilibrio controlador del sistema en su conjunto. Siguen siendo ilegales pero son toleradas en gran medida, siempre que por disputas entre intereses internos a los traficantes, relacionados con el poder, o por intereses propagandísticos sobre la «seguridad ciudadana», por ejemplo, NO SE DECIDA ARREMETER CONTRA ELLAS.
Naturalmente, todo depende de la clase de droga ilegal. Hemos puesto el ejemplo de la marihuana, pero más crudo y aleccionador es el de la heroína. En este caso, la «normalización» supone que el orden tolera que circulen las dosis suficientes para que no aumente la tasa media de delincuencia si la oferta decrece por detenciones masivas. Recordemos lo que sucedió en Madrid cuando por impericia y ganas de dar palos autoritarios, la policía procedió hace unos meses a detenciones masivas de repartidores en los barrios míseros: al desaparecer la oferta y aumentar la demanda, se multiplicaron los monos y con ellos las agresiones y los problemas. A LOS POCOS DIAS EL ORDEN TUVO QUE «NORMALIZAR» EL REPARTO CONSENTIDO Y CASI SIEMPRE CONTROLADO. INMEDIATAMENSE LA TASA DE DELINCUENCIA BAJÓ A SUS NIVELES «NORMALES». Lo mismo sucede con cualquier droga: hace poco más de un año, las distribuidoras legales de tabaco acapararon la mercancía porque iba a subir su precio legal; los estancos, bares y proveedores legales se quedaron sin producto y se armó tal follón que Tabacalera tuvo que cambiar sus planes.
Por esto, cuando hablamos de «normalizar el consumo de drogas» estamos moviéndonos en el plano de los intereses capitalistas siempre que no introduzcamos el tema del uso no alienado de las drogas consideradas como «blandas», es decir aquellas cuya reducida capacidad de adicción permite al sujeto un mayor control, que lo tocaremos luego. Pero si hablamos de «normalizar el consumo» sólo desde la perspectiva tramposa del «orden público», o de la facilidad del acceso legal para evitar la delincuencia, o de la necesidad de controlar el dinero negro de la droga, etc., no hacemos sino aceptar el marco del sistema pues éste es el que decide según sus ganancias, pérdidas e intereses totales. La progresía y las izquierdas cómodas, que sólo piensan en parámetros de reforma pacífica de las cosas, reducen la «normalización» al reconocimiento fáctico e incluso legal del consumo «normal» de las drogas «blandas», y de las llamadas «duras» previa negociación de sistemas regulares, controladores y aseguradores de la higiene pública y de la salud personal. Desde esta perspectiva, la normalización es la toma de postura a favor de aquellos sectores de la economía de la droga interesados en su integración en la legalidad, en los impuestos, controles y tasas, como el alcohol, o como cualquier psicofármaco de venta con o sin receta. En absoluto es una crítica radical de la producción social de drogodependencias para el beneficio privado de la minoría dominante.
La «normalización» definitiva es imposible a la larga dentro de la economía y sociedad capitalista. Esta cuestión es clave porque nos permite comprender mejor el problema de la legalización de las drogas, del que luego hablaremos. Es imposible a la larga por la misma naturaleza del sistema que hace que, de un lado, sean normalizados aquellos productos que cumplen sus efectos mejor en la legalidad opresora, mientras que, de otro lado, le interesa mantener otros sin normalizar porque su efectividad opresora aumenta así. Pero esta es sólo la parte menos importante del asunto, y una consecuencia de la realmente fundamental: LA LÓGICA DEL BENEFICIO EXIGE QUE LA SOCIEDAD CAPITALISTA GENERE SIEMPRE ECONOMÍA CRIMINAL, DROGA Y DROGODEPENDIENTES. Se trata de una necesidad genética, ciega, objetiva, férrea. Ya hemos hablado de la economía criminal en el punto 2 y no nos extendemos ahora. Esa necesidad hace que surjan periódicamente contradicciones no antagónicas dentro del capitalismo entre las fracciones que COMPRENDEN Y POTENCIAN EL USO DE LAS DROGAS COMO NEGOCIO Y ARMA OPRESOSA y quienes por diversos intereses exclusivamente egoístas, pretenden regular, controlar o normalizar en ese período concreto el problema. Cada fracción tiene sus recursos, sus ideólogos y propagandistas, sus «tontos útiles» como los papanatas de las izquierdas cómodas y melifluas, los colectivos humanitaristas que son incapaces de rascar la superficie de la propaganda y conocer que hay por debajo de ella, que desconocer la verdadera naturaleza del capitalismo.
3-7.- Las estrechas relaciones entre drogas médicas, legales e ilegales y el papel clave de los servicios policiales.
La lucha entre estas fracciones no antagónicas se libra con medios y recursos diferentes. Aunque en el interior de los aparatos administrativos, burocráticos, económicos, etc., las relaciones entre la droga legal del sistema médico, la legal del consumo social –que entra en contradicción con el anterior: el tabaco con la prevención del cáncer, por ejemplo- de masas y la ilegal, esas relaciones son mucho más estrechas de lo que nos dice la prensa del poder. La economía ilegal de la droga, por ejemplo, no tiene ningún problema en adquirir mediante sus contactos en hospitales, consultas médicas, farmacias e industrias farmacéuticas, dosis de drogas «limpias», no rebajadas ni mezcladas con otros productos como en el tráfico ilegal, y vender o regalar esas dosis puras entre la alta burguesía. La droga legal no tiene reparos en contrabandear ingentes cantidades de drogas en barcos, grandes camiones y vagones de ferrocarril según qué droga sea: tabaco, alcohol, café, té, etc. Esas mismas redes son las utilizadas también por el tráfico de drogas ilegales: marihuana, cocaína, opio puro, etc. Podríamos seguir con los ejemplos: el de los canales de circulación y reparto de las nuevas drogas de diseño producidas tranquilamente en industrias del este europeo, ex-«socialistas», y que son comercializadas en el oeste europeo, etc. Pero lo que sí hay que decir es que la inmensa mayoría de esas redes, relaciones, contactos y puntos de confluencia ESTAN RELACIONADAS CON LOS SISTEMAS ALEGALES DE ESPECULACIÓN FINANCIERA. También hay que decir que muchas de ellas están controladas por los múltiples y abundantísimos servicios policiales, tan corruptos muchas veces como la misma economía criminal. LAS ESTRATEGIAS DE PODER Y LA MISMA METODOLOGÍA DE FUNCIONAMIENTO DE LOS SERVICIOS SECRETOS, además de la inevitable corrupción, EXPLICAN EL QUE ESOS SERVICIOS CONTROLEN A DISTANCIA, O DESDE DENTRO, MUCHAS DE ESAS REDES.
3-8.- Los verdaderos intereses de clase de los propietarios del negocio de la droga y la estructura real de la economía capitalista y los intereses estratégicos de quienes la controlan.
Sería ahora imposible entrar en pormenores sobre qué fracciones están interesadas en la normalización y/o legalización de las drogas, de qué drogas y con qué condiciones, etc. Tanto más difícil cuanto que deberíamos analizar esas fracciones a escala mundial, los países en los que producen esas drogas, las clases dominantes que se benefician, las alianzas y disputas múltiples, sus relaciones con los tres bloques imperialistas y con la dinámica general del capitalismo mundializado y un larguísimo etc. Quiere decir todo esto que es ridícula y engañosa cualquier propuesta sobre la normalización y/o legalización que no parta de una crítica del papel y función de la rama criminal en la globalidad de la economía capitalista actual. Por ejemplo, además del problema decisivo de las relaciones de las transnacionales de la medicina con las clases dominantes de los países productores de opio y otras substancias, también hay que tener en cuenta, entre otras cuestiones, las relaciones mutuas entre los sistemas de especulación financiera y de éstos con las transnacionales de la medicina, etc. Por último, del interés real y directo, aunque silenciado, negado, de poderes como EEUU por controlar bajo manga la producción y reparto de drogas en cuanto arma opresora interna y externa. Se ha demostrado que la contra centroamericana y los gusanos anticubanos eran alimentados no sólo con las ayudas legales yankis, sino también, en secreto, con los fondos que la CIA y otros organismos obtienen de las drogas.
Antes esta enorme estructura material, pierde importancia el argumento común de la progresía de que no se normalizan las drogas porque su ilegalidad legitima el control social en aumento, Es cierta esta tesis y explica muchas cosas, pero no es la fundamental. Por ejemplo, muy recientemente en Alemania se ha legalizado la impunidad del espionaje policial por medio de la escucha a distancia de conversaciones privadas con la excusa de lucha contra la delincuencia, las drogas, la corrupción, etc. Lo mismo ha sucedido anteriormente en Austria y lo mismo se había propuesto en Gran Bretaña. La realidad es más compleja y más peligrosa. En realidad, esa ampliación de los sistemas represivos es debida, antes que nada, a los temores burgueses por la crisis que galopa en esos y otros países, por la aparición y crecimientos de nuevas resistencias y luchas, etc. Esta es la razón principal y estratégica que intentan ocultar con la excusa de la lucha contra la droga y la delincuencia. Ahora bien, eso no quiere decir que tales nuevos recursos técnicos de espionaje no se utilicen en las luchas entre fracciones diferentes del negocio de la droga, o para aniquilar a alguna red importante como escarmiento, ejemplo, propaganda, etc.
Queremos decir que hay que estudiar y criticar el asunto de la normalización, en primer lugar, desde y para los verdaderos intereses de clase de quienes son propietarios del negocio de la droga, y sus beneficiarios en definitiva. También hay que hacerlo, en segundo lugar, desde y para quienes sufren sus efectos destructivos, es obvio, pero ese análisis, y las propuestas que desde él se hagan no valen en absoluto si no se tiene en cuenta la estructura real de la economía capitalista y los intereses estratégicos de quienes la controlan. Por ejemplo, uno de los poderes que más presiona para que no se normalice y menos aún se legalicen las drogas es el Vaticano. La razón aparente es que lo hace por fe, coherencia religiosa y humanismo, pero las razones reales son dos: el dinero que la Banca Vaticana obtiene de su participación secreta en la economía criminal, y las pruebas son apabullantes, así como en industrias como la de condones y otras, y el problema del monopolio de otra droga, de otro opio, el religioso, cuestionado por el crecimiento de otras alternativas idealistas que sí admiten o toleran el uso de determinadas drogas en sus adictos, y también sobran los ejemplos.
3-9.- El factor ideológico de los sectores de la burguesía enemigos de la normalización por sus convicciones.
Viendo todo lo anterior, no debemos caer en el error opuesto de minusvalorar la importancia cierta del factor ideológico en algunos sectores de la burguesía enemigos de la normalización por sus convicciones. Pero son menos importantes y poderosos, verdaderamente secundarios, de lo que sospechamos, y hacen el juego a quienes desde atrás deciden quienes tienen que escribir, hablar o aparecer en la prensa. Aquí, como en todo, la doble moral establecida juega un importante papel: por ejemplo, una campaña contra la droga llevada por un presentador cocainómano y patrocinada por una destilería de bebidas de media graduación. Los ejemplos abundan. De cualquier modo, lo que hay que tener en cuenta es que esas fuerzas que vociferan son también funcionales al sistema porque con sus gritos exigen la multiplicación de las policías y del control social. Esto es tan obvio que no nos extendemos.
3-10.- Las drogas como arma bioquímica del Estado opresor.
La interrelación de los tres niveles de drogas -las médicas, las sociales legales y las ilegales- permite, además, que el Estado prepare y organice mucho más efectivamente su uso como arma bioquímica. La ingesta masiva de alcohol barato y peleón, «vino obrero», a finales del s.XIX, se vio facilitada por la derrota militar de 1875, cuando España suprimió las aduanas e impuso la libre entrada de sus productos en Hegoalde. La llegada masiva de heroína al final de los setenta de este siglo se vio facilitada por el poder omnímodo de las fuerzas represivas en la política estratégica contra el independentismo. Queremos decir que el Estado tiene recursos suficientes para organizar la guerra bioquímica. Con el desarrollo del mal llamado «Estado del Bienestar» (?), con la aparición de la llamada «seguridad social», y la división en los tres niveles citados, AUMENTAN ESOS RECURSOS ESTATALES. Las recientes drogas de diseño, que tienen tantos nombres como reclamos para su venta, son un producto directo de la alianza práctica entre la ciencia farmaco-química, los intereses de las fracciones de la economía criminal más la intervención de las policías en la permisividad de su producción y comercialización. La posibilidad de que los servicios secretos manipulen el comercio de las nuevas drogas viene facilitada, además, por su control directo o indirecto de las redes ya existentes y que se dedican a las «viejas» drogas ilegales. Las policías terminan conociendo más temprano que tarde las disputas, fricciones y peleas que surgen entre las redes existentes, que se esfuerzan en controlar el nuevo producto.
Las formas actuales de diversión masificada nocturna, en locales de baile y con una decoración apropiada, altísima contaminación acústica, luces y sombras, etc., situados en rutas precisas, la del bakalao o simplemente en calles y plazas, facilita la competitividad entre redes y los choques entre estas. Las policías terminan conociendo esas crisis e incidiendo en ellas. Tienen multitud de recursos para controlar desde dentro ese mundo y para, como hemos visto anteriormente, chantajear, amenazar, pactar, etc., con los traficantes. Para mantener la sensación e imagen pública de efectividad y «protección ciudadana», periódicamente se detiene a los menos importantes, a los sitos en las escalas más bajas, o se destroza a aquellas redes que no interesan por diversas razones. Las que no son destrozadas es porque interesan al poder al funcionar dentro de su plan de guerra bioquímica con la droga ilegal. También funcionan para sacar información, controlar determinados barrios y a determinados locales y gentes, e incluso para servir, si fuera necesario, de grupos de choque de extrema derecha. En los asaltos a sedes abertzales en el verano’97 participaron conocidos traficantes y repartidores de drogas ilegales.
3-11.- Cocaína y drogas de diseño: nueva línea de ataque del Estado opresor en el frente bioquímico. Méritos y fallos de la izquierda abertzale.
El estancamiento del consumo de heroína, el aumento del de cocaína y sobre todo de las drogas de diseño, se debe a varios factores: uno, a la concienciación popular del carácter asesino de la heroína, concienciación lograda tanto por la lucha implacable de la izquierda abertzale como por el efecto del SIDA. El aumento de la cocaína, de la raya, se debe a la débil lucha denunciadora, a que no produce SIDA y a que no están todavía suficientemente socializados los conocimientos científicos sobre sus demoledores efectos, es decir, se debe a la pasividad abertzale y a la ignorancia social y AMBAS COSAS TIENEN ARREGLO. El aumento impresionante de las drogas de diseño se debe, además de a lo mismo que antes, A LOS CAMBIOS SOCIALES Y A LA NUEVA OFENSIVA DEL ESTADO. Los cambios sociales son los que afectan a la precariedad de la juventud, que ve reducirse sus formas y horas de diversión a los fines de semana y que concentra en ese tiempo todas sus ansias expansivas ciegas y acríticas. En esas condiciones, la economía criminal tiene todas las de ganar por las peculiaridades de las nuevas diversiones, peculiaridades antes citas en cuanto a locales y rutas, etc. Pero también incide en su expansión el que se conoce el SIDA y se desconocen los efectos destructores de las nuevas drogas. Por último, y no hay que menospreciarlo, a la cíclica ruptura en los hábitos y modas intergeneracionales por la tendencia de las generaciones más jóvenes a diferenciarse de la de sus herman@s mayores. Con una situación así es fácil que una nueva droga, una «droga limpia», arrase.
Pero es sólo una parte del problema, porque existe la otra parte: la estrategia represiva del Estado. Pensamos que no es casualidad que las nuevas drogas tengan tanta y tan fácil distribución justo cuando se producen en poquísimo tiempo una serie de cambios que reducen al máximo la efectividad de la anterior estrategia de la heroína: primero, la lucha implacable y con todos los medios, contra los altos traficantes que mantuvo la izquierda abertzale; segundo, la denuncia pública incuestionable del papel de las drogas ilegales en la guerra antiindependentista y de la función de las policías en su distribución, denuncia que es producto de la sistemática y paciente tarea de la izquierda abertzale; tercero, los propios datos sobre el carácter asesino de la heroína, que se sumaban a los anteriores; cuarto, la irrupción de una generación que ha vivido en sus herman@s y conocid@s muchos de esos problemas y que no ha tenido que pasar por ellos para aprender de su extrema peligrosidad, y quinto, la consiguiente movilización social mayoritaria contra todo ese asunto. Estos cambios, que no se entienden sin el mérito impresionante de militantes abertzales de han dado sus vidas por lograrlo, HAN FORZADO AL ESTADO A BUSCAR OTRA LÍNEA DE ATAQUE EN EL FRENTE BIOQUÍMICO.
Las transformaciones sociales descritas han facilitado ese ataque, PERO TAMBIÉN EL INNEGABLE RELAJAMIENTO DE LA IZQUIERDA ABERTZALE AL RESPECTO. Un relajamiento que tiene dos causas que debemos analizar: una, no estudiar a tiempo el conjunto de cambios sociopolíticos, socioeconómicos y culturales que propician el aumento del consumo de cocaína, de nuevas drogas ilegales y el aumento explosivo de viejas drogas tradicionales pero presentadas con nombres y combinaciones nuevas. La otra razón es la de haberse dormido en los laureles de la victoria cierta sobre la heroína, SIN PREVER QUE EL ESTADO CONTRAATACARÍA POR OTRO LADO. Tras la muy positiva denuncia del uso estatal de la droga como arma de guerra, la izquierda abertzale ha bajado el pistón, precisamente cuando se acentuaban los cambios sociales descritos y cuando, en respuesta, el Estado, atacaba por otro lado. Nos hemos dormido en los laureles cuando era conveniente, además de rentabilizar la victoria contra la heroína y el Estado, TAMBIÉN ESTAR A LA ALTURA Y RAPIDEZ DE LOS CAMBIOS ESTRUCTURALES QUE CONLLEVABAN UN LANZAMIENTO DE OTRAS DROGAS Y DE LOS MUY PREVISIBLES CAMBIOS EN LA OFENSIVA ANTIINDEPENDENDISTA. Una consecuencia de tal retraso es el relativo desconcierto que ahora tenemos sobre las nuevas formas de drogadicción, por ejemplo.
En estas condiciones, el Estado apoya, impulsa y no reprime las nuevas drogas con objetivos claros: uno, recuperar el espacio perdido por la respuesta abertzale en sentido general, en toda la sociedad, y especialmente en lo relacionado a las redes de reparto, animándolas, movilizándolas directamente contra el independentismo, es decir, AMPLIAR LA PRESIÓN GLOBAL ANTIVASCA RECURRIENDO A TODOS LOS RECURSOS MOVILIZABLES CON LA ECONOMÍA CRIMINAL. No debe sorprendernos este paso lógico con la dinámica estatal.
Dos, romper y revertir el aumento del independentismo en la juventud vasca, ofreciéndole masivamente otras drogas y formas de consumo y diversión que, por las razones que hemos visto, cogen por sorpresa a la izquierda abertzale en ese aspecto concreto. De este modo, con la ayuda inestimable de una impresionante presión propagandística, incremento represivo descomunal, diluvio sobre el «apoliticismo de la nueva juventud», etc., pretende levantar un muro de contención antiindependentista.
Y tres, presentar otro modelo alternativo al ya desacreditado a sectores adultos, cortando de cuajo su posible concienciación e intentando movilizarlos de nuevo contra la izquierda abertzale AHORA CON LA EXCUSA DE LAS NUEVAS DIVERSIONES, DE LAS NUEVAS DROGAS, ETC. En el fondo, lo que busca es recuperar el terreno perdido en estas franjas y abrir en ellas nuevas dependencias y pasividades colaboracionistas cuando se endurece la represión hasta niveles impensables hace poco.
4.- QUÉ HACER (Y CÓMO HACERLO) CONTRA LA NUEVA OFENSIVA DOBLE DEL ESTADO Y DEL CAPITALISMO EN EL FRENTE DE LAS DROGAS.
La lucha contra la nueva ofensiva doble, del Estado y de las dinámicas propias del capitalismo, en el frente de las drogas, ha de basarse precisamente en comprender que ambas fuerzas se apoyan mutuamente. Ya no estamos en el contexto sociopolítico, socioeconómico y cultural de finales de los setenta y de los ochenta. El esfuerzo de la ideología del poder por destruir el sentido y valor vital de lo colectivo e imponer el individualismo egoísta y reaccionario, MENSAJE BASICO DEL CAPITALISMO ACTUAL, es uno de los elementos que ahora hay que tener más en cuenta. Pero no es el único, hay otros cuatro más: la ignorancia de los efectos destructores de las nuevas drogas, ignorancia que permite superar el impacto concienciador que tuvo el peligro del SIDA; la precarización de la existencia, que incrementa la necesidad del consumo como única alternativa de escape transitorio, apoyada por los demás factores; los esfuerzos del Estado por limpiar su imagen pública ocultando más profundamente su uso permanente de las drogas como armas de guerra, para lo que no ha dudado, con todas sus tensiones internas, en aparentar un castigo a algunos, poquísimos, de los implicados en el asunto, y último, el relajamiento abertzale al respecto.
Sin embargo, aunque nos hayamos relajado en el aspecto concreto de las nuevas drogas, no lo hemos hecho en una cuestión básica para enfrentarnos al problema en buenas condiciones: actualmente la izquierda abertzale conoce muy bien las verdaderas condiciones de presente y de futuro que están debajo del aumento del consumo de drogas tradicionales y de los cambios en otras nuevas. LO QUE FALLA ES LA CONEXIÓN ENTRE ESTE CONOCIMIENTO Y CÓMO LUCHAR CONTRA LA NUEVA OLEADA. Como se aprecia, tenemos hecho ya la parte fundamental del recorrido, aunque la que nos falta también tiene sus dificultades. Decimos esto porque siempre es conveniente saber cómo estamos, cuales son nuestras fuerzas y debilidades, dónde debemos hacer la mayor presión. Partiendo de aquí podemos aventurar las siguientes ideas:
4-1.- PRAXIS REVOLUCIONARIA. Partir de la dialéctica entre la consciencia libre y la libre asunción de un proyecto de vida. Y de la dialéctica de lo individual dentro de lo colectivo.
El problema de la droga, en su generalidad, pero más aún en la situación presente y futura, SOLO ES COMPRENSIBLE SI SE PARTE DE LA DIALÉCTICA ENTRE LA CONSCIENCIA LIBRE Y LA LIBRE ASUNCIÓN DE UN PROYECTO DE VIDA. Es decir, si se comprende que frente a la droga, como frente a todo en la vida, lo decisivo es ser propietario de la propia vida, del propio cuerpo, sabiendo lo que se hace y para qué se hace Y DOMINANDO LAS CONDICIONES, LOS EFECTOS Y LAS REPERCUSIONES DE LO QUE SE HACE. Las drogas, todas, tienen un denominador común: que imperceptiblemente arrastran al sujeto por el terraplén del mayor consumo, de la creciente dependencia, de la supeditación y de la pérdida de la independencia de la capacidad autocrítica del sujeto. Según los contextos, épocas y problemas, según las clases diferentes de drogas, según los grupos y clase sociales, según los intereses específicos de los poderes, etc., ese denominador común será más fuerte y rápido en su efecto alienador o más débil y lento. Incluso, según todas esas variables, en bastantes casos se podrá controlar socialmente su uso según las normas y códigos existentes en ese colectivo y en ese momento. Pero la dialéctica entre la consciencia libre y la libre asunción de un proyecto de vida, es inseparable, la exige en sí misma, de la dialéctica de lo individual dentro de lo colectivo, es decir, de los actos autocríticos del sujeto en y para un colectivo que es más que ese sujeto, que lo envuelve, lo determina y da sentido, aunque no lo parezca.
En las condiciones actuales, esta elemental filosofía que siempre ha sido distintiva de los movimientos revolucionarios, adquiere mayor importancia porque, como hemos dicho, el individualismo passota, egoísta y machista, racista y autoritario, está siendo legitimado masivamente por el poder. El consumo de nuevas o viejas drogas tiene en esa ideología su legitimador. Una mística reaccionaria de la «libertad individual» sirve para cortar de cuajo cualquier debate sobre las alternativas a las drogas. Se nos quiere hacer pensar que la droga ya no mata, como pasaba y pasa con la heroína, sino que además de liberar es necesaria para estar al tope en la carrera por la victoria individualista sobre y contra los demás. TODO VALE Y LAS NUEVAS Y VIEJAS DROGAS TAMBIÉN. Contra este mensaje tan destructivo, solamente vale una sistemática lucha teórico-ideológica, política, cultural e histórica. Se trata de enfrentar a esa tesis la antagónica según la cual SE DEBE Y SE PUEDE DESARROLLAR UN CONTROL AUTOCRÍTICO DEL CONSUMO NO ALIENADO DE ALGUNAS DROGAS.
Por consumo no alienado queremos decir el consumo consciente de los límites personales a esa droga, la que fuere, de modo que somos nosotr@s los que la controlamos cuando queremos, y no la droga la que se impone sobre nosotr@s y nos controla, nos domina, aunque sea en una noche. Aunque parece un tópico tonto o un problemilla de fácil solución, es, sin embargo, un problema tan viejo como la misma droga y tan difícil como el autoconocimiento personal de cada cual sobre y de sí mism@. Solamente la formación y práctica personal, la charla y el debate colectivo, el progresivo conocimiento de cada cual con respecto a sí mism@ y a l@s demás, etc., sólo ésta dinámica de enriquecimiento personal y colectivo resuelve SIEMPRE TRANSITORIAMENTE el problema. Aquí y ahora no podemos extendernos sobre el particular porque hacerlo requiere profundizar en varias cuestiones para las que no tenemos tiempo. Por algunas drogas queremos decir que hay drogas OBJETIVAMENE ASESINAS, y sabemos a cuales nos referimos. Hay también otras, casi todas las restantes, que nos plantean el problema de las dosis, de la cantidad, del momento y situación personal y psíquica de su consumo, de lo que buscamos y deseamos con ese consumo en ese momento y no en otro, etc. Una vez más, topamos aquí con la cuestión de nuestros conocimientos científicos y revolucionarios del tema, con la urgente necesidad de ampliarlos y divulgarlos, y también con el tema anterior, omnipresente, el de nuestro autoconocimiento personal, el de nuestras debilidades y lagunas personales y de la forma de superarlas.
Es decir, resumiendo, nos encontramos, como siempre, frente al problema decisivo de la PRAXIS REVOLUCIONARIA. Cuando hemos remarcado arriba que la resolución de esos problemas es siempre transitoria, queremos decir que no hay solución definitiva y eterna al problema de las drogas Y MENOS AÚN AL USO POLÍTICO-MILITAR QUE HACE EL ESTADO. La solución es la propia lucha diaria y es la diaria lucha la que nos dice cómo debe ser la solución que mañana o que luego daremos a los nuevos problemas que siempre surgen, a los nuevos ataques que siempre está ideando el Estado en respuesta a nuestros nuevos avances o respuestas. Comprenderlo así y actuar en consecuencia, es parte elemental de la PRAXIS REVOLUCIONARIA. La izquierda abertzale ha hecho y hace periódicos debates sobre este decisivo asunto. Al loro.
4.2. CAMPAÑAS EN Y PARA LA CALLE.
Pero los debates de esta categoría no sirven de mucho en la mayoría de los casos porque la gente joven, los adultos, no participan en ellos. Esos debates son imprescindibles pero insuficientes sobre todo para el exterior, para la calle. Ahí fuera debemos interrelacionar las campañas de denuncia, con los actos de discusión abierta y pública, con la propagación de alternativas globales a los problemas que están debajo del consumo de drogas. Disponemos de esas alternativas y propuestas, pero nos falla el engarce teórico y político. Pensamos que hay tres grandes formas que deben enriquecerse y mejorarse con el debate y la experiencia colectiva:
4.2.1.- La divulgación de una nueva denuncia crítica de los cambios y objetivos nuevos que el poder ha introducido en su histórico uso de las drogas
En primer lugar algo que parece tradicional pero que tiene en la actualidad una gran importancia, como veremos: la divulgación de una nueva denuncia crítica de los cambios y objetivos nuevos que el poder ha introducido en su histórico uso de las drogas. Insistimos en que no estamos en la época de hace veinte o diez años. Han cambiado muchas cosas y sabemos cuáles y porqué. Pero una nueva juventud se ha topado con una nueva presentación del arma de la droga, y debe conocer nuestra crítica al respecto. También deben conocerla los adultos. No podemos responder a las preguntas actuales con respuestas de hace quince años. Gradual, progresiva pero imparablemente, en la medida en nuestra efectividad, se irá desmontando la legitimidad actual de las drogas, aunque el problema no se reduce a la simple legitimidad, sino que es más hondo. Aquí interviene la segunda cuestión.
4.2.2.- La denuncia concreta, con datos y con ejemplos de las causas, intereses, objetivos, métodos y consecuencias de la nueva oleada de drogas.
Aunque se desmonte su legitimidad, las drogas se seguirán consumiendo, sean legales o ilegales. Más aún, siempre hay que mantener la lucha contra esa legitimidad nueva porque siempre se regeneran sus argumentos. Por eso hay que dar otro paso: la denuncia concreta, con datos y con ejemplos de las causas, intereses, objetivos, métodos y consecuencias de la nueva oleada de drogas. No es una tarea imposible. Ya se ha hecho y muy bien en la fase anterior, demostrando las relaciones esenciales entre el Estado y la circulación del arma de la droga. Se trata de fijar objetivos y plazos, poner medios, designas recursos, precisar campañas y formas de divulgación de los resultados, etc.; es decir, de aplicar la metodología que usamos en la organización de otras campañas y cosas que realizamos permanentemente. La izquierda abertzale tiene recursos, gente, capacidad teórica, suficientes, y además contrastada con y mediante la victoria, como para lanzarse de nuevo por ese sendero.
4.2.3.- NUESTRA PRIORIDAD ES LUCHAR CONTRA EL ARMA ESTATAL DE LAS DROGAS.
Pero la denuncia rigurosa y radical, acompañada por la paciente explicación política y filosófica del problema en toda su gravedad histórica, puede fracasar si no fijamos los argumentos básicos de nuestra postura mínima ante el blandi-bluff de la legalización de las drogas. La primera cuestión es de si debemos tener una postura común al respecto. Pensamos que el tema es de la suficiente transcendencia como para que la discutamos y coincidamos en lo esencial. Pero ¿qué es lo esencial? Hemos llamado blandi-bluff a la legalización y nos explicamos: nuestra prioridad no es la de entrar a ese debate SI NO LA DE LUCHAR CONTRA EL ARMA ESTATAL DE LAS DROGAS. No debemos negar el derecho de que otros se pringuen en eso, y reclamen la legalización de las drogas, de todas o de una parte, con los sistemas burocráticos de control que propongan y con todo lo que quieran. Nuestra preocupación ha de ser más profunda y más radical: cómo derrotar al Estado y al sistema en el frente de la droga. Si para avanzar en esa lucha debemos apoyar en un momento tal o cual propuesta, después de haberla estudiado minuciosamente desde y para los intereses independentistas y socialistas, lo haremos según interese a Euskal Herria o no. No se trata de una postura oportunista, sino de una priorización de objetivos y esfuerzos. Si para avanzar en nuestros objetivos, debemos no apoyar e incluso criticar ciertas propuestas legalista por snobs, diversionistas y enrevesadoras de los problemas de fondo, que las hay y muchas, lo hacemos sin ningún problema de conciencia, pero siempre después de haberlas estudiado milimétricamente.
La izquierda abertzale siempre se ha caracterizado por esa capacidad de acertar en el combate estratégico y dedicarse a él con todas sus fuerzas, sin desatender por ello las coincidencias con reivindicaciones tácticas que otros colectivos puedan y logren articular. En el asunto concreto del frente de drogas, y según se desprende de la lógica de este texto, las diversas y hasta contradictorias propuestas existentes para legalizar las drogas tienen, en síntesis, un defecto elemental: QUE DESCONOCEN EL DOBLE COMPONENTE DE LAS DROGAS COMO SON SU ESENCIAL CONEXIÓN CON LA ECONOMÍA CRIMINAL Y CON EL ESTADO EN CUANTO ARMA DE GUERRA BIOQUÍMICA. Según cómo resuelva cada propuesta concreta de legalización estas dos e indisociables facetas de un único problema, tomaremos nuestras decisiones.
Iñaki Gil de San Vicente
Euskal Herria, 12 de febrero de 1998