Presentación del ensayo por el editor digital (la RED VASCA ROJA)
La RED VASCA ROJA se congratula de poder publicar en Internet el presente ensayo de su miembro Iñaki Gil de San Vicente. Se trata de un texto que fue utilizado, entre otros sobre el mismo tema, como material de discusión por compañeras y compañeros vascos en los meses siguientes a su redacción (acabada el 1 de marzo de 1994). Está, como es fácilmente perceptible al leerlo, estrechamente ligado a la coyuntura de Euskal Herria circa 1994. Pero los temas y problemas sobre los que trata trascienden de los límites de la problemática vasca y sus análisis, reflexiones y propuestas pueden ser útiles para compañeras y compañeros de otras naciones y de otros continentes. La RED VASCA ROJA cree que se trata de un ejemplo paradigmático de práctica teórica y de cómo la teoría que se elabora desde, en, por y sobre la práctica política concreta de una formación social concreta puede ser útil para y en otras formaciones sociales.
Primera edición digital en Internet: RED VASCA ROJA en diciembre de 1999.
0. Aclaración
Las reflexiones y propuestas que siguen son producto del típico vicio de preguntar sobre las causas de las causas.
Originariamente, la primera cuestión era la de qué postura debíamos tomar frente a los medios de prensa del enemigo. Todas nuestras buenas intenciones y largos monólogos en las reuniones se empantanaban de inmediato nada más enfrentarse a la cruda práctica.
Esta cuestión se iba agudizando según aumentaba la beligerancia de la prensa contra el MLNV en todos los aspectos, por pasiva o por activa, indirecta o directamente. El cerco a EGIN y el silencio de los medios; las torturas, palizas y la situación global de los prisioneros; la manipulación y mentira de todo lo que no interesa al Pacto, etc., etc. ¿Para qué seguir?
Vino después el problema de qué y cómo decir sobre la ertzaintza y muy especialmente tras lo de buruandi. Se sumó luego el saqueo de EGIN, etc.
Conforme estudiábamos la propaganda legitimadora de la ertzaintza, según pretendíamos analizar los vericuetos internos de sus mecanismos justificatorios, y, por tanto, acceder desde ahí a los instrumentos concienciadores y desmitificadores, en este buceo nos sorprendía cada vez más la doble tensión que mina todas nuestras concepciones al uso. Por un lado, tensión entre la unitariedad teórica del problema en sí, el hecho de que el problema psicopolítico de aceptación del poder es global, y entre su ramificación, pues se diversifica como las ramas de un árbol. Por otro lado, tensión entre la necesidad lógica de una denuncia unitaria correspondiente a esa globalidad, y entre el necesario respeto a los grados diferentes de sensibilidad existentes entre nosotros y en nuestra sociedad.
Doble tensión que escapa a la fácil consigna de «batalla por la opinión pública». Precisamente, es en este campo, en el de la llamada «opinión pública» en donde el enemigo centra el grueso de su ataque inmediato y es en el frente de la estructura psíquica de masas, de la psicopolítica, si se le quiere denominar así, en donde plantea su ataque a medio y largo plazo. Cualquier respuesta nuestra en el campo de los medios de comunicación, de la propaganda, del debate político, de las alternativas, de las denuncias y desmitificaciones, y especialmente de la legitimación de la lucha armada, que busque solo «ganar a la opinión pública», por muy urgente y prioritario tácticamente que sea, es de hecho pan para hoy y hambre para mañana.
Hablamos de problema psicopolítico, algo mucho más profundo y decisorio que la simple «opinión pública», cosa que existe efectivamente, pero que debemos colocar en su justo sitio. Hablamos de estructura psíquica de masas como punto central y decisorio de todo problema comunicacional, de opinión pública.
Las páginas que siguen sorprenderán tal vez a alguno/a debido a que buscan otras brechas de entrada en el problema, al margen de los criterios tradicionales utilizados por nosotros y que se basan en un ramplón democraticismo. Lamentamos que el texto haya resultado tan corto para un tema tan extenso. Un tema tan extenso, hay que decirlo, como la realidad misma.
Es la certidumbre teórica y práctica de que la comunicación es y afecta a la realidad misma, la que nos lleva a insistir en la necesidad de unir siempre comunicación con concienciación. Puede sonar algo manido, un tópico de principiante si se quiere, pero por eso mismo es algo que se olvida con peligrosa facilidad.
La tesis que se defiende en este texto es que nuestra capacidad de comunicación concienciadora es inferior a las potencialidades que poseemos. Muy inferior. Somos más de lo que comunicamos. No es verdad que comuniquemos lo que somos, sino solo una parte de lo que somos. Nuestros errores, la distorsión y la falsificación que introduce el Pacto más las nuevas exigencias sociales que van por delante de nuestra capacidad, estos tres factores son los causantes de que infrautilicemos nuestras potencialidades. Lo grave es que esa infrautilización se produce en momentos de tránsito, de interrogación social, de demanda de respuestas y perspectivas.
Todo el texto y sus propuestas prácticas está surcado por una intención clara, que no es pesimista, sino precavida: pensar como si se cumpliera la peor de las hipótesis posibles, la desaparición de EGIN o, en todo caso, como si se cumpliera la segunda peor hipótesis posible, la reducción del periódico a un cuadernillo panfletario, resistente, una especie de libro de órdenes de guerra para el combate diario. Sabemos que hay otras hipótesis, pero por simple rigor político insistimos al lector/a para que active las neuras de la precaución.
Se ha buscado ofrecer al lector tres posibilidades: una, la lectura completa del texto como sería lógico; otra, la lectura de las conclusiones de cada capítulo y del resumen final y la última, la lectura del resumen. No perdemos la esperanza de que alguien lea el texto entero, probablemente quien se juega y lo da todo en esta lucha.
1. ¿Superficialidad y/o desconocimiento?
Nuestros brillantes soliloquios, solo oídos y apenas escuchados, por el/la persona sita al lado del orador/a en nuestras tertulias de turno, rozan ya la perfección sublime de los discursos cuodlibetales del medievo.
Como sucede siempre que el bizantinismo pretende dictar la realidad, a la postre, más temprano que tarde, los hechos dictan las condiciones al discurso. Así nos encontramos ahora. Y precisamente cuando la contradicción entre nuestra estulticia y nuestras posibilidades es mayor. Ahora bien, ¿la causa de esta situación insostenible radica solo en nuestra lograda y muy meritoria sopa ecléctica de incongruencia y superficialidad o también, en el fondo, en un profundo desconocimiento del problema que tratamos?
¿Sabemos de qué hablamos cuando hablamos de medios de comunicación, de comunicación social, de política propagandística, e incluso de guerra psicológica, o nos limitamos a repetir los tópicos al uso, creados y empleados por el mismo poder al que nos enfrentamos? ¿Luchamos en nuestro campo o en el suyo, con nuestras armas o las suyas?
1.1. Buceando en el pasado.
Aquí tenemos que buscar en nuestros métodos e instrumentos de conocimiento de la realidad capitalista en general. Más adelante, en este escrito pasaremos a analizar la «otra» cara del problema psicopolítico de la llamada «opinión pública»: opresión nacional y la realidad profunda que determina. Ahora nos detendremos por exigencia teórico-metodológica en la incapacidad histórica de la izquierda en su conjunto, desde finales del siglo XIX, para comprender e intervenir en este problema.
Tal vez para alguien pueda parecer superfluo retroceder tanto y penetrar tanto en el problema, pero creerlo así es dar una muestra más del error que debemos superar. Lo que nos ocurre a nosotros, agravado cualitativamente como veremos por la opresión nacional, es que somos portadores de la incapacidad e impotencia teórico-política de todas las izquierdas —reformistas o revolucionarias— para responder a los avances del Capital en la dominación de las y los oprimidos desde finales del siglo XIX.
Detenemos en estas fechas nuestro análisis, pues es a partir del cuádruple fenómeno del Imperialismo; de la segunda revolución tecno-industrial y sus efectos sobre la memoria, conocimiento político y centralidad clasista del Trabajo; de las mejoras en la protección y ayuda social y último, de asentamiento burocrático-parlamentario de las izquierdas, cuando toma cuerpo definitivamente el retraso histórico de las izquierdas con respecto a los adelantos y mejoras de la dialéctica burguesa del palo y la zanahoria. Esos cambios van unidos al fortalecimiento de los Estados-nación burgueses, a la implantación de su nacionalismo interclasista, eurocéntrico y patriarcal entre las clases oprimidas, al creciente poder delegado de la prensa y al deterioro imparable de la primitiva democracia burguesa que queda reducida a simple juego parlamentario incapaz de controlar la cada vez más compleja, autónoma y oscura realidad política y burocrática.
Grosso modo, es a partir de entonces cuando se toma conciencia dentro de la izquierda, fundamentalmente de la socialdemocracia todavía vivo Engels, de las cada vez más agudas dificultades para llegar al fondo de la conciencia política de las masas pese a los avances electorales y organizativos que se suceden. Desde entonces el problema de cómo contrarrestar a los medios de propaganda de la burguesía se hace crónico y angustioso conforme transcurre el tiempo. Un problema que penetra e impregna a los tres fundamentales de la época y actualmente:
Uno es la violencia de clase y las formas de intervención popular y la caracterización del Estado, lo que plantea la cuestión del parlamentarismo y la democracia burguesas y sus límites, con las tendencias reformistas, revolucionarias, sindical-revolucionarias, etc. De cómo concienciar en suma en algo tan vital como la violencia. Un problema que paradójicamente crece en importancia en los momentos de pasividad, de retroceso, de reflujo, cuando el poder toma la iniciativa y aumentan las tendencias reformistas y claudicacionistas; pero un problema que adquiere una cualidad especial y urgente en los momentos en los que las masas empiezan a moverse, a responder, a resistir y luchar.
Otro la intervención propagandística y política en la marcha económica de la sociedad, con base en la valía o no de las tesis básicas del marxismo, lo que plantea de inmediato el aburguesamiento de los trabajadores, la desaparición o cambio profundo de las clases, la evolución económica del capitalismo y los nuevos medios propagandísticos burgueses, etc. Un problema crudamente vivido por todo sindicato coherente: ¿cómo llegar a los trabajadores?, y por toda propaganda popular: ¿cómo unir las reivindicaciones económicas obreras con las populares?, por citar solo dos casos.
Por último, la valía o no de la concepción antropológica del marxismo, de la teoría de la alienación y de la emancipación, substancialmente unidad a la dialéctica de la praxis y, por tanto, a la teoría del conocimiento-acción, lo que supone el debate sobre el hegelianismo y el kantismo y la capacidad de conocer las contradicciones e intervenir sobre ellas. Un problema que se agita dentro de los dos anteriores y que está dado públicamente en la ideología burguesa. Un problema que las izquierdas de origen estalinista y socialdemócrata ocultan de inmediato, como los niños cuando cierran los ojos para que no les vean a ellos.
Lo que ahora llamamos «batalla de la opinión pública» recitando como papagayos el lenguaje del Pacto y del Plan ZEN, estaba ya dado en su total extensión e intensidad en aquellos debates de la transición intersecular. Debates que posteriormente han seguido con más virulencia y fuerza, y con desigual suerte. Un ejemplo patente es el de la debilidad de las teorías del Estado, dentro de todas las corrientes revolucionarias o reformistas, y sus repercusiones globales, en especial en lo tocante a los sistemas de comunicación, propaganda, concienciación, etc. El Estado, pieza clave en la historia no solo del Capital, sino de todo sistema social desde el asentamiento de las clases, no es integrado como arco de bóveda en las teorías de la comunicación al uso. Apenas lo es en las que se reclaman del marxismo, excepto casos contados. Sin embargo, en las páginas que siguen toparemos una y otra vez con esa máquina inteligente y astuta y lo analizaremos con cierto detalle —no el suficiente— en los apartados 2.4 y 5.5.
Mirando desde nuestra atalaya, y a toro pasado, nos damos cuenta de cómo las izquierdas, por razones que no explicamos ahora, pero que en parte nos remiten a las lagunas históricas inevitables y a los errores teóricos de todos los pensadores socialistas, marxistas, anarquistas, etc., que asentaban los pilares teóricos de las diversas izquierdas, esas izquierdas dejaron pasar sin apenas atención aportaciones parciales y campos nuevos de conocimiento revolucionario que se han demostrado imprescindible para entender el problema que tratamos.
Nos referimos al rechazo por la inmensa mayoría de las izquierdas, excepción de minorías muy meritorias que significativamente acabaron asesinadas, marginadas o en campos de concentración, de aportaciones teóricas incuestionables como el psicoanálisis y en general la psicología; el feminismo y las críticas del patriarcalismo; el ecologismo y las críticas del modelo capitalista y luego «socialista»; la antropología y sus críticas del eurocentrismo, etc.
Tanto la socialdemocracia, como el bolchevismo, el anarquismo, el mal llamado luxemburguismo y luego espartaquismo, el consejismo, etc., pasaron olímpicamente antes de 1914 de esos nuevos desarrollos que, empero, no negaban, sino que confirmaban el núcleo y enriquecían la totalidad del materialismo histórico. Lenin es un ejemplo de las grandezas y limitaciones en el esfuerzo por dominar un problema cada vez más indomable: tiene constataciones e intuiciones empíricas sorprendentes sobre el poder reaccionario de la estructura psíquica de masas, tiene aportaciones muy actuales sobre la prensa, etc.; sin embargo, rechaza total y reaccionariamente el psicoanálisis, la política sexual, el feminismo, etc.
Una de las muchas consecuencias negativas de la despreocupación de las izquierdas por esas aportaciones está en su incapacidad para una correcta denuncia de los ejércitos, de las policías. Denuncia que siempre se ha limitado a su aspecto inmediato y directo, el represivo, pero que ha dejado de lado el oscuro submundo de la dependencia hacia la autoridad, de la relación sadomasoquista con el orden, con la marcialidad y el uniforme: patologías transferidas o sublimadas en la sumisión al líder, a la jerarquía y al mando. La genitalización masculina del poder policial, militar y político, del poder simbólico, laico o religioso, ateo también como el caso del nazismo. Las profundas fobias y miedos que se pretenden superar con el militarismo más autoritario y feroz, etc., etc. Ninguna de estas aportaciones críticas imprescindibles han sido empleadas por las izquierdas. Volveremos a ellas en el apartado 5.7.
El convulso período revolucionario y contrarrevolucionario abierto en 1917, que culminará con la Segunda Guerra Mundial, demostrará de manera trágica las consecuencias desastrosas de dicha incapacidad. La fuerza propagandística y de masas del nazi-fascismo; la mezcla ideológica autoritario-democraticista en EE.UU y partes de Europa; la utilización propagandística de la radio y del cine, etc., se dan dentro de una crisis prolongada y sobre todo, dentro del desprecio del estalinismo hacia esos fenómenos, sus vaivenes políticos y su frentepopulismo, de modo que las fuerzas revolucionarias se ven incapaces de frenar el auge propagandístico del Capital no solo en su forma nazi-fascista, sino también en la mezcla compleja autoritario-democraticista.
Las brutales derrotas padecidas en ese período no sirven ni siquiera para una reflexión autocrítica en el tema que nos ocupa. Incluso oficialmente se terminan por condenar el brillante esfuerzo teórico-político de la sex-pol alemana, de Reich, etc., así como las experiencias feministas y las críticas al eurocentrismo crecientes gracias a las luchas de liberación nacional de las colonias. Se silencian u olvidan las primeras y valiosas aportaciones de W. Benjamin sobre lo que ahora se denominan los mass media.
En Italia, el PCI olvida las aportaciones de Gramsci y luego, cuando le conviene para su reformismo, solo utiliza sus partes más débiles y ambiguas. En Alemania oriental se liquidan los esfuerzos de la universidad de Leipzig. En Hungría la escuela de Lukács es obligada a la «autocrítica». En Yugoslavia se toleran con limitaciones las tesis de Djilas. En la RFA la Escuela de Fráncfort es aislada y silenciada por la izquierda oficial. En el Estado francés el PCF santifica el más impresentable dogma estalinista. En EEUU los comunistas oficiales son meros receptores-altavoces de Moscú. ¿Para qué seguir?
Semejante retroceso, que no podemos analizar en detalle, se produce, sin embargo, en unos momentos de innegable necesidad de ofensiva estratégica en el tema de la «opinión pública». Desde finales de los años cuarenta el capitalismo inicia su cuarta fase larga de expansión. La hegemonía yanqui se asienta además de en su fuerza político-económica y político-militar abrumadora, a la vez en su innegable superioridad teórico-conceptual y científica. Y una de sus armas, aparte de las múltiples «alianzas para el progreso», «para la libertad», etc., es también el uso masivo de la psicología y del psicoanálisis. Freud es desactivado de sus cargas revolucionarias e integrado, con base en su última fase pesimista, en la dominación burguesa.
El psicoanálisis y la psicología no solo se introducen en el marketing y publicidad comercial, también en la disciplina fabril, en la formación militar, en el adiestramiento contrainsurgente y de forma especial en las campañas electorales y políticas. Para comienzos de los años sesenta la burguesía va ya muy por delante en estas cuestiones en comparación a las arcaicas concepciones de las izquierdas. Los profundos sentimientos y dependencias autoritarias de la sociedad, causados por los miedos, angustias y culpas inconscientes y subconscientes que nacen obligatoriamente debido al encuadre objetivo de la institución familiar, son potenciados y guiados al consumismo compulsivo como transferencia gratificante. El sexo es integrado en la industria del placer, y el placer industrializado y alienante deviene elemento autoritario y compensador.
1.2. El pasado inmediato.
Las izquierdas que realmente controlan los resortes burocráticos, que realmente pueden impulsar procesos autocríticos y de respuesta a esa superioridad, demuestran, sin embargo, su profundo reaccionarismo al oponerse con armas y bagajes a la explosión de creatividad teórico-cultural autónoma, radical y desorganizada que se produce a finales de los sesenta. Las izquierdas y muy marcadamente los partidos comunistas de afiliación estalinista castran, además de las movilizaciones y revueltas que estallan, también los esfuerzos teóricos freudo-marxistas, feministas, ecologistas, alternativos, internacionalistas, etc.
En esos momentos toma cuerpo definitivo el reformismo autodenominado «eurocomunista» que coincide substancialmente con las corrientes «de izquierda» socialdemócratas. Citamos este momento fundacional porque es ahí cuando termina de popularizarse en las izquierdas reformistas el concepto tan dañino de «opinión pública», indisociable del de «sociedad civil». Son conceptos interclasistas. Conceptos que exigen aceptar tesis parlamentaristas y electoralistas, potenciadoras del gradualismo, de la penetración pacífica, lenta, en los aparatos «políticos» que, se dice, son neutrales y multiuso.
La «opinión pública» es utilizada para paralizar las luchas, para reprimir a las izquierdas, para aceptar las condiciones burguesas, para agachar la cabeza ante las «reglas del juego democrático». Luego analizaremos más en detalle qué es realmente la «opinión pública», ahora insistimos en que el reformismo se basó en la tesis de que la «opinión pública» es la voz de la «sociedad civil» y, por tanto, es la unidad de medida y de valoración de las opciones y estrategias políticas. Este criterio obligaba a negar las contradicciones internas de esa «opinión» y el poder crítico del feminismo, del freudo-marxismo, de la microfísica de los poderes, de la antipsiquiatría, del ecologismo, del internacionalismo, del nacionalismo revolucionario, etc.
El concepto de «opinión pública» exige para su uso teórico y práctico la ayuda del de «medios de comunicación de masas», construido por la sociología funcionalista yanqui para el doble uso: propagandístico, político y publicitario comercial. Parte de una concepción del receptor de los medios como masa anónima y dispersa, incapaz de responder y criticar, admisora de las órdenes verticales e incontrolables, etc. La técnica electoralista de las izquierdas quedó contaminada en lo fundamental por estas tesis burguesas. Contaminación facilitada encima por las pobres concepciones teóricas de fondo de esas izquierdas.
Ponemos dos ejemplos de cómo este contexto generó un clima de pobreza teórica en todo lo relacionado con la comunicación, la industria cultural, «opinión pública», «medios de comunicación de masas», etc., impactando muy fuertemente en toda una generación de militantes abertzales de entonces: las tesis estructuralistas y especialmente las nefastas de Marta Harneker sobre el materialismo histórico y la ubicación de la cultura y de la comunicación humana y, otra, el neutralismo triunfalista sobre la llamada «revolución científico-técnica» y sus efectos en la prensa, impulsado fundamentalmente por Radoban Richta.
Coincidiendo con este ataque interno, que origina situaciones patéticas y lamentables, aparte de funestas, que no podemos detallar aquí, pero que no debemos olvidar, coincidiendo con él se suman desde fuera dos ataques más: uno, la planificación contrarrevolucionaria que empieza con la Trilateral y llega, por el momento, a la nueva doctrina de Guerra de Baja Intensidad y otro, como efecto de la nueva crisis estructural, otra oleada de introducción masiva de reclamos subconscientes e inconscientes ocultos bajo el individualismo neoliberal, el yuppismo, el postmodernismo, la contraofensiva antifeminista y antiinternacionalista, la integración parcial pero muy efectiva de reivindicaciones ecologistas, etc.
Como efecto de todo ello, a mediados y finales de los ochenta, a la par del comienzo de la muerte del «socialismo real» y en medio de un repunte económico, la burguesía mundial domina sin problemas. Son los años triunfales del «final de la historia» y de la «muerte de las ideologías». Lo grave para las izquierdas es que el hundimiento del triunfalismo y la reaparición cruda y pura de la crisis en sí, no va acompañado de la renovación teórico-política y autocrítica del tema que nos ocupa. Basta mirar uno a uno los Estados burgueses «desarrollados» y las capacidades de las izquierdas para luchar en la batalla de la opinión pública.
1.3. Conclusión.
Desde la transición intersecular, debido a los cambios profundos en el capitalismo y las limitaciones internas del socialismo y anarquismo en todas sus corrientes, las izquierdas han arrastrado dificultades crecientes para comprender qué era y como estaba evolucionando el problema de la concienciación de las clases oprimidas. Diversos factores políticos y económicos globales, a escala del capitalismo internacional, y particulares, a escala interna de las izquierdas, determinaron que se ahondase la distancia entre la capacidad de alienación del capitalismo y la teoría y práctica al respecto, desalienadora y concienciadora, de las izquierdas.
Estas izquierdas fracasaron en casi la totalidad de procesos pre y revolucionarios —fueron muchos, desde luego, muchos más de los reconocidos por la burguesía— desarrollados. Sin embargo, las izquierdas no euroocidentales, integradas en revoluciones de liberación nacional y de clase, cosecharon muchos más triunfos y menos derrotas. No podemos analizar en detalle las causas de esa significativa diferencia, pero a simple vista reconocemos fundamental: su capacidad para vivir dentro de la identidad colectiva, profunda y resistente.
Conforme el capitalismo europeo, y podríamos extendernos a USA y Japón, superaba sus contradicciones, las luchas y convulsiones clasistas, abría nuevas fases de acumulación, etc., aumentaba su distancia y superioridad en el control social, propaganda y comunicación, además de alienación y coerción sorda, con respecto a unas izquierdas clásicas cada vez más hundidas en el reformismo, las tesis democraticistas burguesas y el retroceso teórico cuando no su abandono definitivo. Una de las deficiencias centrales radicaba en la praxis concienciadora, reducida a mero electoralismo puntual. La responsabilidad no es debida solo a la «superioridad» del capitalismo, también a las propias medidas castradoras de toda experimentación práctica y consiguiente debate teórico.
Queramos o no reconocerlo, nosotros también estamos pagando en algunos aspectos más que en otros, aunque no en todo, pues ya nos habría vencido, esta situación histórica. Ha sido imprescindible repasarla con tanta rapidez para comprender no solo nuestro presente, además nuestras terribles dificultades actuales y la magnitud de los problemas que debemos resolver. Veremos en las páginas siguientes el pesado lastre teórico y práctico que arrastramos, proveniente de nuestro contexto formativo.
2. Nuestras carencias teóricas
Al hablar aquí de carencias teóricas no nos referimos solo a esa gran cantidad de textos que debiéramos estudiar, a esos debates que debiéramos hacer, a esas reflexiones metódicas que debiéramos cumplir, también al lastre teórico del pasado, del edificio teórico-mental que directa o indirectamente construyó la generación abertzale formada a finales de los sesenta y comienzos de los setenta, que o bien lleva las riendas del MLNV, o bien, lo que es más grave, ha formado a los cuadros posteriores. Aquella generación y sus herederos chocan en muchas cuestiones básicas con la nueva generación. Tal choque, en el tema de la propaganda, divulgación y concienciación, es uno de los causantes de parte de nuestras desdichas.
2.1. Herencia que ahorca.
Es instructivo recordar viejos debates que han dejado estructuras reales de intervención política que, hoy mismo, actúan o bien directamente en contra del MLNV, o bien, al margen suyo. Por ejemplo, el argumento fuerte de la escisión de ETA-berri radicaba en que los cambios sociales en los sesenta, el aumento relativo del bienestar, el crecimiento de la clase obrera, el incipiente sindicalismo, etc., acogotarían las virtualidades de la lucha armada de ETA. Se basaban en ideas de la izquierda europea, de esa izquierda que no prestaba atención a la realidad profunda de identidad popular, de la conciencia nacional. Ideas que minusvaloraban o despreciaban la estabilidad de la socialización primaria, o que incluso desconocían olímpicamente qué era eso. Tales nociones sobrevaloraban la fuerza de manipulación de los cambios inmediatos, de los que afectan a las partes más superficiales de la estructura psíquica.
Otro ejemplo lo tenemos en la escisión de ETA-VI, que también, con sus diferencias con respecto a la precedente en cuestiones que no podemos abordar ahora, sobrevaloraba las partes menos profundas de la identidad colectiva y minusvaloraba las profundas, las que resisten a los cambios superficiales. También con diferencias apreciables en otras cuestiones, pero con una impresionante identidad de fondo en aspectos centrales de la concepción global y unitaria de la concienciación práctica y teórica —en su momento analizaremos detenidamente la dialéctica violencia/concienciación— tenemos la escisión del Frente Obrero de ETA con la creación de LAIA y especialmente de su fracción LAIA-bai. Por último, la creación de EIA y su deriva colaboracionista, cierra la evolución de una de las dos líneas histórico-genéticas contrapuestas internamente a la evolución abertzale.
La otra línea, que también ha sido recorrida por todas y cada una de esas escisiones y que culmina en la escisión dentro de KAS que erróneamente se califica como de HASI, se caracteriza por la minusvaloración de las potencialidades autoorganizativas del Pueblo Trabajador Vasco, la sobreestimación y aceptación dogmática de la forma-partido y todo lo que ello supone y, consiguientemente, en el plano concienciador el mimetismo de las formas tradicionales de las izquierdas europeas. A la vez, obligatoriamente por su hilazón genético-estructural, la a la postre negación de la dialéctica violencia/concienciación. Un ejemplo de ello lo tenemos en que todas esas escisiones, y en especial por lo que nos atañe al MLNV, dentro de nosotros desde comienzos de los ochenta, adolecen de la minusvaloración cuando no condena de la autonomía de lo social, de las nuevas teorías críticas como el feminismo, del empobrecimiento y exclusiva utilización oportunista contra la central nuclear de Lemoiz del ecologismo, etc.
Ambas líneas tienen una unidad teórica de fondo, substancial y definitoria, incuestionable, de la cual solo aquí profundizaremos su parte de estrategia y táctica propagandística. Línea caracterizada por cuatro puntos: a) menosprecio o incapacidad de compresión de la identidad y psicología nacional vasca; b) ídem con respecto a la función histórica de ETA y sus efectos determinantes y totales en la pedagogía concienciadora; c) lo mismo con respecto a la rica autonomía vasca de lo social y sobreestaminación de la forma-partido, antagónica en su esencia con esa riqueza autoorganizativa y último, d) menosprecio del Estado español, integrado internacionalmente, como centro estratégico de contrapropaganda, decodificación de los registros y referentes nacionales vascos y recodificador de otros desnacionalizadores.
Una demostración humillante de cómo esa línea cuadricéfala pesó determinantemente en la realidad concienciadora, es el de la nula respuesta, superficialidad triunfalista y desconocimiento radical del problema que tratamos, por parte de la izquierda abertzale y de la izquierda cómoda y estatalista ante el profundo cambio de estrategia que supuso el Plan ZEN y los planes secretos. Si bien hubo advertencias premonitorias y críticas internas ante tanta estulticia arrogante, funcionaron las dinámicas autoritarias e inerciales de toda burocracia. Ahora gimoteamos, cuando no lloramos desconsoladamente, por aquel «error», cuando todavía no hemos superado autocríticamente en lo profundo de nuestra concepción teórica las causas estructurales del «error». Lo grave es que, como veremos, toma cuerpo la interrogante: ¿estamos ante otro cambio en la estrategia antiabertzale, o solo ante una readecuación suya? De todos modos, la urgencia del momento es nítida.
Pero incluso aunque hiciésemos a todo correr, para cumplir el trámite, la autocrítica radical de la tremenda impotencia ante el Plan ZEN —¿qué está pasando con la ley Corcuera?, etc.— no llegaríamos al fondo del problema de la herencia teórica que nos ahorca en este tema, y en otros. No lo haríamos porque no introduciríamos en la reflexión los restantes agujeros negros de ignorancia y despreocupación que absorben gran parte de las fuerzas del MLNV y neutralizan en gran medida la efectividad de nuestros medios concienciadores.
Nos estamos refiriendo a la nula utilización por nuestra parte de las cuestiones teóricas y de los movimientos prácticos brevemente vistos en el capítulo anterior: las aportaciones del psicoanálisis, antipsiquiatría, psicología y en general de la crítica de la racionalidad dominante —irracionalidad efectiva— en un mundo enfermo psicofísicamente; las decisivas contribuciones revolucionarias del feminismo y de la crítica del patriarcalismo, que nos remiten mediante el Edipo, la institución familiar y las fases oral, anal y genital al punto anterior, en cuanto constructores de los roles de sexo-género y su directa influencia política reaccionaria; las tesis ecologistas en sus aspectos económico, políticos, filosóficos y normativos, con impacto innegable en la forma y sentido de la vida, que es algo mucho más profundo que el politicismo restrictivo al uso del MLNV y, por último, las críticas al falso internacionalismo de la izquierda cómoda, por un lado, y del europeísmo autoritario por otra, críticas que nacen de las profundas razones del antieurocentrismo, algo que el MLNV ni huele.
¿Alguien piensa o cree que estas cuestiones no tienen peso político-electoral o lo tienen de manera accidental, secundaria y pobre?. Creerlo así es producto del lastre teórico-histórico descrito. Los vacíos dejados por la izquierda en esos temas agrandan las brechas de penetración de la ideología dominante, de la personalidad sumisa, del miedo a la libertad, de las dinámicas de micropoderes descentralizados y autónomos pero centralizados y guiados estratégicamente por el Estado patriarcal, azuzados a diario por la propaganda y la publicidad, y multiplicados cotidianamente por las disciplinas y explotaciones falsamente apolíticas.
En el apartado 2.6 volveremos con un poco más de detalle sobre el particular al analizar las relaciones complejas entre conciencia e ideología, la misma definición de ideología que tiene el MLNV y sus conexiones profundas con las tesis centrales de Bernstein y, a otra escala, de Lenin, pero apenas, por no decir nada, con las de Marx, así como la función vital de ETA para corregir los peligros de la primera y las ambigüedades de la segunda. También en el apartado 3.2 volveremos a la dialéctica acción-conciencia como una de las alternativas de solución praxística de las limitaciones que nos ahorcan.
En suma, la herencia que nos ahorca en el plano de la concienciación popular viene de lejos, pero está activa en el presente. Esta herencia es una de las causas —inmediatamente veremos otras— del abstencionismo radical existente. También lo es del profundo abismo que nos distancia de la mujer en su generalidad y de nuestra incapacidad para reducirlo. Lo mismo en las dificultades que tenemos para desarrollar nuevos espacios y medios propagandísticos que se muevan fuera del control cuasi total de los medios por el Estado, etc. A lo largo del texto desgranaremos sus manifestaciones y en el último capítulo propondremos alternativas concretas.
2.2. El mito de la comunicación social
Ciertamente es un mito, un mito que proviene de los años dorados de la burguesía revolucionaria. A finales del siglo XVI, todo el XVII y casi hasta finales del XVIII, en muy contados países los clubs filosófico-científicos, artísticos y políticos a los que asistían burgueses y nobles ilustrados, discutían y debatían de todo trascendiendo al poco a los medios de prensa existentes, negados a las inmensas masas analfabetas y paupérrimas. Fueron decenios de octavillas, pasquines, libelos y murales, periódicos y semanarios que rozaban la legalidad o la transgredían decididamente. Pero fue una comunicación social ceñida a círculos restringidos que influenciaba luego a los círculos cercanos. Para finales del XVIII había concluido esta experiencia que ha servido para mitificar y legitimar el orden propagandístico burgués.
El mito parte de cinco supuestos que incluso ni se cumplieron totalmente en aquellos tiempos, y que desde luego ahora no se cumplen en absoluto. El primero es la igualdad intelectual y de conocimientos de los llamados agentes sociales. Eso aseguraría rigor y seriedad en la comunicación. El segundo es la igualdad de acceso a los medios, o su neutralidad y ecuanimidad. En el caso de no realizarse, o por simple voluntad y derecho, está el tercero, la capacidad de los «ciudadanos» para, según sus puntos comunes, fundar su propia prensa. Los tres supuestos requieren de un cuarto: la no intervención controladora del Estado y/o de cualesquiera otros poderes. Y por último, el supuesto de la no represión, no persecución y no represalias ni intimidaciones de los poderes por el ejercicio de la libertad de expresión y por el ejercicio de los cuatro supuestos anteriores.
No vamos a insistir en una crítica del mito, pues es obvio que en la realidad clasista, de opresión nacional y de sexo-género, patriarcal, no se cumplen ninguno de aquellos supuestos. Sí tenemos que decir que las cuatro corrientes críticas —socialdemocracia de centro y de izquierda, anarquismo y bolchevismo— se movieron siempre dentro de los parámetros formales pese a su radicalismo, de denuncia: como ejemplo ponemos la crítica más dura de ellas, la de Lenin en su debate con Kautsky, y las críticas libertarias del anarquismo. Aspectos centrales como la teoría de la alienación, etc., no se emplearon. Ya hemos repasado la evolución de esas posturas y de sus plasmaciones en el campo de la concienciación revolucionaria.
Sí tenemos que profundizar la crítica a esos supuestos desde las aportaciones inestimables desarrolladas fuera del estúpido dogmatismo de las izquierdas. Por ejemplo, sin matizar, el psicoanálisis ha demostrado que esa comunicación social justo llega a la superficie de la consciencia, quedando fuera de sus efectos el universo inconsciente y subconsciente de la personalidad individual y colectiva. Todo un mundo irracional y desconocido, cargado de culpabilidades, miedos, ansiedades, represiones, sublimaciones, transferencias, neurosis, histerias, esquizofrenias, etc., queda al margen de esa comunicación en apariencia todopoderosa. Un mundo que convive con la personalidad individual y colectiva, formado desde los primeros instantes de la vida, resistente en sus actitudes profundas a las presiones superficiales.
La antipsiquiatría ha enseñado que la comunicación oficial no es sino el traslado autoritario de órdenes y mandatos neurotizantes, sadomasoquistas y esquizoides, mientras que existen otras comunicaciones subversivas o simplemente no integradas en el poder. Ha demostrado que la «locura», además de estar en todos, es también un proceso sociopolítico determinante en la llamada comunicación social. La psicología ha mostrado que las trampas y las manipulaciones en la comunicación social no son tan efectivas como se dice gratuitamente sobre las zonas débiles y externas de la personalidad, las mutables e incluso sugestionables, pero también afirma que existen técnicas de manipulación tanto más efectivas cuanto que hayan descubierto el filón subconsciente de la dependencia, inseguridad, ansiedad, culpabilidad, etc., de las masas, o de sus frustraciones y ansias acumuladas durante generaciones en la trastienda de la memoria histórica.
El feminismo ha demostrado que la comunicación social es un monólogo patriarcal que, por una parte, excluye a la mujer de todas las esferas comunicacionales, especialmente de las decisorias, y por otra, convierte esa exclusión en opresión, nada más concretarse materialmente. Ha demostrado a la vez que la razón patriarcal limita, empobrece y especializa la comunicación social en todas sus formas, y que es en los períodos preelectorales y decisivos políticamente cuando el lenguaje patriarcal se vuelve más machacón, insistente y efectivo. Por su parte, la crítica del eurocentrismo muestra cómo la razón eurocéntrica justifica el orden simbólico y el imperialismo, así como sus códigos y normas. El racismo, la xenofobia, el rechazo de lo externo, etc., son instrumentos autoritarios que, convenientemente manipulados por el poder, condicionan la comunicación social. Por último, el consumismo y el modelo de vida eurooccidental criticado por la ecología, desmitifica la comunicación social al demostrar su dependencia para con los valores capitalistas.
Desgraciadamente, a lo sumo que llega la izquierda es a aceptar las conocidas críticas al proceso de construcción de la realidad social que realizan los medios. Nos estamos refiriendo a las críticas a la mecánica intraperiodística de elaboración de la noticia, de selección del hecho y su interpretación y encuadre, etc. No negamos su valía, que es mucha, pero hemos de insistir en la cortedad de su visión al dejar de lado esos mundos y espacios ignotos, unos inaccesibles y otros muy resistentes a la manipulación. Visión corta también al no considerar el desarrollo de la industria de la comunicación y de la cultura, con sus efectos nuevos y cualitativos, como veremos en el apartado siguiente. Corta también al ver solo superficialmente la dialéctica Estado/transnacionalización, en el plano general y en el plano específico de Hegoalde, al reducir la dirección del Estado al Pacto de Ajuria-Enea. Por último, cortedad de visión al plantear muy débilmente otros medios de propaganda y concienciación que superen las limitaciones vistas y abran o amplíen nuevos espacios comunicativos y concienciadores.
Todos conocemos la maquinaria de fabricación social de la realidad, ese proceso atentamente controlado por el poder que empieza en referencia, sigue en signo, continúa en registro y concluye en representación de lo real, para empezar otra vez una referencia nueva marcada ya por la representación, lo que hace que, cuando menos, nos movamos siempre dentro de la doble representación de lo real, que no solo en su reflejo según la doctrina estalinista. Tal maquinaria, efectiva y terrible, que se perfecciona con el impacto televisivo, construye la objetividad oficial y su subjetividad correspondiente. Los parámetros definidores de lo real quedan así dentro de la lógica del poder que, gracias a ese par objetivo/subjetivo, construye a la vez los límites de lo pensable, de la posible y de lo necesario; es decir, de lo político como globalidad. Ahora bien, tal demarcación de la comunicación social tiene sus propios límites insalvables.
La propaganda política y la publicidad comercial, que cada día se unen más, y que tienden a copar toda la comunicación social en sus planos mercantiles, comerciales e institucionales, se obturan en su galopar y cosechan estruendosos fracasos cuando chocan contra la comunicación intragrupal e intergrupal. Los grupos o colectivos autocentrados, con identidad propia basada en el mismo proceso común de socialización primaria, de primeros momentos de asentamiento de su estructura psíquica grupal e individual, resisten muy bien la manipulación de la doble representación de lo real.
Ello es debido a una triple razón que actúa simultáneamente en la colectividad e individualidad: primero, las actitudes básicas forman parte de una pauta integrada de praxis, de modo que ninguna actitud básica puede ser cambiada aisladamente, ella sola, al margen del cambio global; segundo, las actitudes periféricas, aun siendo más inestables, también se sostienen en la unidad grupal referencial resultando extremadamente difícil transformarlas aisladamente fuera de la transformación de las actitudes periféricas, que no básicas, del grupo y tercero, todo intento de forzar ilegítimamente las periféricas del individuo tiende casi ineluctablemente al fracaso debido a que este siente el forzamiento como despersonalización y desarraigo de sí y de su identidad grupal.
Los poderes astutos saben la limitación triple descrita y buscan cambiar la identidad periférica grupal como paso previo e imprescindible o, a la desesperada, romper el grupo para debilitar primero y después destruir la identidad individual. Simultáneamente, crean otro grupo referencial absorbedor de las ansiedades, angustias e inseguridades aparecidas al perderse la autoidentidad del sujeto en cuanto individuo grupal. El grupo referencial alternativo debe empero poseer debilitado, pero aparente, algún registro o código primario, profundo y substancial anterior, que le legitime, atraiga al individuo y llene su vacío. Entre la multitud de ejemplos, ponemos dos: la dispersión de los prisioneros vascos y las facilidades para la «discusión» sobre un modelo «democrático» de resolución del conflicto —que actúa de señuelo de legitimidad profunda— como paso para su arrepentimiento efectivo, pero oculto y otro, la reducción del euskara a simple referencia académica y asignatura opcional como señuelo legitimador de la desnacionalización y deseuskaldunización.
Sin embargo, existen mecanismos relativamente efectivos a escala amplia, y menos a escala grupal cohesionada, que permiten el forzamiento subconsciente y en algunas cuestiones inconsciente de un sujeto o colectivo no muy cohesionado y sólido, o sea de sus actitudes periféricas y en menor medida profundas y básicas. El psicoanálisis nos ha enseñado a nosotros y al poder que hay fuerzas inconscientes y subconscientes susceptibles de ser manipuladas en beneficio del orden mediante una sabia excitación propagandística, manipulación publicitaria o, lo que es más efectivo, ambas cosas.
Vamos a sintetizarlas en seis: una, la racionalización conformista o mal menor, que permite aceptar la explotación con el dicho popular de que es mejor malo conocido que bueno por conocer; dos, para controlar la frustración por una promesa electoral, política, personal, etc., incumplida se propicia la substitución de dependencias y de sus objetivos, de modo que es posible recuperar la confianza perdida; tres, la proyección hacia terceros, sean pueblos, clases o individuos de la propia culpabilidad, de los aspectos negativos de la propia imagen subconsciente de la personalidad grupal o individual; cuatro, o un proceso contrario a la proyección como es el de la identificación, mediante la cual el sujeto se identifica con el líder o con lo que sea; cinco, o también la compensación de las expectativas frustradas del sujeto mediante un impulso, señuelo, reclamo o referencia que no estaba en la frustración anterior y, último, seis, el conformismo que nace de la incapacidad de ser uno mismo y del miedo a intentarlo, convirtiéndose en un ideal de ser como la mayoría, como lo común, conformándose con su miseria gregaria.
La llamada opinión pública está mediatizada y condicionada en muchos aspectos por estos seis factores. Mientras que, por lo común, nosotros centramos nuestra atención en las manipulaciones directamente políticas del enemigo en sus medios, dejamos de lado el desenvolvimiento diario en todos los medios, especialmente en la radio y TV, de esos instrumentos. No nos damos cuenta de que su efectividad aumenta en la radio y TV, y también en programas que no tienen nada que ver con la tele-basura, que es lo único que criticamos de la TV. El enemigo sabe su eficacia y la refuerza con algo fundamental: tiñe, barniza su propaganda con aires de positividad, de optimismo controlado y de alternativa. Lo hace, aunque no sea propaganda política. Lo hace porque sabe que así manipula mejor los seis boquetes de la estructura psíquica de masas, necesitadas, ansiosas de recibir promesas, expectativas de solución y sensaciones de fuerza y orden. Todo ello es mucho más dañino que todos los editoriales y proclamas diarios de la prensa escrita.
Probablemente, más de uno pensará que despreciamos o al menos minusvaloramos la capacidad de consciencia de las masas. Se equivocan. La valoramos altísimo porque es bajísima. Precisamente ese es uno de los méritos del MLNV y de las izquierdas revolucionarias en general. Conociendo el poder del Estado, conociendo la alienación y la estructura psíquica dominante de masas, que es la que el poder necesita, por cuanto la ideología dominante es la ideología de la clase dominante y nación dominante; conociendo el abrumador analfabetismo funcional y la incultura media avasalladora; constatando el estado de malestar y patología psicofísica, de miseria sexo-afectiva y de abulia ético-moral, sabiendo todo eso y más, es cuando menos para estar contento por el grado alcanzado, pese a nuestros errores reiterados.
Ocurre que tenemos una muy mala e irreal visión de lo que son las masas oprimidas en su realidad global. Este es un ejemplo claro de que colgamos de una herencia teórica que ahorca. Por razones que hemos intentado explicar arriba, las izquierdas han terminado aceptando la concepción de la burguesía ilustrada del ser humano, anterior al irracionalismo burgués decadente actual. Partiendo de ahí, de ese lastre, somos incapaces de comprender no solo qué y cómo son esas masas, sino también, y a lo que vamos, qué y cómo es la llamada comunicación social entre ellas y, fundamentalmente, contra ellas. Por lo tanto, el grueso de la praxis comunicativa del MLNV se sustenta sobre tesis inservibles.
La comunicación social en su forma consciente y clásica es infinitamente menor de lo que pensamos. No negamos su importancia, pero insistimos en tres cuestiones: una, su importancia es más subconsciente e indirecta, que directa y consciente; dos, es más que nada un monólogo unidireccional del poder al pueblo, y no a la inversa, y apenas del pueblo para el pueblo mismo, aunque sí existe intercomunicación popular, pero a otra escala, muy sectorializada y cuarteada, y en grado muy reducido y último, tres, su efectividad aumenta especialmente en o casi se reduce a la comunicación intragrupal, o sea dentro de los parámetros referenciales marcados por las identidades profundas que aseguran las fidelidades o, al menos, retrasan considerablemente los cambios de opinión y los condicionan con mezclas e hibridajes.
Por tanto, la sobrevaloración de la efectividad de la comunicación social en el plano consciente impone una sobrevaloración de las técnicas y sistemas comunicativos tendentes a ese fin, a la vez que, simultáneamente, minusvalora la decisiva importancia de otros dos campos: uno, lo que está debajo de la punta del iceberg de la estructura psíquica y otro, los sistemas de contacto y diálogo, de convivencia y complicidad, de oferta y apoyo. Bien es cierto que el MLNV ha intentado corregir esta segunda parte mediante la campaña eskuz-esku, pero se trata de un esfuerzo loable, aunque muy limitado, aislado de la totalidad y ceñido a una corta campaña electoral.
Lo grave de esa sobrevaloración, aparte de todo lo expuesto, es que termina condicionando la mentalidad y dinámica diaria de la praxis comunicativa, asumiéndose la lógica dominante sobre los comunicados y notas de prensa, las comparecencias ante los periodistas, las filtraciones controladas, etc. Se inicia así una pendiente hacia abajo que abandona los campos anteriores y que, encima, busca la fácil comprensión, sacrificando, además de la radicalidad, el rigor. Es verdad que existen una técnica y unas reglas obvias sobre comunicados, ruedas de prensa, etc., pero, primero, lo son solo en su encuadre y con sus limitaciones; segundo, pierden gran parte de su efectividad cuando los periodistas y los medios sabotean y manipulan, como sucede siempre, nuestros comunicados y tercero, terminan perdiendo su efectividad restante cuando no se expanden en la cotidianeidad social debido a nuestro abandono de los otros dos campos descritos. Así, la sobrevaloración se convierte en una peligrosa trampa absorbente. Si tuviéramos que poner un símil sería el de la presencia en el parlamento: sin un permanente contrapoder popular y obrero, callejero, se transforma en parlamentarismo, en un agujero negro que todo lo engulle.
Por último, para concluir este apartado tenemos que comprender la simbiosis conceptual entre «medios de comunicación de masas», «comunicación social» y «opinión pública». Aunque cada uno se refiere a partes precisas de la sociología burguesa, tienen una unidad básica: disolución de las diferencias objetivas y subjetivas de clase, sexo y etnia-nación en una masa amorfa, invertebrada en cuanto a las estructuras de opresión y explotación, pero multiseccionada con base en los status culturales y niveles de ingreso, y reunificada otra vez en la sumisión a las modas publicitarias, gregarización despersonalizada e individualismo masificado. De esta forma se monta un puzle caótico, manipulable a placer y distorsionador de la realidad.
La «opinión pública» la construye el poder mediante un instrumental que no podemos analizar aquí. Aceptada su existencia, se debe aceptar su «objetividad», es decir, su carácter de «verdad» y de «voluntad social». Ya en este grado de miseria teórica y práctica, en las redes del pensamiento burgués, se debe aceptar la disciplina del «juego democrático» que es la expresión de la «opinión pública» mediante la «comunicación social» realizada en los «medios de comunicación de masas». Se cierra el cepo de la «voluntad popular» y en su interior se asfixian las libertades y dignidades humanas.
3. Nuestras posibilidades
Las deficiencias descritas no se ciñen solo a lo teórico en sentido pobre del término, es decir, como simple y pobre desconocimiento de lo que ocurre. De hecho, como hemos intentado explicar, nuestra práctica está seriamente lastrada por esa ignorancia. También hay otros problemas muy serios responsables de nuestro desbarajuste, pero ya los analizaremos en el capítulo 4. Ahora debemos llamar la atención sobre una contradicción que nos debiera hacer hervir la sangre: la que existe entre nuestras posibilidades tremendas en la comunicación y concienciación popular y la ignorancia que nos impide materializar esas potencialidades. Lo malo es que aumenta la distancia entre lo mucho que podemos hacer y lo poco que hacemos. Y lo peor de lo malo es que esa distancia se incrementa cuando el capitalismo con su industria transnacional de las comunicaciones y de la cultura, con la inestimable ayuda del Estado y de sus siervos, que tienen también autonomía propia con respecto a las transnacionales, este capitalismo está desarrollando nuevos instrumentos de penetración, control y dominio basado en técnicas de acceso al subconsciente.
Lo grave de esta estrategia es que junto con los cambios sociales estructurales, prepara las condiciones de penetración y condicionamiento de los niveles más profundos y hasta ahora resistentes del inconsciente. Como veremos de inmediato, tal cosa no es solo un peligro remoto, sino mediato, que atañe, entre otras cosas, a los procesos de formación de la identidad nacional dentro de la personalidad del sujeto en sus primeros años de vida. Es un tema de gran trascendencia que vamos a desarrollar a continuación y que confirma la importancia de la contradicción descrita arriba.
3.1. Identidad nacional y de clase
Aunque la práctica comunicativa y concienciadora del MLNV se centra correctamente en la identidad nacional vasca en cuanto fuerza en la que asentarse y a la que reforzar, el grueso de esa práctica es mayormente superficial. Por superficial entendemos aquí dos cuestiones relacionadas: una, lo nacional es visto más que nada como un sentimiento, en vez de como un componente profundo de la personalidad colectiva. Aunque sí hay partes del MLNV que tienen esa correcta concepción de lo nacional como elemento de la personalidad colectiva profunda, el grueso lo interpreta como un sentimiento, es cierto que más fuerte que otros, pero al fin y al cabo sentimiento. De esta forma no se tiene una certidumbre seria y convencida tanto en la capacidad de resistencia de la conciencia nacional como de su poder concienciador y comunicativo a nivel cotidiano. Con ello desperdiciamos una gran fuerza a la vez que no alimentamos convenientemente a nuestras bases, que piden mensajes y prácticas más serias y profundas que las correspondientes a un simple sentimiento.
Pongamos el esclarecedor ejemplo de cómo durante el último tercio de siglo esa identidad nacional ha ido desmintiendo una y otra vez, sistemáticamente, a todas las teorizaciones agoreras y exterioricistas sobre el agotamiento de ETA, que no solo de la lucha armada. Las causas de este mentís permanente hemos de buscarlas en la raigambre profunda de la identidad nacional dentro de la estructura psíquica de gran parte de vascos, así como en la fuerza de los sentimientos nacionales de miles de vascos que, con una identidad nacional algo menos profunda, sí sienten la opresión y están dispuestos a hacerla frente cada uno según su síntesis entre sentimiento e identidad. Comenzábamos el análisis del problema que tratamos describiendo las constantes comunes a todas las escisiones de ETA y del MLNV en su relación con la propaganda, que es el espejo en el que se reflejan las estrategias, viendo cómo todas ellas menospreciaban esa identidad y, partiendo de ahí más el impacto de modas exteriores, profetizar la próxima desaparición de ETA.
De igual modo, llegando el ejemplo al plano electoral, advirtiendo que en este plano rigen mecanismos específicos y autónomos —que no independientes del resto— de decisión última a la hora de votar, hay que concluir que la identidad nacional vasca en el plano electoral, además de ir en aumento, ha dado una y otra vez un mentís a quienes aseguraban el inmediato derrumbe electoral del MLNV. Ha demostrado también que el sentimiento nacional se refuerza o debilita electoralmente con más facilidad que la identidad nacional. Por último, los años electorales han demostrado que otras identidades nacionales, como la española, por ejemplo, se reactivan en determinadas coyunturas y atraen hacia sí a los sentimientos nacionales más débiles que dormían en el abstencionismo o que, incluso, según sus formas de superación de un nacionalismo por otro, del español en beneficio del vasco, habían votado a las formas más licuadas del nacionalismo, las del PNV, para volver por las presiones de la coyuntura a su fidelidad originaria. Pensamos que la experiencia en Nafarroa confirma lo aquí descrito.
Ambos ejemplos son en realidad uno mismo. Podríamos profundizar en la importancia del matiz entre identidad y sentimiento, pero no es este lugar para ello. Solo cabe decir que todas las fuerzas regionalistas, españolistas modernas y en general antiabertzales, saben o intuyen la importancia del matiz y con toda lógica por su parte potencian más, cuando lo hacen, el sentimiento que la identidad. Uno de los secretos a voces del abandono del euskara por muchos regionalistas o su persecución encubierta o pública por otros y por los españoles, es el de que prefieren en todo caso como mal menor un mero sentimiento vasquista difuso, manipulable y olvidadizo, que una identidad vasca profunda, vivida conscientemente y dispuesta a todo.
La otra forma que adquiere la superficialidad del concepto y su uso de sentimiento nacional, solapando al de identidad nacional en vez de ir junto a él, es la de inconcreción de la pertenencia y adscripción clasista del sujeto. El MLNV tiene en este asunto una tremenda laguna que en algún caso concreto desaparece plenamente, como es LAB por razones obvias, en otros es muy poco profunda como en el caso de la mayoría de la militancia de KAS, pero en otros desgraciadamente mayoritarios, la laguna se convierte en un océano que ha sumergido casi totalmente el contenido trabajador y explotado clasistamente de la inmensa mayoría de la población vasca. HB es en este asunto un ejemplo lastimoso de desnaturalización y de desclasamiento. Excepto comunicados de prensa puntuales, que denotan eso sí un sabio oportunismo y sentido del momento, sobre la crisis socioeconómica, excepto eso, más algún que otro cartel, HB y el grueso del MLNV en absoluto llevan una práctica de identificación con la suerte de cientos de miles de vascas y vascos explotados económicamente.
Existe y se ahonda así una fosa de incomunicación que además de afectar a centenas de miles de vascos y vascas explotados que no son del MLNV o que tienen simpatías relativamente distantes, también impide que varias decenas de miles de miembros, laguntzailes y cercanos al MLNV malvivan en una creciente y peligrosa esquizofrenia entre su identidad nacional y su identidad clasista, o en caso extremo de miembros del Pueblo Trabajador Vasco. Esa disfunción creciente entre dos vivencias cotidianas, que en realidad son una y de ahí viene el desdoblamiento esquizofrénico, son unidas por la propaganda del sindicato LAB y muy de vez en vez por algún cartelito y nota de prensa de HB. Sin embargo, el problema es extremadamente grave por cuanto las generaciones jóvenes, de juventud trabajadora por pertenencia de clase, pero que van a sufrir una sobreexplotación brutal, se distanciarán progresivamente de un MLNV incapaz de ofrecerles una respuesta práctica y teórica. Las consecuencias de ese alejamiento —que se está dando ya?— no tardarán en condicionar los sentimientos nacionales de las franjas jóvenes con menos identidad nacional, los hijos y nietos de trabajadores de fuera y en proceso de renacionalización de lo español a lo vasco. No mucho más tarde condicionará la identidad nacional en su conjunto.
Hablamos únicamente de la previsible evolución tendencial de los sentimientos e identidades nacionales de una juventud trabajadora que no recibe del MLNV apenas ningún alimento material y moral, teórico y práctico, sobre su presente y su futuro. No podemos analizar aquí las previsibles repercusiones globales, sobre la totalidad del Pueblo Trabajador, causadas por la debilidad, por llamarla de alguna forma, del mensaje clasista de HB y del movimiento en su conjunto. Ocurre que cerca del 90 % de la población vasca pertenece a lo que podríamos definimos como Pueblo Trabajador. Ocurre que de cerca del 90 %, la mayor parte son clase obrera, bien porque sean asalariados directos, bien porque están en paro aunque pertenezcan objetivamente a esa clase, bien porque se están preparando para ser asalariados y explotados en un futuro —la juventud—, bien porque su trabajo aunque no asalariado ni tampoco productor de valor, sea imprescindible para el Capital —el trabajo doméstico—, o por otras causas. Ocurre que esta realidad estructural y, lo que es fundamental, estructurante, crea y construye las partes más profundas y estables del inconsciente y del subconsciente, aunque debido a diversas causas que no podemos analizar ahora, varíe su plasmación consciente.
Pues bien, en la medida en que el mensaje del MLNV no alimente ni dé perspectivas reales, vivenciales, de esa realidad estructurante, en esa medida además de dejar los espacios libres a la penetración del Capital, estamos ayudando a desnaturalizar la identidad nacional de clase y los sentimientos nacionales de clase de cerca de ese 90 %. Desde luego que el problema es más complejo que esta descripción, pero el núcleo es claro. Problema tanto más preocupante por cuanto nos encontramos en un período interfásico de acumulación a escala planetaria, agravado en Europa por un período de reordenación interna y acompañado en Euskal Herria por una crisis de agotamiento de las formas históricas de relaciones socioproductivas. Esto, por una parte, en cuanto a la gravedad y a la necesidad de recuperar inmediatamente la naturaleza trabajadora del MLNV porque, por otra parte, por la del enemigo, este desarrolla con sus transnacionales de la cultura nuevos y más perfectos instrumentos de alienación, como hemos descrito anteriormente.
La fuerza de la identidad nacional de clase nos permite desarrollar, por una parte, nuevos instrumentos de concienciación y aglutinación que no investigamos porque reducimos identidad a sentimiento, rebajando así su arraigo, fuerza y posibilidades prácticas: por otra, la dialéctica entre identidad y sentimiento nos permite conocer primero y después abrir nuevos campos de concienciación que desconocemos y, por último, una estrecha simbiosis entre lo que fácilmente definimos como «lo nacional» con «lo social» —expresión esta última más derechista que la socialdemócrata de «ciudadanos trabajadores»— nos pone a la altura de las masivas demandas populares de radicalidad y profundidad. Luego, en el apartado 5-1, analizaremos esta cuestión con más detenimiento.
Pero lo fundamental para nosotros ahora es dilucidar la evolución tendencial ascendente o descendente de la identidad y del sentimiento nacional dentro de la evolución contextual previsible a medio y largo plazo. Se observará que hablamos siempre de evolución tendencial, pues no es automática, no está predeterminada a triunfar. Tendencial quiere decir que está sometida a las presiones en contra del Estado por españolizar y desvasquizar a los vascos; quiere decir también que, al contrario, está sometida a la eficacia concienciadora abertzale con y a partir de todos sus instrumentos y, por último, quiere decir que está sujeta a la deriva desorientada, mezcla caótica de todas las fuerzas ciegas o conscientes que influyen sobre ella. Es suma, sostenemos que es un proceso que padece internamente y se abre externamente a una crisis de trifurcación.
Nuestra hipótesis es que, si trabajamos bien, tiende a aumentar la identidad nacional definitoria conforme se desarrollan los procesos de lucha y sus efectos sobre la socialización primaria y secundaria de la juventud vasca, en especial las tres fases sucesivas de apertura y aceptación de la identidad nacional. La primera fase va desde la socialización primaria que podríamos definir como la que concluye con la integración del Edipo-Electra en la personalidad, se sientan las bases afectivas, emotivas, íntimas de la psique ante lo inmediato, ante los referentes próximos definidores de la realidad: de ahí la tremenda importancia estratégica de la lengua materna en la constitución entera de la estructura psíquica, y concluye esta primera fase aproximadamente entre los 7-8 años.
La segunda fase, que abarca hasta los 10-11 años, empieza ya el despegue lento de la protección de los referentes citados, así como el conocimiento de otras realidades espaciales más amplias. Empieza también la socialización secundaria que parte de lo asentado en la primaria. A partir de los 12 años aumenta la apertura al mundo en sentido general. La adolescencia marca el momento culminante de este proceso de construcción global de la autoidentidad individual dentro de la identidad colectiva. En esta última fase son de gran importancia los microespacios grupales, las primeras cuadrillas en las que se contrasta y critica el conjunto de informaciones recabadas en los otros dos grandes marcos delimitadores: la familia y la escuela. Sobre esta base secundaria se desarrollarán luego las capas más accesibles a la propaganda política superficial y a la publicidad. De aquí la importancia de que la juventud crezca en entornos nacionales y crítico.
Pues bien, la evolución social vasca camina tendencialmente hacia una profundización de la influencia nacionalizadora en todas las fases aunque no con la intensidad y velocidad que se podría desarrollar disponiendo de todos los poderes nacionalitarios propios a un autogobierno avanzado, por no hablar de la independencia. Existen empero fuerzas contrarias poderosas, especialmente el ataque empecinado contra el euskara, ataque unido estrechamente a los efectos desnacionalizadores de la industria cultural transnacional. Hay otros como el rebrote del nacionalismo español, pero su incidencia es mayor en aquellos sectores poblacionales que caminan por el valle de las sombras apátridas, pues han perdido el referente nacional o regional de sus padres no vascos y aún no han desarrollado la identidad vasca aunque tienen grados de simpatía.
Conviene recordar al respecto que la población de Hegoalde, según el censo de 1991, tiene un 31 % de nacidos fuera, un 29 % con uno o los dos padres de fuera, un 7 % con uno o dos abuelos de fuera y un 33 % con los cuatro abuelos vascos. O SEA, EN 1991, UN 60 % DE HEGOALDE HABÍA TENIDO SU SOCIALIZACIÓN PRIMARIA O BIEN TOTALMENTE EN OTRO MARCO NACIONAL NO VASCO, O BIEN, CON UN ALTÍSIMO COMPONENTE AFECTIVO Y COGNITIVO NO VASCO. Comprendemos ahora mejor la diferencia entre identidad nacional y sensibilidad nacional. Todas las encuestas indican con mayor o menor fiabilidad la tendencia al fortalecimiento de la identidad nacional —que no tiene por qué plasmarse de inmediato en el voto a HB—, y también la tendencia al alza del sentimiento nacional. Naturalmente, también se dan rebrotes del nacionalismo español y debemos analizar en su momento con más detalle el sentimiento navarrista y su relación con la identidad vasca profunda o con una específica identidad navarra abierta a una rápida transformación en identidad vasca. Aquí no podemos extendernos más.
Sin embargo, el debilitamiento del mensaje «social» del MLNV puede hacer que, en condiciones de crisis estructural, las expectativas de crecimiento de la identidad y de la sensibilidad, aun dándose realmente, se orienten hacia otras corrientes sociopolíticas no necesariamente de izquierdas. Existen demasiados ejemplos en la historia como para estar atentos al respecto. Cuando durante una generación o más, se extiende la certidumbre material de un derrumbe socioeconómico con los efectos de inseguridad, precariedad, reinicio de la emigración al exterior, etc., se sientan las bases para que las nuevas generaciones tengan su socialización primaria en un marco muy diferente al de las generaciones precedentes. Las nuevas, así como franjas de las menos maduras, buscarán otras opciones políticas o simplemente las cambiarán, y hasta pueden crearlas a partir de trozos anteriores.
No es un proceso súbito, aunque según los casos —tenemos que analizar en detalle la explosión social italiana, la pulverización de sus partidos fundamentales, los profundos cambios acaecidos en muy poco tiempo, pero excepto unos apuntes urgentes sobre varias elecciones europeas que coincidieron a finales del 92, en los que se citaba la segura crisis global italiana hechos hace más de un año y que hoy roncan en el olvido de cualquier cajón burocrático, el MLNV no se entera de lo que sucede, y hablamos solo de Italia porque qué pasa en Inglaterra, Bélgica, etc.?— puede acelerarse inusitadamente y coger al personal en el W.C.… Pensamos que Euskal Herria está vertebrada en lo substantivo como para no darse el caso italiano, pero, aun así, tenemos que mirar al mañana.
Estamos a tiempo de, primero, impulsar el proceso de identificación nacional de clase; segundo, impulsar las sensibilidades nacionales; tercero, debilitar la reproducción del nacionalismo español y, cuarto, simultáneamente a lo anterior, llenar el vacío, satisfacer la demanda popular, los interrogantes sociales que estudiaremos en el apartado 4.2.
3.2. Acción y conciencia.
Junto a la identidad nacional de clase, Hegoalde tiene además un componente interno muy sólido y que desaprovechamos casi en su totalidad. Hablamos del conjunto de autoorganizaciones, prácticas, valores, normas y legitimidades que sostienen tanto la práctica de la lucha armada como otras muchas formas de intervención y presión popular. Tendemos a reducir todo lo relacionado con la violencia defensiva a la lucha armada en su sentido estricto y único. Eso es verdad, pero solo parte de la verdad. Existen otras formas de violencia defensiva, de maneras de acción, resistencia, protesta, reivindicación, etc., que no siendo obviamente lucha armada, tienen componentes de violencia defensiva o interactúan con ella, o la rozan. La efectividad concienciadora de esas prácticas es considerable, sobre todo cuando son divulgadas y conocidas, cuando sus resultados positivos son rentabilizados propagandísticamente.
Hemos escogido el título del apartado como «acción y conciencia» porque sirve para sintetizar los efectos positivos de la acción en general, y no solo de la lucha armada, sobre la conciencia. La experiencia nos ha enseñado que la vieja teoría del proceso ascendente «acción-represión-acción» tuvo validez dentro del contexto de la dictadura y que con la «transición» empezó a debilitarse hasta necesitar un enriquecimiento al introducir el enemigo nuevas formas de alienación, opresión, integración, desmovilización, consenso, etc. Además, los cambios introducidos por el enemigo —que este define como «democratización»— se dieron cuando se empezaban a hacer patentes los efectos desestructuradores de la profunda crisis social. La teoría de la «acción-represión-acción» correspondía a una fase histórica precisa caracterizada por el ascenso de las luchas simultáneamente al hundimiento del franquismo, a la desunión del reformismo y a la fase en alza de la economía; estos tres factores ya no existen; sin embargo, determinados contenidos de la teoría siguen siendo válidos.
Sigue siendo válida la función decisiva de la acción como negadora del monopolio de la violencia por el Estado, como ejemplo de la superioridad de la práctica sobre la pasividad, etc.: la única batalla perdida de antemano es la que nunca se inicia. Los cambios del enemigo nos han enseñado la necesidad de introducir mejoras en la teoría, destinadas a aumentar los efectos concienciadores, aglutinadores, etc. Todo ello requiere que la acción sea bien rentabilizada, divulgados sus logros y encuadrada teóricamente. Pero fallamos estrepitosamente en la aplicación de esas mejoras. Más adelante, en el apartado 4.6 en concreto y a lo largo del todo el capítulo 5 en general, volveremos al problemón de la rentabilización.
Ahora es necesario comprender que la acción colectiva e individual, las formas autoorganizadas de protesta y reivindicación, las prácticas movilizadores, es decir, todo lo definible en su generalidad como «acción» tiene efectos concienciadores. Queda claro que no hablamos de la acción por la acción, en sentido del activismo nihilista, y que además incluimos esas acciones dentro de una estrategia y una táctica, con medios y sistemas divulgadores, etc. Pues bien, el efecto fundamental de la acción como fuerza concienciadora radica en la ruptura que supone con respecto a la alienación, al miedo, al individualismo, a la cobardía, a la falta de perspectiva y de visión a medio y largo plazo. Esto en el sentido político-filosófico de superación de la personalidad alienada. Naturalmente, ello exige al MLNV una potenciación de la iniciativa popular y de clase, de grupos y sectores, de movimientos y asociaciones. Le exige una profundización global en ese aspecto.
Pero también le exige una profundización del sentido político y teórico de la acción y, ahora ya en especial, de la lucha armada. en cuanto expresión suma de la violencia defensiva. Hasta ahora hemos legitimado la lucha armada. por su carácter de respuesta, y debemos seguir haciéndolo, pero apenas la hemos legitimado por sus logros innegables: sin ella hoy no existiría futuro. El punto fuerte de la legitimación realizada hasta ahora correspondía solo a una parte de las virtualidades de la lucha armada, abandonando en manos del enemigo la otra parte, la de la lucha armada como elemento capital en la supervivencia de nuestro Pueblo. Es decir, argumentamos en negativo y no en positivo. Infrautilizamos así enormes potencialidades concienciadoras inherentes al contenido político-filosófico anteriormente citado, contenido que vale para toda «acción» y que se multiplica en la lucha armada. por su misma naturaleza.
La interrelación de lo político-filosófico y político-teórico es central para que se materialicen todas las potencialidades concienciadoras de la «acción». Veamos el problema en sus dos vertientes extremas, la movilización más simple y cotidiana y la lucha armada. En el primer caso, por ejemplo una movida de barrio contra una putada del ayuntamiento que concluye con forcejeos que no pasan a mayores con las fuerzas represivas de turno y unos acuerdos con el concejal correspondiente; en este caso una síntesis adecuada a escala del barrio y más amplia incluso de análisis crítico y autocrítico de la movida, su divulgación y rentabilización, su elevación al carácter de enseñanza para otros barrios y sitios, todo ello incluye tanto la legitimación del proceso movilizador, como la rentabilización de sus logros, pasando por la autoconfianza colectiva e individual y por el descrédito de la inicial prepotencia de la burocracia municipal: todo el proceso en su globalidad demuestra que la acción parte de una conciencia previa, genera conciencia en su mismo momento de desarrollo y termina asentado y ampliando esa conciencia. En Hegoalde tenemos multitud de ejemplos de estos que, sin embargo, pasan desapercibidos e infrautilizados, no solo en la rentabilización sino también en la concienciación.
En el segundo caso, en la lucha armada, esa interrelación debe ser más estrecha, sistemática y masiva. Pero en este caso, la escala de funcionamiento de su rentabilización no debe detenerse en el presente, sino que debe abarcar al futuro, constructivamente y engarzando con el pasado. Así es cuando se la legitima en cuanto violencia de respuesta y en cuanto posibilitadora de un nuevo marco. Pero esa legitimación es muy pobre, como hemos intentado explicar. El conjunto del MLNV desconoce las posibilidades que se abren con la legitimación constructiva. Ella va unida de forma total a la crítica del real estado antidemocrático que padecemos, denuncia que solo se ha empezado a realizar muy recientemente, pues hasta ahora nuestro mensaje quedaba encadenado por esa frase ambigua, meliflua e inquietante de «déficit democrático» —en el apartado 5.5 volveremos al tema—. Va unida también a una defensa encomiástica del proyecto estratégico del MLNV y de su alternativa como única salida factible, cosa que está prácticamente olvidada en estos momentos. Por último, el uso propagandístico cara a la concienciación y aglutinación de fuerzas debe insistir en positivo sobre la dialéctica derecho/necesidad de la lucha armada. en el actual marco jurídico-político.
La «acción» bien pensada, realizada, divulgada y rentabilizada genera por lo común una mayor concienciación, y en el peor de los casos frena su descenso y el aumento de la pasividad. Sea cual sea su campo de intervención, grado de tensión, etc., sacude los intereses del poder. La tesis según la cual «la gente se ha acostumbrado» solo explica el estancamiento de la capacidad pedagógica, no de la acción en sí, sea la que fuere, sino del proceso explicativo anterior, simultáneo y posterior. La capacidad pedagógica de la acción también depende de su capacidad para sorprender a los instrumentos de contrainformación y al rodillo de la rutinariez desmovilizadora potenciada por la contrainformación del enemigo. Por último, depende de su capacidad para sacar a la luz la esencia del conflicto, el núcleo del problema. Existe una estrecha conexión entre la capacidad de romper el muro de silencio con la originalidad y la capacidad para desvelar el secreto del conflicto. Estos principios esenciales valen para toda acción, sea pacífica o violenta, minoritaria o masiva, clandestina o pública, general o particular, etc. Tenemos una rica experiencia en este sentido; experiencia que reducimos a tópicos recitados solo en los casos de ekintzas fuertes de la organización.
3.3. Autonomía de lo social
No tenemos que vivir de recuerdos, de glorias pasadas, pero sí tenemos que aprender de ellas y de los cambios que se han dado y que se están dando. Hubo un tiempo en el que nuestra sociedad era un hervidero de experiencias e innovaciones. Aquello pasó no solo porque se retiraron de la pelea organizaciones enteras que se disolvieron y desaparecieron, o que se pasaron con armas y equipos al Estado, sino también porque se produjo un cambio de tácticas del enemigo y porque, a la vez, cambió la sociedad en su conjunto. Sin embargo, desde hace unos años asistimos a una lenta nueva oleada de crecimiento de la autonomía de lo social. Se trata, es patente, de otras formas, pero sobre el mismo suelo nacional y de clase. Antes de seguir es necesario responder a qué es eso de autonomía de lo social?
Es el conjunto de formas de expresión que adquieren todas las inquietudes sociales que no encuentran medios de expresión, ni representatividad, ni defensa en las instituciones burocráticas y aparatos políticos. La expresión «autonomía de lo social» surgió para profundizar teórica y prácticamente más y mejor que la peligrosa expresión de «sociedad civil», a la vez que para mejorar sus claras limitaciones. Al ser un conjunto de expresiones apenas sin ligazón, su fenomenología es compleja, está especialmente sujeta a los cambios lentos o bruscos que azotan a la estructura clasista y sufre vaivenes considerables dependiendo de las grandes oleadas de auge, estancamiento, descenso y crisis de las luchas y movilizaciones. La historia reciente de Hegoalde, en los últimos veinte años, por ejemplo, es ilustrativa al respecto.
Los cambios en la «autonomía de lo social» se producen siempre con cierto retraso con respecto a los cambios estructurales, siendo estos los que determinan a los segundos, aunque luego se produzca el efecto retroactivo, dialéctico, de determinación de lo estructural por la intervención de lo subjetivo. Es esta la causa de que cuando los cambios estructurales son muy prolongados y profundos, las formas que adquieren las transformaciones sociales y sus ritmos son especialmente complejas, lentas e incluso contradictorias en apariencias. Debemos insistir en esta dialéctica para poder dar el siguiente punto, el de conocimiento del estado actual de lo social y de sus formas de autoorganización en Hegoalde.
Pues bien, nos encontramos en un momento en el que las viejas formas de expresión de lo social —no de la «sociedad civil»— conviven con las nuevas en gestación. Algunas de esas viejas formas han desaparecido o se han debilitado en extremo, mientras que las nuevas son aún demasiado débiles. La diferencia entre ellas no radica tanto en los problemas a los que responden, pues estos son digamos que permanentes —por ejemplo, la reactivación actual del montañismo, de grupos pequeños de deporte y cultura, de incipientes asociaciones vecinales, de autoorganizaciones embrionarias pero locales de lucha contra problemas inmediatos, etc.— por la propia lógica del Capital a integrar/desintegrar/excluir esos problemas, como por las nuevas mentalidades, las formas nuevas de expresión y resistencia, etc. Precisamente aquí radica la importancia de la práctica comunicativa del MLNV.
Es en los momentos de cambio cuando el acierto o el error, y sobre todo la pasividad y ausencia de política comunicativa y concienciadora, se vuelven decisivos. El problema clave nace de dentro mismo del cambio: la desorientación que produce en muchos y muchas militantes, el desánimo que causa en otros el ver cómo no mantenemos una dinámica de potenciación de esas experiencias, el cansancio de otros les hace ver cómo resultado de todo ello no sirven apenas de nada los esfuerzos encomiables aunque individuales, todo ello retrasa una intervención planificada. No hace falta decir que gran parte de las causas del retraso son debidas a la incapacidad del MLNV y en concreto de HB para comprender lo que está sucediendo en la sociedad vasca y su apego rutinario a viejos clichés.
La potencialidad comunicativa de la rica vida social autónoma vasca está siendo infrautilizada por el MLNV pese a los esfuerzos en corregirlo. Una de las causas principales de nuestro fracaso nace de esa incapacidad de compresión, problema que no debemos de cansarnos en denunciar; pero otra, unida a la anterior, radica en los vicios burocráticos y ultracentralizados del funcionamiento comunicativo del MLNV en general, y en los mensajes melifluos, reiterativos, torpes y exclusionistas de la autonomía de lo social que reiteradamente hace HB, como veremos en el capítulo 4.
Tenemos teorizado al detalle la importancia de los movimientos sociales y populares en la acumulación de fuerzas, su función capital a lo largo de las fases del Proceso Negociador y su relación directa con el contrapoder. Intuimos que dentro de todo ello está su capacidad de comunicación, concienciación y desbordamiento práctico de las contrainformación del enemigo. Sin embargo, no llegamos aún a investigar ni teórica ni prácticamente tanto las nuevas realidades a favor y en contra que están naciendo en la autonomía de lo social, con las necesidades ofensivas y defensivas que ello acarrea, como los cambios comunicacionales que debemos realizar respondiendo a todo ello. El problema radica en que, a diferencia de otros asuntos más conocidos y analizados por el MLNV, el de la autonomía de lo social nos exige unas investigaciones más serias, precisamente por qué nuestros criterios y hábitos son muy torpes en un tema como este. Aquí radica una de las causas del retraso del MLNV y la tendencia a ocultar nuestra ignorancia tras el manto de la ceguera petulante.
Y en buena medida el fracaso del Pacto y de su estrategia de aislarnos, de cercarnos con un muro de incomunicación y silencio, ha sido debido además de a la Organización y otros factores, también al hecho doble y simultáneo de la resistencia de los movimientos populares y sociales relacionados con el MLNV, así como a que los nuevos que surgen no han secundado esas directrices y mantienen buenas relaciones con nosotros, desde luego mucho mejores que con ellos. Las mil y una fuentes de comunicación alternativa, radical, cotidiana, incontrolable por el Poder, que nacen y son consustanciales a los movimientos populares y sociales, a la autonomía de lo social en sí, son una impresionante fuente de críticas, de análisis y, muy determinantemente, de síntesis práctica de lo que estamos haciendo mal, de nuestros errores, pero también de los del enemigo, de sus deficiencias y fallos en la práctica. Dentro de esta difícil y bullente vida a ras de suelo, la información veraz y la comunicación constructiva, aglutinante, son decisivas para mantener vivos a los movimientos.
Comprendemos que haya compañeros que minimicen lo escrito porque conocen las debilidades actuales de lo social, de los movimientos y colectivos autoorganizados. Se trata en este caso de estudiar más a fondo lo que está sucediendo y las vías de evolución tendenciales que se aprecian. Pero comprendemos igualmente que otros compañeros rechacen o pasen de lo escrito no solo por simple desconocimiento del tema sino, lo que es peor, porque la continuada práctica dentro de las estructuras burocráticas, de los despachos institucionales, de los aparatos internos del MLNV, esos años de pensar entre paredes, les han hecho primero reducir su pensamiento a los límites marcados por las paredes y, segundo, aplanarlo tanto como ellas. Volveremos al problema dada su excitante importancia.
3.4. Riqueza del MLNV
La riqueza compleja de los movimientos sociales y populares es una de las causas de la riqueza del MLNV, y no a la inversa. Otra es la propia composición sociopolítica vasca en lo referente a costumbres y modos societarios de autoorganización. Si bien existe una conexión entre ambas razones, aquí las citamos por separado, pues también existe una especificidad al interior del MLNV, en sus mecanismos de discusión y de debate en las diversas bases que, pese a las torpezas y manías burocráticas, se mueven en niveles diferentes a los de la autonomía de lo social. Y no tenemos que olvidar, por último, el hecho central de que la violencia del Estado, la represión, por su brutal impacto en todos los aspectos aviva la necesidad de la crítica y autocrítica permanente, lo que unido a lo anterior permite, cuando no exige, una tensión cotidiana muy activa en el interior del MLNV.
Tampoco estamos aprovechando suficientemente la riqueza interna del MLNV. Antes de seguir, ¿en qué consiste dicha riqueza? Los puntos reseñados arriba nos dan una pista: consiste en la existencia en el seno del Movimiento de una amplia gama de experiencias, vivencias, ideas y propuestas que naciendo y respondiendo a la riqueza social vasca, a la dureza de la represión y a la unidad del proyecto abertzale, genera una potencialidad enorme de comunicación interna y externa. Además de la capacidad de los movimientos sociales y populares, de la incidencia comunicativa de LAB, JARRAI, etc., de la efectividad de otros medios como los impresos y el «complejo EGIN», etc., además de todo eso, que refleja en sí la riqueza interna del MLNV, está también la capacidad de HB.
Pero esto es solo una parte de esa capacidad, pues otra, también considerable, es la formada por los círculos de personas y colectivos accesibles en la cotidianeidad más cercana por todos los militantes y laguntzailes del Movimiento en las áreas descritas. La riqueza del MLNV no se reduce solo a sus componentes internos, sino también a los círculos de amigos y conocidos influenciables por esos componentes, aunque también lo sean por las fuerzas del Pacto. Cometeríamos un error tremendo si redujésemos nuestra potencialidad a nuestro interior, sin darnos cuenta de que en nuestros círculos exteriores coexisten con nosotros franjas sociales que también aportan, critican, sugieren y a menudo nos enseñan muchas cosas.
Naturalmente, comprenderlo así nos exige mucho más en cuanto a la mejora de nuestras maneras comunicativas y concienciadoras. Y el paso fundamental para lograr que esa potencialidad tremenda funcione como un sistema interactivo de comunicación con base en redes de flujos, ese paso no es otro que el de reconstruir la capacidad interna de debate y de aportación. Muchas veces hemos hablado sobre ello, pero casi nunca hemos integrado el problema concreto dentro de una totalidad comunicacional y concienciadora del MLNV. No tiene mucho sentido intentar reactivar los debates internos solo en determinados momentos coyunturales, para olvidarse inmediatamente después. Es más, tampoco tiene mucho sentido insistir en ello después si a la vez, simultáneamente, no se insiste en que nuestra gente discuta lo mismo en sus entornos exteriores, en la calle, en el trabajo, en la cama, etc.
Es mortalmente dañino querer poner mugas a la inmensa mayoría de los debates que pueden mantenerse internamente. A algunos, sí, es obvio, pero no a la inmensa mayoría. Ello es debido a que la capacidad de crítica y autocrítica, el gusto y el placer de, en y por la comunicación y el debate —algo que debemos extender ya de inmediato— o son totales o no son. El secretismo es necesario, y nadie lo niega, en determinados niveles, campos, problemas y momentos; pero en otros muchos debe imperar la transparencia, la claridad y la divulgación. Es cierto que últimamente hablamos —sí, hablamos…— mucho sobre cómo azuzar los debates y la participación interna, pero no decimos apenas nada de que a la vez se deben azuzar las discusiones externas. A lo máximo que hemos llegado, y no sin resistencias, es a elaborar determinadas listas de «convidados» a discusiones concretas, y apenas más.
El problema radica en que no comprendemos qué es la comunicación ni tampoco la concienciación. Ya hemos dicho algo sobre ello y no volvemos al tema. Sí hay que decir, empero que nuestra gente puede y debe actuar como transmisores y receptores de comunicación no solo dentro del MLNV, sino también fuera. Esa dialéctica es imprescindible para que uno y otro actúen eficazmente: romperla supone condenar a la extinción la riqueza interna del MLNV. La activación de este proceso interactivo es vital teniendo en cuenta la peor hipótesis de todas las que veremos con cierto detalle más adelante, la del cierre de EGIN y de EGIN-Irratia. Hoy EGIN juega un papel muy importante, pero tenemos que pensar en alternativas si consiguen cerrarlo. En ese caso, solo la compleja intervención de los medios aquí analizados —además de otros juegos y diversiones— puede suplir el papel de EGIN.
La potencialidad comunicativa y concienciadora del MLNV radica en que sus miles de miembros, cada uno y una en su intervención por pequeña que aparente ser, sean altavoces y micrófonos conscientes, autocríticos y creativos, de la estrategia y la táctica del MLNV. Esta fuerza es difícilmente contenible, pero también asusta a quienes no saben o no quieren dejar expresarse a las bases. Otro punto clave radica en que hemos de aprender a valorar en su enorme importancia lo pequeño, lo cotidiano, lo inmediato, la conversación en apariencia intrascendente, el comentario en el autobús o en el ascensor, en la tienda, etc. Claro que revalorizar todo ello requiere de un plan de discusión y divulgación sistemática, no de una urgente campaña preelectoral en donde, a todo correr, se quiere lavar la mala conciencia por la pasividad mantenida en cuatro años.
3.5. ¿Utilizar los medios del enemigo?
Hemos hablado de la contradicción que corroe a la industria de la cultura y de la comunicación, pues, por un lado, debe modernizar sus tecnologías y especialmente las interactivas, pero, por otro lado, ellas pueden permitir que las izquierdas las usen de otro modo después de determinados cambios. No vamos a entrar aquí al debate sobre las Nuevas Tecnologías de la Comunicación y su dialéctica opresivo/emancipadora. Es cierto que los grandes complejos transnacionales controlan férreamente el proceso, lo diseñan y fabrican a su medida. También es cierto que, como hemos dicho anteriormente, la estructura de producción social del proceso hecho-noticia-conocimiento-saber-verdad, o sea la definición de lo objetivo/subjetivo, está sobredeterminada —no en sentido estructuralista ni determinista— por la lógica del beneficio. No negamos eso, como tampoco afirmamos la total veracidad de la teoría del conocimiento como simple reflejo.
Sin embargo, a ciertas escalas y bajo condiciones y estrategias precisas, algunas de esas nuevas técnicas pueden y deben ser utilizadas en cuanto medios concienciadores. Se trata de buscar la necesaria correlación de fuerzas en el campo que nos interese. Desde luego que a escala del MLNV no podemos pensar en grandes redes interactivas no solo porque carecemos de soporte económico, sino además, por las prohibiciones y ataques del Estado. Pero así y todo, tenemos ciertas posibilidades que no debemos menospreciar. Posibilidades que se dividen en dos bloques que convenientemente relacionados pueden permitir al MLNV aumentar considerablemente su presión concienciadora y comunicativa. Ambos bloques son: uno, la mejora del instrumental técnico y de su uso por todas las estructuras y otra, la presión comunicativa sobre los medios del Poder.
El instrumental técnico, disponible ya en el mercado y a un precio cada vez menos caro, permite una rápida comunicación interna entre las estructuras y una rápida salida coordinada o individualizada a la calle. Los faxes ya funcionan, pero su uso puede ser mejorado. Los ordenadores no son simples aparatos de escritura, listados, contabilidad y archivo, son medios muy efectivos para realizar carteles originales. Los videos producidos por el Movimiento, o traídos de otros sitios, deben estar casi permanentemente puestos en las herrikos y en los txokos en vez de las reaccionarieces televisivas de turno; los videos del Movimiento deben además estar disponibles a bajo precio para la venta y comercialización. Hay que pensar también en que los txokos y herrikos suban un poco el volumen acústico de sus radios durante los partes de EGIN-Irratia. El MLNV ha de crear una comisión específica ad hoc.
De igual modo, tenemos que aprender a inundar los programas en directo del enemigo con nuestras llamadas. Los programas de radio, o en Rifirrafe, por ejemplo, deben ser inundados por llamadas de nuestra gente, al igual que las secciones de cartas al director de la prensa rastrera deben ser bombardeados con misivas de nuestra gente. También los pesos pesados oficiales del MLNV deben periódicamente intentar escribir en la prensa enemiga y, sobre todo, utilizar todo lo que se pueda, el derecho a réplica, la contestación por alusiones. También los movimientos populares y sociales han de buscar participar en debates escritos y radiofónicos, que es más fácil que en los televisivos. Por mucho que nos censuren, no debe cundir el desánimo: hace tanto o más por nuestra causa una carta en el DV o Correo Español, por ejemplo, o una llamada en directo a una radio o programa televisivo, que lo mismo en EGIN o EGIN-Irratia, etc.
Una cosa es no dar carnaza a nivel de comunicados ambiguos, de entrevistas manipulables, de documentos perdidos o robados, etc., y otra cosa es que nuestra gente, la vecina del quinto por ejemplo, envíen montones de cartas al director o le asen con llamadas de teléfono a un programa de radio en directo. Son dos niveles diferentes que hemos de aprender a manejar.
Hemos de forzar a los medios o bien a una sistemática censura de esas cartas y llamadas, lo que aumenta su descrédito, sobre todo si se va haciendo pública esa censura, o bien a permitir la publicación de algunos mensajes, lo que permite que los no publicados exijan serlo. Este campo lo tenemos totalmente abandonado y pensemos ¿cuántos votantes activos o presumibles de HB leerían esas cartas u oirían esas llamadas? Desde luego que multiplicar estas prácticas requiere un plan y consignas mínimas, especialmente en momentos y programas determinados, pero hemos de aprender a adelantarnos a los acontecimientos.
No podemos seguir con la política del avestruz. Aunque nos demos mil veces de cabeza con el muro de la censura, hemos de sacarle gusto al vicio de incordiar. Hemos de tener reflejos colectivos e individuales para atiborrar con llamadas cualquier programa. Pero, una vez más, eso requiere que nuestra gente redescubra el placer del debate, la dulzura de la provocación concienciadora, retome el espíritu ofensivo de la razón que no se arredra, que se sabe en la verdad y en la justicia. Pero ¿cómo vamos a empezar si nosotros mismos hemos empequeñecido ese espíritu, hemos aburrido el afán indagador de nuestra gente?. Son reducidísimas las posibilidades de desarrollar una interactividad comunicativa en nuestras condiciones, pero al menos hemos de intentar cumplir esos mínimos: peor es nada, la derrota está en no hacer nada.
3.6. Cambios contextuales
La dialéctica entre nuestros errores y vicios de funcionamiento y nuestras potencialidades, está oscurecida por los cambios contextuales y coyunturales. Ahora bien, un análisis detallado de esos cambios nos permite iluminar un poco nuestro presente y futuro. Existe una tendencia de todo organismo sociopolítico a enquistarse en la comodidad de lo establecido. La inercia en el pensamiento, que es parte interna a la inercia en la acción, crece en la medida en que la rutina enmohece y anquilosa las mentes y las manos. De aquí, como hemos dicho, la importancia clave, ontológica y gnoseológica, de la «acción» como partera del verbo. En todo lo relacionado con la concienciación y comunicación, el análisis contextual y coyuntural es aún más decisivo.
El contexto de opresión nacional y de clase es el mismo, pero el contexto de presiones estructurales contra Euskal Herria está cambiando como consecuencia de los problemas que nacen de la simultaneidad de dos crisis: uno, la crisis de transición de una fase de acumulación agotada —la cuarta— a otra que aún no se ha impuesto —la quinta—, crisis a escala planetaria y otra, simultánea a la anterior, la crisis de reordenación intraeuropea que nace del agotamiento de su tercera y las dificultades de asentamiento de la cuarta reordenación. Ambas crisis impactan esencialmente en los instrumentos y políticas comunicativas. No es casualidad el que la industria transnacional de la cultura haya nacido en estos momentos de cambio de contexto y sea uno de los campos de inversión más rentables y a la vez problemáticos. Sin ir muy lejos, tenemos la tremenda importancia que está adquiriendo un mafioso como Berlusconi en la caótica Italia.
Ya hemos analizado muy brevemente cuestiones centrales de este cambio contextual en lo político-comunicativo al describir la industria cultural, su transnacionalización y la «realidad virtual», pero apenas hemos entrado a analizar las posibilidades que están naciendo dentro de él. Sí nos hemos referido ligeramente al surgimiento de resistencias, alternativas y propuestas contrarias relacionadas con el uso crítico y concienciador de algunas nuevas técnicas comunicativas. El problema que tenemos al respecto, a la hora de profundizar en las posibilidades que por unidad de contrarios están dadas en el cambio contextual, es que, de una parte, aún no han florecido las imprescindibles prácticas y teorías críticas, aunque se avanza ya y, de otra parte, nuestra nula experiencia es fríamente desalentadora. Por todo ello hemos de evitar una vez más el viejo error exterioricista consistente en copiar sin ninguna precaución todo lo externo.
Lo que sí parece emerger ya en este cambio de contexto es la posibilidad de desarrollar mejores medios interactivos con las izquierdas europeas. Estamos ante una necesidad doble, pues, en primer lugar, nos empuja la misma evolución impuesta por el Capital y, en segundo lugar, por nuestra propia conciencia. Es aquí, considerándolo en su perspectiva global, donde debemos introducir el afán por destruir EGIN y, a la contra, el aumento de las posibilidades del periódico si sabemos movernos correctamente. El conjunto de problemas a los que se enfrenta el Capital son los que explican su obsesión por destruir EGIN. El perceptible aunque aún lento crecimiento de las resistencias a la contrainformación, uniformación transnacional e involucionismo autoritario que roza un neo-fascismo, dentro de la UE, estos avances son los que explican las posibilidades de una interactividad comunicativa, siempre que sepamos hacerlo y tengamos medios económicos suficientes.
A la vez, dentro de Euskal Herria, que no solo de Hegoalde, es igualmente perceptible este fenómeno, si bien con sus peculiaridades propias. La agresión a EGIN ha acelerado el proceso de surgimiento de luchas y protestas contra la censura y el neo-fascismo político-informativo, a la vez que se empiezan a sentir los primeros síntomas de enriquecimientos prácticos y teóricos en el campo de la comunicación concienciadora. ¿En qué medida es todo ello efímero y pasajero?: nuestros aciertos y errores lo decidirán. Lo que está claro es que, por ejemplo, el efecto pedagógico de la insumisión, las contradicciones en todos los sentidos que el paro genera, la innegable radicalización juvenil, el no menor desprestigio de las instituciones regionalistas y estatales —aunque no se plasme de inmediato en un aumento del voto a HB—, la quiebra generacional existente, etc., todo eso que no corresponde solo a un cambio de la coyuntura sino a algo mucho más profundo como es un cambio de contexto estructural, tiene sus repercusiones directa y/o indirectas —no podemos entrar en este punto— sobre los contenidos y los continentes comunicacionales.
Por último, también se aprecia ya una tendencia perceptible en el cambio contextual de lo comunicativo: nos referimos a la llamada «desmaterialización» de los focos de poder, que realmente oculta su mayor centralización a la vez que la multiplicación de sus tentáculos y sus centros emisores. La agresión a Irak es el más reciente ejemplo de esa «desmaterialización», de esa ubicuidad invisible de las transnacionales que como entes fantasmales se desmaterializan. Sin embargo, por poner un ejemplo irrebatible, el hecho de que el propio presidente yanqui Bush reconociera que durante la llamada «Guerra del Golfo» —nombre aséptico que oculta el exterminio de más de 200 mil iraquíes— se enteraba de los últimos acontecimientos del frente unas veces antes por las noticias de la transnacional CNN que por los informes confidenciales de la CIA y otras veces simultáneamente, ese reconocimiento presidencial confirma la pasmosa materialidad hipercentralizada en un poder muy concentrado de las transnacionales, así como su capacidad de camuflaje, de desmaterialización y de policentrismo interactivo, emisor y receptor.
Pues bien, este nuevo contexto comunicativo debe servirnos de modelo negativo a superar dialécticamente, es decir, a invertirlo en nuestro beneficio porque, al fin y al cabo y aunque parezca una chulería bilbaína —que son las peores de todas— lo que sigue, en realidad ese modelo ya lo practicaba con sorprendente éxito el MLNV antes de que nuestra arrogancia estúpida e inculta de entonces nos llevara a un menosprecio suicida del Plan ZEN y de su modernización con los Pactos de Madrid, Irunea y Ajuria Enea.
3.7. Conclusión
Nuestras deficiencias teóricas contrastan con nuestras potencialidades prácticas. No debe sorprendernos esa contradicción. Ocurre siempre que un Pueblo lucha por su supervivencia nacional y de clase. La misma lucha determina que sea la «acción» como praxis lo que termine imponiéndose. Lenin lo definía como el criterio de la práctica y Marx como el cambio que se produce cuando el arma de la crítica deja paso a la crítica de las armas. Aquí mismo está uno de los grandes méritos de la teoría marxista de la conciencia revolucionaria.
Desde luego que esas potencialidades prácticas no han surgido de la nada, ni son azarosas. Son la síntesis de las luchas del pasado y del presente: son un producto de ellas y a la vez una causa de las que les seguirán.
La primera es la hondura del arraigo de la identidad nacional de clase del Pueblo Trabajador y la amplitud de los diversos niveles del sentimiento nacional. La necesidad de no confundir ambos estadios surge de las consecuencias político-comunicativas nefastas que ha tenido para el MLNV su confusión. Hemos desperdiciado y seguimos haciéndolo mucho potencial concienciador al interpretar por identidad lo que es sentimiento, es decir, minusvaloramos la fuerza de lo nacional y consiguientemente no sabemos sacarle todo su jugo. A la vez, dejamos en un plano meramente programático el contenido y esencia clasista de la gran mayoría del Pueblo Trabajador, a lo sumo que llegamos es a recitar mecánicamente eso de que «lo social» es la otra cara de «lo nacional». De este modo, abrimos las puertas de par en par a la presión alienante del Capital y, lo que es peor, comunicamos una imagen irreal de la práctica liberadora nacional de clase del MLNV. El peligro de esas limitaciones radica en que ellas, más los ataques españolizadores, pueden detener e incluso invertir la tendencia al alza del sentimiento nacional y al arraigo de la identidad nacional. La comunicación concienciadora abertzale ha de impulsar estas potencialidades minusvaloradas.
La segunda potencialidad que infrautilizamos es la que anida en la «acción»; es decir, no comprendemos que la capacidad de resistencia, de movilización, de intervención en todos los problemas es algo mucho más profundo que la simple lucha armada Hemos reducido el universo generador de conciencia abertzale global que gravita alrededor de la «acción» entendida como praxis, a las virtualidades de la lucha armada, excluyendo otras contribuciones inherentes a la «acción». Ello es tanto más palpable en determinadas estructuras del MLNV que sistemáticamente son reacias a potenciar niveles de «acción» creativa, desde participar en debates hasta manifestaciones de eskualde, etc. Pero lo que es más grave es la superficialidad reduccionista que nos corroe en todo lo que signifique acción creativa, radical, innovadora y desbordante del MLNV en su globalidad. Pero es esa capacidad de desbordar al Poder y de crear en esa «acción» identidad nacional de clase, lo que garantiza el avance del independentismo socialista. Y es que la praxis es un requisito sine qua non para toda concienciación, para todo conocimiento y crítica de lo existente.
La tercera potencialidad radica en la rica «autonomía de lo social» que caracteriza a Hegoalde y en su generalidad a Euskal Herria entera. Las posibilidades de comunicación concienciadora de los movimientos, grupos, colectivos, asociaciones, etc., que forman ese cosmos de lo social, no integrado ni integrable por el poder y machacado por este, son tremendas. Las tenemos muy «teorizadas» formalmente. Desgraciadamente, parece como si además de infrautilizarlas, también pretendemos reducir y empequeñecer la autonomía de lo social, o en el mejor de los casos dejarlo naufragar por sí mismo. Esta tendencia conlleva la reducción del caudal comunicativo y del flujo informativo entre el MLNV y esas realidades. Conforme se reduce el caudal se debilitan las capacidades concienciadoras y comunicativas de ambos conjuntos hacia la sociedad en sí. El que vivamos en momentos de cambio profundo no es excusa para nuestra ignorancia de y sobre esos cambios y sus evoluciones previsibles. Es más, su acentuación nos exige un mayor esfuerzo analítico y sintético, toda vez que es en su interior, dentro de las transformaciones, nacen los nuevos problemas que mañana nos limitarán sobremanera. Pues bien, cerramos los ojos ante todo ello y potenciamos una política comunicativa, si no contraria a sí muy alejada de las necesidades y posibilidades descritas.
La cuarta riqueza que estamos malutilizando es la variedad del MLNV en todos los aspectos. Variedad esencial para su pervivencia y crecimiento, ya que es imposible dar respuesta a las demandas complejas que surgen de una sociedad compleja con un instrumento simple y uniforme. Y aún más difícil, imposible de hecho, pretender expandir una comunicación concienciadora con un mero altavoz monótono. Si ello es ya un peligro, más lo es la tendencia a definir como MLNV solo sus núcleos internos más sólidos, desplazando hacia la indefinición a los círculos que por mil razones están extramuros. Solamente les llamamos para que nos voten. De esta forma, nuestra capacidad de comunicación queda reducida a franjas ya convencidas de antemano. Nos aventuramos en el espacio desconocido de lo exterior cuando se avecinan elecciones o cuando hay que responder a atrocidades especialmente brutales del Estado. Estamos esclerotizando una estructura antaño flexible, de goma, que se abría al exterior como un acordeón y que, como un pulpo, llegaba a muchos problemas y recibía mediante las terminaciones de sus tentáculos multitud de críticas, aportaciones e innovaciones de innegable importancia. No es excusa decir que «la sociedad está cambiando» porque demostraríamos que dentro de esos cambios están naciendo posibilidades de intervención. Como consecuencia de la esclerotización, el pulpo se está quedando manco y el acordeón chirría desagradablemente.
La quinta posibilidad que desperdiciamos es la racionalización de las tecnologías en telecomunicación disponibles y, a la vez, el forzamiento de la censura de los medios enemigos con una práctica continuada de inundarles con llamadas, cartas al director, derechos de réplica y por alusiones, etc. Aquí está en discusión el conocido debate sobre la reversibilidad democrática de los medios y el forzamiento de una interactividad alternativa por nuestra parte, aunque sea en pequeños niveles. Desde luego que el debate queda reducido al bizantinismo más estéril de no existir una práctica que determine los grados de viabilidad de tal o cual método: hasta entonces solo nos queda el pobre derecho al pataleo. Pero es que en las condiciones en las que nos encontramos, el pataleo pasivo y lloricón es lo último que debemos hacer. Bien es verdad que dentro del MLNV y en concreto en HB se está avanzando mucho en la primera parte, en la racionalización de nuestros medios para explotarlos al máximo, pero no es menos cierto que en la segunda parte, en la de meternos hasta sus cocinas, no estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance.
Por último, los cinco aspectos tratados se completan con la ausencia de una contextualización de los cambios de fondo que se están dando y sus repercusiones concretas. La ausencia de un estudio así nos está impidiendo poner los pies en el suelo y conocer lo que realmente sucede en la problemática comunicacional en Hegoalde. La llamada desmaterialización de los focos de información, su ubicuidad policéntrica, nos impresiona de tal modo que perdemos de vista el hecho de su hipercentralidad de poder concentrado en esferas de mando muy determinadas. De esa forma perdemos la noción esencial de que cualquier medio está mandado y obedece a un amo, con nombres y apellidos, dirección y número de cuenta corriente. La no contextualización de los cambios nos impide además integrar las nuevas resistencias, luchas, reivindicaciones y modelos dentro de una nueva estrategia comunicacional propia que los impulse y a la vez los respete. Al no hacerlo así, desaprovechamos realidades de largo y profundo impacto con efectos sinérgicos sobre la capacidad concienciadora global del MLNV.
4. Nuestras carencias prácticas
Las posibilidades analizadas chocan insistentemente con un cúmulo de carencias prácticas que debemos superar. No surgen únicamente de las deficiencias teóricas analizada en el capítulo 2 sino también y en determinadas cuestiones exclusivamente de la rutinariez práctica, de la inercia cotidiana, de la falta de reflexión sobre lo que se hace y sus consecuencias a medio y largo plazo. Antes de seguir, hemos de recordar que el tema aquí tratado es el de la política de comunicación concienciadora del MLNV en su conjunto y no cuestiones específicas de, por ejemplo, intervención institucional o política de alianzas a nivel de movimientos populares y sociales. Estos campos problemáticos tienen también sus respectivas políticas de comunicación y propaganda, pero la diferencia radica en el carácter de totalidad del problema que aquí tratamos, totalidad que marca a cada una de sus partes en aislado.
4.1. Tres contradicciones
Todas y cada una de las estructuras del MLNV están atravesadas por tres contradicciones internas en sus prácticas comunicativas. Sería un error nuestro pensar que sus formas de manifestación y concreción son idénticas en cada estructura o nivel del Movimiento; existen diferencias, graduaciones y órdenes en sus expresiones, pero también existe una identidad de fondo, un denominador común mínimo que vamos a investigar aquí. Las tres contradicciones son:
1) El grueso del MLNV tiende a volcar sus esfuerzos según lo estipulado por la tesis dominante de la comunicación social, tal cual la hemos analizado arriba. Determinadas partes del Movimiento, por las condiciones en las que se mueven y desarrollan su acción, mantienen todavía ciertas formas variadas de comunicación relacionando la presencia en la calle y las movilizaciones, los contactos con otros círculos cercanos, la presencia en prensa, esfuerzos internos, etc. Generalmente, son las partes del Movimiento más en contacto con la calle, con el trabajo, etc.; esta dinámica la están realizando, por ejemplo, LAB, JARRAI, EAK, EGUZKI, GESTORAS, ASKAPENA… pero el resto tiende a priorizar más la simple comunicación de prensa en los medios que su interrelación con otros instrumentos. Ello es debido a que se va imponiendo en las partes que no necesitan lo que se dice «buscarse la vida», se va imponiendo claramente la fácil nota de prensa y apenas más. Se echa por la borda así la rica gama de potencialidades descritas. También se refuerzan las inercias burocráticas unidas a ese modelo. La sociedad es vista como un espectador pasivo que espera a oír todos los mensajes y luego optar por uno de ellos. No hace falta insistir en la espiral de errores que nacen de esta funesta concepción y de esta práctica rutinaria.
2) El grueso del MLNV, empujado por la fuerza absorbente de la espiral, debe tender a amoldar sus mensajes a las condiciones de los medios, de la comunicación social, tal cual es impuesta por los medios y por el Estado. Excepto los organismos citados arriba, que por sus mismas áreas y formas de intervención son capaces de expandir sus propios mensajes, lo que es correspondido por un aumento de su arraigo, o al menos por un no estancamiento peligroso —no todo es negativo en nuestra situación y nos llevaríamos muy gratas sorpresas analizando la situación de estas organizaciones y movimientos—, el resto, HB en concreto, deben ceder rigor, seriedad, radicalidad y sentido de futuro en sus intervenciones de prensa. Hacerlo es impepinable si, desde y para esa única forma de comunicación, se quiere mantener una efectiva presencia aceptada por los medios. Sin apenas otros instrumentos de comunicación concienciadora —solo carteles en la calle—, con unas bases desacostumbradas ya a la discusión externa y a la acción propagandística autónoma en el barrio, con una pesadez de movimientos y lentitud mortecina de reflejos, la dinámica de comunicación se apaga en su capacidad de crítica y se adapta a las exigencias de los medios.
3) Por último, resultado de los dos puntos anteriores, por la férrea lógica devoradora del sistema burgués de comunicación social que exige la misma burocracia para quien quiere utilizar ese medio que para quien lo controla, el grueso del MLNV genera una forma de acción comunicativa en la que prima la cúpula comunicante sobre las bases silenciosas. Hasta que esa cúpula no diga nada, nadie puede decir nada. Si la cúpula se retrasa, las bases esperan pasivas porque nadie puede decir nada. Lo malo es que las bases no se atreverían a decir nada, excepto en casos manifiestos de brutalidad represiva. No lo harían porque han perdido la costumbre de hablar por sí mismas. La cúpula sabe que eso es así y, con buena voluntad, se esfuerza por responder de inmediato, incluso con precipitación e irreflexivamente. Menos mal que el Poder no es muy lúcido. Un círculo vicioso asfixia a los tímidos esfuerzos de rotura del muro burocrático y oxigenación y esclarecimiento. Y es que la solución debe integrar varias alternativas interrelacionadas que intentaremos detallar en el capítulo 5. Un círculo que empieza cuando la incapacidad comunicativa autónoma del grueso del MLNV hace urgente responder desde la cúpula para alimentar a las bases; que se refuerza cuando la velocidad del sistema dominante no da tiempo a cambiar el propio sistema y siempre, día a día, la cúpula debe responder a todo correr y que, por último, se cierra definitivamente cuando las bases desisten, aceptan la pasividad y exigen a la cúpula todo el esfuerzo y rapidez necesarios. Puestas así las cosas, la cúpula echa la responsabilidad a las bases y estas responden levantando los hombros con resignación.
No hemos exagerado mucho.
4.2. Cuatro interrogantes sociales
Lo malo de esta esclerotización es que se produce cuando la sociedad vasca está surcada por interrogantes y demandas que nacen de la profunda crisis. Si ya en sí mismos, al margen del contexto en el que se produzcan, los vicios descritos son dañinos, se convierten en desastrosos cuando la sociedad exige alternativas y soluciones. No nos debe extrañar que sea así, pues aunque ha tardado en producirse, no podía de ser de otro modo, y seguramente crecerá. Dieciocho años de deterioro económico imparable; una tasa de paro del 25,2 % en Vascongadas; una destrucción sistemática de capacidad industrial que se ha materializado en una reducción de más de un 38 % de los trabajadores industriales; con una pobreza relativa y absoluta creciente; con un paro juvenil de más del 50 %, por no citar las condiciones sociopolíticas, los datos represivos, etc.; en estas condiciones ¿debiera extrañar a alguien el éxito de la pasada Huelga General del 27-E? Pues sorprendió al grueso de los cuadros medios y superiores del MLNV, excepto casos individuales.
¿Qué quiere decir eso? Simplemente dos cosas: una, que existe una peligrosa distancia entre la realidad e inquietudes sociales vascas y la dirección del MLNV y otra, que nuestro sistema comunicacional está fracasando en su capacidad de trasladar a esa cúpula los cambios sociales. Un sistema comunicacional no está solo para dar, sino también para recibir informaciones y datos, para comprender los nuevos fenómenos, las inquietudes e interrogantes que a la fuerza tienen que nacer cuando se está desintegrando la estructura social, como sucede en Hegoalde. Incluso no habría que esperar a que el sistema comunicacional recabara esas inquietudes y las trasladara a las cúpulas, pues debiera servir un mínimo de experiencia teórica y práctica, de simple lógica común, inductiva y deductiva, para que por su cuenta, sin disponer de la información, se pensase que algo debía moverse tarde o temprano —otra cosa es, insistimos, su plasmación electoral— y, consiguientemente, se activase el instrumental disponible o se crease un nuevo, ad hoc. Lo peor de todo es que esa incapacidad notoria ha sido común a la casi totalidad de las direcciones del MLNV.
Este retraso manifiesto, ¿puede ayudar a responder a las cuatro interrogantes sociales que vamos a exponer y que pensamos son fácilmente perceptibles? No. Debemos comprender que el problema es global, del sistema comunicativo en sí, pues es él el que permite o impide, como en nuestro caso, conocer lo real. Como en los apartados siguientes profundizaremos en el estudio de esta crisis, ahora vamos a los interrogantes sociales.
La primera inquietud social es clara: ¿qué futuro socioeconómico tenemos? No hace falta insistir en ella, pero sí hemos de comprender que sus repercusiones son directas sobre las opciones políticas, electorales, sindicales, etc., con impacto especial en las familias emigrantes que ven su futuro y el de sus hijos muy comprometido, activándose el españolismo. La segunda es coherente con la anterior: puesto que no sabemos qué futuro hay o sabiendo que en cualquier caso será peor que el presente, ¿hay capacidad política, institucional, política para enfrentarse a ese futuro? Esta pregunta, que denota un pesimismo que una y otra vez sale en encuestas, sondeos, etc., está más extendida en los sectores sociales menos politizados que pasan al apoliticismo y por el otro extremo, a los más politizados, a los abertzales que exigimos un cambio profundo. La tercera es de quienes aceptando que, pese a sus debilidades, sí existe una capacidad institucional; sin embargo, dudan de la efectividad de los partidos: ¿para qué sirven si son iguales todos ellos, corruptos y que solo defienden sus intereses, y además si hasta HB haría lo mismo? Por último, los cambios internacionales, el mito europeísta tan explotado hace unos años y hoy apenas citado, lleva a otros muchos a interrogarse sobre lo internacional, sobre la ubicación vasca en el mundo.
Las repercusiones de estas interrogantes sociales en el plano de la comunicación son totales. De las cuatro, solo respondemos plenamente a una y media: la segunda entera, la necesidad del cambio de marco jurídico-político y a partes de la primera, el futuro socioeconómico, aunque estamos mejorando mucho en esta cuestión. De las dos restantes, la tercera —la valía de los partidos— la dejamos pasar y no hacemos ningún esfuerzo por legitimar en sí misma la calidad política de HB y del MLNV en general, limitándonos solo a denunciar la corrupción, pero no respondiendo al pasotismo postmoderno y la última, la cuarta, justo ahora empezamos un poco en serio azuzados por la inmediatez de las elecciones europeas. Empezar a responder siempre es bueno, pero apenas servirá de algo si no corregimos los errores garrafales de nuestra política comunicativa.
Todo indica que como efecto de la desestructuración social, de la devastación de los pilares clásicos, etc., están apareciendo comportamientos, demandas, inseguridades y angustias desconocidas anteriormente. Mención especial hemos de hacer al terrible efecto de terremoto lento, pero imparable, que tiene un paro tan estremecedor. Un paro que niega el futuro, que no respeta nada, que crea miedo, insolidaridad y dependencia a la autoridad simbólico-material en determinadas franjas de las clases oprimidas. Mientras tanto, el grueso de los cuadros medios y altos del Movimiento siguen interpretando lo real con esquemas anticuados. El desfase que se surge entre lo real y lo imaginario da pie a todas las fantasías posibles. Mientras tanto, nuestro anquilosado sistema comunicacional se demuestra superado por los acontecimientos.
4.3. Débil razón y ausencia de modelo.
En estas condiciones de demanda social aún poco definida, pero que exige una mayor penetración por nuestra parte pese a la inconcreción de los interrogantes, los partidos españolistas se presentan como los únicos con alternativas reales. El PSOE tiene la ventaja de estar en el gobierno, pero además, desde la entrada de EE, está lanzando una campaña creciente destinada a desprestigiar el nacionalismo vasco. Dice que estamos a la puerta del postnacionalismo, que el nacionalismo vasco carece de proyecto de futuro, que es autoritario y retrógrado y que, de triunfar, supondría la desmembración de Hegoalde, lo que supone una clara amenaza de secesión alavesa y ¿por qué no?, de advertencia de balcanización. El PP se presenta con la euforia de un próximo futuro gobierno en sus manos, con el aval ideológico común al PNV y a UPN, con un barnizamiento de su españolismo imperial, etc. Frente a todo ello, en Hegoalde y al margen del MLNV, solo la fracción de UPN encabezada por Alli ofrece de vez en cuando un modelo «progresista» en algunas cuestiones y profundamente antivasco en esencia. El resto de fuerzas políticas regionalistas confirman las acusaciones del PSOE. Y para responder a ellas y preparar nuevos escenarios de recuperación, UPN y PNV intentan «navarrizar» y «vascongadizar» sus respectivos proyectos.
Es en esta coyuntura comunicacional que responde a un contexto de fracaso del modelo del PNV y de UPN para finales de los ochenta y comienzos de los noventa, y que explica los esfuerzos actuales de Alli y Arzallus por recuperar sus respectivas iniciativas, es en semejante coyuntura en donde debemos enmarcar el efecto de nuestras deficiencias y errores, y también de nuestros aciertos y, en algunas cuestiones, saber hacer. Lo que debemos tener claro es que dicha coyuntura comunicacional va a durar bastante tiempo y responde a cambios de fondo. El que estemos en un año electoral influye y mucho, pero es que lo electoral no es algo secundario, sino integrante del encuadre político. Va a durar y además va a profundizar las exigencias de respuestas y de críticas al resto de programas.
Pues bien, las cuatro interrogantes sociales descritas, que en algunas franjas serán más y en otras menos, se materializan en una coyuntura dominada por las propuestas materiales estatales y por la debilidad de las regionalistas y de la abertzale. Los efectos de esta ventaja españolista están por ver y no podemos reducirlos solo a los resultados electorales ni incluso a estos más los posibles cambios políticos que puedan darse de la relación de alianzas dentro del Pacto. Además de esos efectos, también deben interesarnos las repercusiones mediatas en la moral, autoestima, radicalidad y decisión del abertzalismo y en general del nacionalismo vasco.
La debilidad de nuestras propuestas a escala social no nace de su debilidad objetiva, pues como hemos visto estamos mejorando y profundizando nuestro modelo, sino de las incapacidades de la política comunicativa y concienciadora para traspasar las barreras de contención de los medios del Pacto; también de su —nuestro— retraso en captar los cambios y nuevas inquietudes. De esa manera, el MLNV asiste a una curiosa y muy peligrosa contradicción: tras muchos esfuerzos de adecuación a finales de los ochenta, tras capear el maremoto represivo del 92, la «ofensiva final» —de la que tampoco hemos extraído grandes lecciones, pues justo estamos aún lamiéndonos las heridas— y colocarnos desde mediados del 93 en posición de recuperar y aglutinar fuerzas, en estos momentos, vemos sorprendidos que los efectos desestructuradores del paro, de la crisis total, etc., empiezan a emerger de las profundidades de la estructura psíquica de masas, del inconsciente y del subconsciente. Frente a ello, estamos en pañales.
Las causas hemos de buscarlas en tres niveles: uno, el atraso teórico-conceptual heredado del pasado y que sigue activo: esa herencia que ahorca y que cada vez se estrecha más alrededor del cuello de las viejas generaciones de militantes, como veremos luego. Dos, relacionado con el anterior, pero que se mueve en un marco específico, la superficialidad a la hora de interpretar la crisis de muerte que azota al modelo socioproductivo de Hegoalde, superficialidad en la comprensión de sus consecuencias cualitativas e irreversibles, superficialidad tanto más criticable cuanto que fueron desoídos —alguna vez ridiculizados, incluso— determinados análisis y prospecciones de futuro —¿para qué dar datos ya?— realizados dentro mismo del Movimiento. Y tres, el desgaste de los golpes del enemigo y la urgente dedicación de fuerzas, medios, tiempo e inteligencia para taponar las vías de agua.
Si hemos sido algo exhaustivos en profundizar en las causas es porque una y otra vez topamos con ellas; porque apenas les hacemos frente y, las dos primeras, ni siquiera las citamos descargando en la tercera las responsabilidades. Son también las responsables de que en algunos sectores nuestros exista una sensación de envejecimiento de nuestros principios. Una sensación que no corresponde, a nuestro entender, a la realidad, pero sí a la subjetividad condicionada fuertemente por esas tres causas. Esta sensación podría estar tentada a proponer soluciones que no lleguen al fondo del problema, sino a sus manifestaciones externas: en vez de activar todos los instrumentos y potencialidades disponibles, en vez de mejorar las prácticas comunicativas, en vez de lanzar una ofensiva de divulgación en y para las nuevas condiciones sociales de los principios estratégicos y tácticos, en vez de eso podría bastar con endulzar determinadas propuestas.
Las cuatro interrogantes sociales y la nueva relación contexto-coyuntura, nos ilustran por dónde deben ir los esfuerzos de actualización de nuestros principios y su nueva divulgación. De un lado, todo lo concerniente al futuro socioeconómico, a las condiciones de vida y explotación, etc. De otro, todo lo que toca a la denuncia del actual marco y a la necesidad de otro, siempre con perspectiva de futuro. Además, una mayor radicalidad en la crítica de la politiquería burguesa represora y autoritaria, que no solo corrupta, y en la defensa de la valía y necesidad de la acción política de las masas. Por último, la permanente presencia del análisis internacional. Desde luego que debe existir una interrelación y simultaneidad entre ellas, lo mismo que, dentro de cada una y en todas a la vez, debe destacar la reivindicación de lo nacional, de nuestra cultura e identidad, de nuestra lengua como sustantividad.
Estamos en condiciones y aun a tiempo de responder. De hecho, hemos empezado a hacerlo y debemos profundizar en ello.
4.4. Inmediatismo cegato
Las tres causas de nuestro atraso relativo con respecto a los acontecimientos de fondo, son a la vez responsables del inmediatismo que mayoritariamente caracteriza al MLNV en su política comunicativa. Debemos entender que una cosa es el inmediatismo y otra la virtud del reflejo rápido, de captar la urgencia de la respuesta, la oportunidad de la rápida salida a la prensa con una propuesta determinada. Son dos cosas diferentes y que no debemos confundir. Es más, también somos unos maestros en determinadas formas de correcta respuesta o propuesta inmediata e instantánea. Tal como funciona el sistema burgués de comunicación social, es una virtud necesaria disponer de esa capacidad, ese «instinto» de estar en el ojo del huracán en el momento adecuado. Tenemos que seguir mejorando esa capacidad que nos ha sacado de más de un apuro. Pero lo ha hecho no por nuestro acierto de planificación, sino por la estupidez y ausencia de reflejos del enemigo, así como por la propia complejidad de la situación vasca.
En materia comunicativa el inmediatismo cegato consiste en la incapacidad de, por un lado, adelantarse en lo esencial a la evolución de los problemas de fondo, de las inquietudes que esa evolución generará en la sociedad —lo cual exige estudiarlas con antelación, como hemos visto arriba—, de los movimientos que en líneas generales se realizarán y de las medidas que el enemigo tomará; por otro lado, consiste, estando suficientemente seguro de lo anterior, en saber dosificar los mensajes y las propuestas de fondo que se han elaborado, irlas sacando en función de la evolución de los acontecimientos, corrigiéndolas y mejorándolas según esa evolución. Y es aquí, en la permanente tensión analítica y sintética, en donde interviene esa virtud de captar el momento, ese «instinto» aprendido y mejorado con la experiencia, de variar, cambiar, adelantar o posponer tal o cual propuesta, o crear otra.
Se nos objetará que lo dicho es de manual de aprendiz, que lo sabe cualquiera y que ya se hace. Tal vez sea de manual: en ese caso es mucha más grave aún nuestra situación, pues repasando autocríticamente la marcha global del MLNV desde los momentos de euforia pueril del 87, vemos nuestra incapacidad de antelación en tres grandes acontecimientos: uno, comprender qué era y responder desde el inicio a la adecuación del Plan ZEN que supuso el Pacto; después, nuestras tesis anteriores al 92 y por último, la situación actual y las perspectivas que se abren. Analizados los comportamientos en estos tres momentos de innegable repercusión desde el problema comunicacional, que va indisolublemente unido al teórico-político, vemos cómo en los tres hemos carecido de una perspectiva suficientemente larga y global como para incluir determinadas variables de repuesto, de salida y contraataque. Advirtiendo desde ahora que el problema atañe a la dirección política, también hay que asumir que una perspectiva correcta de la comunicación concienciadora hubiera ayudado sobremanera.
Sería exceder los fines de este escrito analizar más a fondo la evolución global del MLNV, teniendo como puntos de referencia los tres eventos. Tampoco podemos olvidar que en su decurso hemos avanzado en cuestiones innegables, especialmente en HB, así como la escisión dentro de KAS, etc., sin olvidar que el Estado también ha jugado sus bazas. Asumiendo ello, sostenemos la tesis que en lo que toca a la política comunicacional hemos ido a la deriva dentro de un temporal que arreció en el 87 y que se agravó con los profundos cambios causados por la crisis estructural. Sí hemos tenido capacidad para sortear muy bien grandes olas dentro del huracán, demostrando una capacidad táctica de mover los timones sorprendente y que ha descolocado varias veces al enemigo. Pero nuestra flota ha tardado mucho en reencontrar el rumbo teniendo aún algunos navíos o al menos tripulaciones desorientadas. El que el maremoto mundial, europeo, estatal y vasco, someta a la flota estatal a tensas crisis, hundiendo buques como EE, quebrando las cuadernas y la quilla de EA-EuE, obligando a reparaciones urgentes en el PSOE con los restos del velamen y jarcias de EE, por ejemplo, que así suceda es un dato más de la urgencia por afinar nuestros sextantes, astrolabios, cartas de marear y brújulas.
En materia comunicacional y concienciadora que busque llegar a sectores lejanos del MLNV, que busque dotar a los militantes de nociones a medio plazo capaces de desmontar en una charla de amigos los tópicos al uso, que busque superar la simple agitación del momento para asentar una propaganda que, por ejemplo, incida sobre los grupos referenciales, etc., en esta definición —para nosotros la correcta y decisiva, que integra a la más restrictiva y coyunturalista— el inmediatismo cegato ha de ser medido no por días, sino como mínimo por dos años, como mínimo. En el apartado 5.1 nos extenderemos al respecto. Nos alegramos cuando planificamos algo hasta con seis meses de antelación, pero si supiéramos que el Capital lo hace hasta con seis o más años de antelación, ¿qué pensaríamos? Y en la política concienciadora y comunicativa esos plazos se alargan por la misma naturaleza del asunto. ¿Alguien ha leído alguna vez los informes de la Trilateral a comienzos de los setenta?
Otro ejemplo tremendo y que analizaremos en detalle en el apartado 5.7 es el de nuestra pasividad comunicativa con todo lo que la Ertzaintza simboliza, representa, supone y conlleva. El MLNV ha demostrado aquí el peor de los descuidos programáticos, la peor de las inmediateces cegatas, tanto que la ejecución de Cabezón ha sacado al descubierto todos los riesgos y peligros inherentes a esa forma de comunicar: tarde, a salto de acontecimientos inopinados, sin continuidad ni sistematicidad, etc.
Y otro, el último citado por no extendernos, es la ausencia total de previsión del MLNV del ataque de cerco, acoso, derribo y destrucción de EGIN por el enemigo. Ejemplo ilustrativo de la ausencia de perspectiva —al margen de una selecta minoría que barruntaba el peligro en el más cerrado secretismo— en todas las áreas del Movimiento. Solo muy recientemente —¿tarde ya?— se ha informado a las bases y a la sociedad en su conjunto de lo que estaba sucediendo y casi exclusivamente desde la faceta económica del problema, sin apenas encuadre político.
4.5. Burocracia y automatismo
A lo largo de las páginas anteriores hemos visto reiteradamente cómo son incompatibles las capacidades de comunicación concienciadora con las formas burocráticas de funcionamiento interno. Esta constatación nuestra corrobora toda la experiencia histórica de las sucesivas corrientes revolucionarias. Hay que pensar que, como venimos reiterando, comunicar ideas revolucionarias no es lo mismo que comunicar conservadoras. La historia de las izquierdas está llena de bienintencionados intentos de concienciar con métodos burocráticos: la contradicción es fulminante. Más temprano que tarde la burocracia y el automatismo que genera termina por controlar, después limar y al final suprimir toda riqueza crítica, autoorganización y espíritu revolucionario. La burocracia, por pequeña que sea, necesita para sobrevivir y reproducirse siquiera a su mismo nivel, controlar cualquier idea o proyecto no controlado. En esas condiciones las ideas revolucionarias se marchitan necesariamente, por pura falta de libertad.
Pero es que además, en la medida en que la industria cultural se expande, las transnacionales se introducen por todas las esquinas valorativas y normativas, el tiempo televisivo —un promedio de tres horas y media por persona al día en caso de que trabaje fuera de casa, es decir, la casi totalidad del vital tiempo propio es absorbido por la TV— lo domina todo, etc., en tales condiciones normales ya, la comunicación que se pretenda revolucionaria, pero sea generada por medios burocráticos es absolutamente ineficaz. Una de las razones por las que el MLNV encuentra un muro impenetrable en todo lo relacionado con la comunicación concienciadora más allá de los cómodos espacios liberados, radica en que nuestra gente se ha replegado a sus áreas de seguridad referencial, ha abandonado o ha debilitado sus contactos directos con otros grupos, etc. Es cierto que el Pacto ha tenido su efectividad; también lo es que el aumento de edad y el empobrecimiento económico frenan las posibilidades de contacto y seleccionan las relaciones; no tenemos que olvidar además que la crisis está mermando la riqueza intercomunicativa, etc. Todo eso es cierto, pero el núcleo de nuestra afirmación sigue siendo válido. Y una de las responsabilidades radica en el proceso de cargar sobre las cúpulas el grueso de la tarea comunicativa.
Del mismo modo, los cambios sociales, unidos a la persecución y represión de la calle contra los carteles y pancartas, a la censura y mentira de los medios, etc., han limitado la efectividad de esas otras formas de comunicación callejera. Pero aquí también el automatismo que nace de la burocracia tiene su responsabilidad. En líneas generales, se ha impuesto la rutina como costumbre: existen fechas, efemérides, campañas electorales o simples ciclos anuales de agitación. Prácticamente la totalidad del MLNV ha caído en ese automatismo, siendo menor allí donde la tensión y la dureza del conflicto concreto obligan a una permanente activación del ingenio, de la abertura de nuevos campos de batalla, la ampliación de las alianzas, etc. El automatismo es el peor virus que puede infectar a una práctica comunicativa: le quita frescura, excitación, placer y espíritu de exploración de nuevos horizontes.
Es como si hubiéramos aceptado la concepción cíclica de la praxis comunicativa. Luego, al analizar el problema de los euforizantes, tocaremos más profundamente esta cuestión. La concepción cíclica consiste en la resignación ante un calendario que siempre es el mismo, que nunca varía, en el que no se introduce sorpresivamente el azar caótico, que todo lo revuelve y desordena, pero que obliga así a despertarse de la somnolencia aburrida. La responsabilidad en esa soporífera monotonía de los métodos burocráticos es decisiva. Al no incentivarse la autorresponsabilidad, la iniciativa propia, el placer arriesgado de la realización de debates, charlas y fiestas, en una atmósfera así, nuestra gente se ha acostumbrado a mirar para arriba con la boca abierta y la mente cerrada, esperando las órdenes y el maná: los ya conocidos de memoria «análisis de coyuntura». Nuestro propio lenguaje delata la situación: «van a bajar de arriba a explicarnos…». Es difícil saber si se trata de una amenaza o de un castigo, y cada vez acude menos gente a la liturgia.
¿Creemos que con una situación así, concediendo incluso la atenuante del exceso narrativo, podemos responder a las nuevas formas de alienación, aculturización, desnacionalización y teledirección de las mentes descritas en el capítulo 2? ¿Creemos que podemos responder a las nuevas condiciones de sobreexplotación y empobrecimiento, aumento de la precariedad, incertidumbre cotidiana e inseguridad global que está introduciendo el Capital? En las nuevas formas de miseria moral y ética, de despersonalización y miedo ¿podemos confiar en la efectividad de una estructura burocrática para poder penetrar por los huecos y pequeños agujeros, o abrirlos, y luchar comunicativamente con creatividad, rapidez de argumentación y conocimiento de causa? Cuando la industria de la cultura necesita generar autoritarismo, pequeños dictadores cotidianos, líderes de los grupos referenciales de supervivencia, ¿podemos nosotros aumentar el poder de la hipercentralización comunicativa?
Ponemos al respecto un solo punto de reflexión: la conveniencia o no de que el MLNV disponga de algún líder de opinión, de alguna figura representativa simbólicamente capaz de contener las manipulaciones de los medios enemigos. Nuestra opinión es que no, pero la práctica comunicativa actual tiende por su profunda aceptación de las inercias dominantes a crear ese o esos líderes. Además de los peligros políticos que ello encierra, están también los de potenciación al máximo del delegacionismo, sustitucionismo, burocratismo e identificación personal y dependencia afectiva hacia el líder. Eso destroza toda posibilidad de comunicación crítica individual y colectiva. La tendencia burguesa a crear líderes —que ella misma destrona de inmediato para poner otro/a— corresponde a las necesidades políticas del Poder y económicas de la industria de las comunicaciones: necesidades político-económicas que explican muchas cosas.
Se argüirá que un líder «bien controlado», sujeto a la crítica permanente, revocable en cualquier momento, etc., no es tan peligroso. Pero el solo hecho de tener que rodearlo de tantas medidas de seguridad indica ya su real peligro potencial. Así y todo, esas precauciones no anulan los riesgos de dependencia político-afectiva, de sustitucionismo analítico, de miedo a la crítica y, además, de fácil manipulación por la prensa del enemigo. En contra de lo que se puede creer, opinamos que todas las experiencias al respecto demuestran que la tesis del «uso controlado» del líder han demostrado sus grandes limitaciones y efectos negativos. No negamos que sea conveniente la existencia de portavoces identificables: eso es una cosa, pero otra muy contraria es la del líder de opinión.
4.6. No rentabilizamos
Uno de los peores efectos de la burocratización, en general, es que anula la capacidad de la militancia para rentabilizar los pequeños logros y conquistas que se obtienen con más frecuencia de lo sospechado. En el problema de la comunicación concienciadora ello es si cabe más patente. Prácticamente todo el MLNV sufre la impotencia de la no rentabilización, desde el más pequeño organismo o talde de barrio, hasta la incapacidad de rentabilizar propagandística y comunicacionalmente determinados acontecimientos. Un ejemplo patente lo tenemos en la tardanza y dificultades de todo el MLNV para positivizar los resultados electorales del pasado 6-J del 93. Esta deficiencia se va a ir convirtiendo en un lastre creciente por la dinámica objetiva de la comunicación burguesa a priorizar la primera imagen o versión de un acontecimiento, negando toda posibilidad posterior de racionalización y estudio global. Esta tendencia ascendente nos obliga ya a salir cuanto antes, lo que evita una reflexión detenida cara a la rentabilización sistemática.
El problema radica en que al carecer de autonomía interna, de iniciativa de las bases y de capacidad de análisis propios para extraer conclusiones y rentabilizarlas, todas las estructuras del MLNV deben esperar a lo que «viene de arriba». Pasa así un tiempo que resulta vital por tres razones: una, nuestra gente, sumergida en mil peleas y tensiones, carece de sistematicidad para el análisis y, además, debe responder a muchas cosas; dos, por su propia naturaleza la rentabilización de una pequeña o grande conquista guarda relación directa con la rapidez de su divulgación, su correcta interrelación con otras luchas y la capacidad de sacar lecciones y último, tres, la presión contraria de los medios enemigos por silenciar todo lo que provenga del MLNV, por falsearlo y tergiversarlo, acelera la urgencia de la rentabilización.
La vorágine contrainformativa impide que el receptor tenga tiempo, adquiera la perspectiva, contraste y critique, se independice en suma de la sugestión de los medios. Así, más con la ayuda de nuestras deficiencias, el Poder crea la «realidad virtual» de que el MLNV no está consiguiendo absolutamente nada, ni electoralmente ni en ningún otro plano, ya sea en un pequeño pueblo, comité de empresa o movilización nacional. Luego esa «realidad» cae como un martillo sobre el propio Movimiento, machaconamente. Como tampoco estamos acostumbrados a repasos periódicos de los logros —siempre estamos llorando por los fallos, nunca alegres por los logros— se va perdiendo la perspectiva de lo realizado, la continuidad y ligazón del pasado con el futuro. Además de la concepción cíclica descrita, también se generaliza la no rentabilización. Ambos vicios van unidos estrechamente.
Rentabilizar los logros, divulgarlos, popularizarlos, extraer de ellos enseñanzas y alegrías es imprescindible para romper el cerco comunicativo interno y externo. La confianza íntima, personal y profunda, que crece conforme se comprende que no todo son derrotas, es vital para lanzarse a la batalla de la comunicación concienciadora. No podemos dar la imagen básica de optimismo, positividad, constructivismo, capacitación y apertura de espíritu —en ninguno de los niveles del Movimiento— si carecemos de autoconfianza, si nos domina el pesimismo o lo que es peor, si desconocemos los logros obtenidos en la globalidad del MLNV durante décadas.
Hemos hecho programas, cursillos y planes de metodología, de capacitación para conocer la realidad concreta, etc.; pero no hemos integrado dentro de ellos como componente decisivo el mecanismo de rentabilizar la práctica. En las nuevas condiciones de comunicación alienante que se están desarrollando, romper la estrategia de la imagen de derrota, aislamiento, etc., es decisivo en todos los planos, que no solo en el electoral.
Una vez más se confirma así la extrema importancia de reactivar en las condiciones actuales la crítica interna, la vida en los taldes de todas las estructuras del MLNV, especialmente en aquellos compuestos por militantes de más edad, atrapados por las obligaciones específicas del trabajo fijo, del matrimonio y la familia, o por el drama del paro. En estas condiciones es más fácil al Poder infectarnos con el pesimismo, aumentar la sensación de soledad, de aislamiento, de cansancio. No podemos olvidar aquí el efecto político del inevitable desgaste psicosomático. Nosotros despreciamos estas cuestiones, el enemigo no, las tiene muy en cuenta. Somos unos ilusos inconscientes.
4.7. Distancias internas
Mientras los cambios sociales de fondo, la edad que no perdona, el impasse entre lo nuevo y lo viejo, el hundimiento de los encuadres cotidianos tradicionales, etc., afectan a una parte histórica del Movimiento formada y educada en el antifranquismo y bajo las condiciones de la dictadura, por otra parte, nuevas juventudes que han desconocido todo eso, que no tienen la memoria histórica del bloque anterior, que han crecido y vivido entre otros referentes, entran a la acción. Si este contraste es hoy manifiesto, mañana lo será mucho más aún, pues todavía no se han expresado plenamente todos los cambios desestructuradores/restructuradores y sus efectos sinérgicos y globales.
Este problema afecta al conjunto de nuestra sociedad y tiene la agravante de que se produce en momentos de transición de una fase capitalista a otra. Es imposible aquí siquiera enumerar con cierto detalle sus formas de expresión, así que nos centraremos exclusivamente en el problema de la comunicación concienciadora.
Una sociedad que se agrieta también generacionalmente requiere de una oferta comunicacional más rica. Una oferta que llene ese vacío generacional, por un lado, pero que, además, desarrolle las riquezas propias de cada una de las partes distanciadas. Veíamos cómo la industria de la cultura logra diversificar su oferta por edades, pero no quiere tender puentes de comunicación. Esa quiebra es una baza del Poder y la industria cultural trabaja para agrandarla. Entre otros logros reaccionarios, la quiebra secciona de cuajo la memoria histórica, impide que la experiencia de lo viejo —decisiva para la reproducción de la identidad colectiva— germine en lo nuevo. Múltiples son las ganancias del Capital con esa quiebra.
Dentro del MLNV se está produciendo un distanciamiento práctico aún reversible y no excesivamente peligroso en su generalidad en cuatro niveles: entre juventud militante y padres militantes o simpatizantes; entre juventud más o menos estructurada alrededor de JARRAI y la mayoría de los mensajes melifluos de HB no solo en su cúpula sino en sus dinámicas de barrios, etc., sobre todo en los momentos de manis duras, etc.; entre la juventud en paro y el sindicato con sus delegados; entre las demandas de visión de futuro de esa juventud y las respuestas del MLNV. Cada parte del Movimiento padece de diverso modo estas contradicciones o algunas de ellas. Las repercusiones prácticas negativas son dos: queme de bastantes jóvenes al cabo de un tiempo de hiperactivismo —que también corresponde a otras causas— e incomprensión y, periódica caída de la influencia del MLNV entre la juventud trabajadora que se recupera con esfuerzos posteriores.
Las demandas comunicacionales que surgen de todo esto son claras en sí mismas, pero poco estudiadas: un esfuerzo por estrechar los cauces de contacto y discusión debe ir simultáneo a una profundización en la defensa de la juventud como elemento clave para nuestro futuro. Pero el problema nos remite a lo de siempre: el modelo comunicativo del MLNV en su generalidad, a excepción de la práctica de JARRAI, está muy distanciado de las inquietudes y vivencias de la juventud vasca. Las tendencias perceptibles sobre el posible aumento o disminución de quiebra generacional y sus efectos de distanciamiento con respecto al Movimiento, son contradictorias: de un lado, existen fuerzas centrífugas, distanciadoras y disgregadoras inscritas en la naturaleza del problema más la presión del Pacto en ese sentido, pero, de otro lado, también existen fuerzas centrípetas, confluyentes y cohesionadoras que nacen de la fuerza del factor subjetivo, del poder aglutinante de la identidad nacional y de la propia incidencia del MLNV.
Esta contradicción abierta exige una mayor amplitud y radicalización del mensaje juvenil abertzale. Por radicalización no debemos entender exclusivamente el activismo —siempre necesario pero equilibrado— sino la capacidad de llegar a la raíz de los problemas de la juventud en un presente que es fugaz y muy pasajero y un futuro que ya está invadiendo con sus demoledoras condiciones de malvivencia la cotidianeidad actual. Para el MLNV el peligro mayor de esa quiebra, de ese distanciamiento intergeneracional interno y externo, radica en que si la velocidad de alejamiento de las inquietudes juveniles, o sea, la fuerza centrífuga, es mayor que la capacidad de atracción del Movimiento, su fuerza centrípeta, asistiremos a la proliferación descoyuntada de movimientos fácilmente neutralizados y reprimidos por el Poder, dilapidando así unas posibilidades objetivas innegables. Un estudio detenido del problema sugiere que no estamos, por ahora, en ese proceso de dispersión, sino en el contrario, aunque con limitaciones. Pero siempre tenemos que tener en cuenta que, primero, los problemas juveniles crecerán mucho más; segundo, las inercias internas no serán superadas fácilmente y tercero, el Pacto también presiona.
4.8. ¿Euforizantes?
Como respuesta desesperada a semejante situación general de envejecimiento progresivo de nuestra capacidad comunicacional frente a los avances de la del enemigo, existe una dependencia global, política y psicológica, hacia la Organización. Dado que las estructuras se anquilosan, que la cotidianeidad militante se vuelve monótona y rutinaria, que la diáspora es larga y dura, en esas condiciones se transfiere a la Organización el conjunto de deseos y ganas de hacer que, por todo lo descrito, no se realizan. Así, la fuerza de la Organización es la fuerza individual y colectiva del Movimiento en su conjunto, con un claro empobrecimiento de sus potencialidades. La eficacia de la Organización es así la del Movimiento, etc. Es una transferencia unidireccional y sin vuelta, una sublimación que conduce a la pasividad y a una mayor dependencia posterior.
La fuerza de la Organización actúa como euforizante, activador neuronal y psicotrópico destinado a reactivar desde el exterior —no en el sentido de exterioricidad con respecto al Movimiento como totalidad concreta— los mecanismos psicofísicos de tal o cual parte del Movimiento. No se puede negar la efectividad galvanizadora de empujones así, pero sus dosis deben medirse convenientemente: ahí radica una parte de la esencia de vanguardia de ETA. Sin embargo, es sabido que el problema de toda «ayuda» es el bajón posterior, la resaca y el mono. Especialmente cuando la dependencia es tal que exige nuevas y crecientes «dosis». La historia del MLNV tiene en su triste haber varios momentos así. Por citar solo cinco: la sensación de soledad y derrota cuando la primera oleada de refugiados en Iparralde; la misma sensación tras las caídas de Mogrovejo y Artecalle y la preparación de los juicios de Burgos; la misma sensación, pero a escala P-M, cuando las caídas en Barcelona y Madrid en 1975; la misma sensación a mediados de los ochenta con el GAL y la colaboración del Estado francés y por último, a comienzos del 92.
Está por hacer el estudio de las repercusiones de esos momentos en la evolución teórico-política de sectores del MLNV en cada crisis particular —nuestra tesis es que dicho desamparo ha influido considerablemente por caminos diferentes en cada caso y momento— de modo que extraigamos determinadas lecciones al respecto. Pero el problema que ahora tratamos es específico y concierne a dos cuestiones: una, ¿qué sistema concienciador interno y externo ha tenido siempre la izquierda abertzale que ha sido relativamente incapaz —reconociendo el mérito de las recuperaciones sistemáticas en todos los casos— de absorber el golpe, integrar sus costos y superar pronto la guerra propagandística del enemigo?, y otra, aprendiendo de esas constantes ¿qué mejoras debemos introducir en la política de comunicación concienciadora para prevenir crisis así? Los cinco casos históricos descritos indican la importancia del problema.
La urgencia crece además por las nuevas formas de planificación a medio plazo entre los medios y el Estado. Si ha sido claro el comportamiento integrado durante el arresto de Julio Iglesias Zamora, como se ha demostrado, hay que retroceder al comportamiento inmediatamente posterior a la caída de Bidart para disponer de una visión más profunda de la nueva simbiosis entre los medios y el Estado. Ya entonces se comprobó a las pocas horas —¿dos o tres como máximo en radio y TV?— una muy sospechosa «coincidencia» de programas, debates y entrevistas en directo, así como de «documentos informativos» sobre la llamada «cúpula de ETA». Todo un montaje que, empero, pasó desapercibido para la inmensa mayoría del MLNV. Tuvimos que esperar al montaje escandaloso durante el arresto citado para terminar de abrir los ojos ante una simbiosis perfecta.
Todo indica que esa simbiosis, que como hemos analizado en el capítulo 2 nace de los mutuos intereses de la industria cultural y de los poderes políticos, irá perfeccionando su efectividad en la medida en que avanzamos en la liberación de nuestro Pueblo. No se detendrán ni posteriormente a los acuerdos del Proceso Negociador, sino que se adaptará a las nuevas necesidades de lucha contra el MLNV. Estamos, por consiguiente, enfrentados a un componente estructural decisivo que está planteando ya la batalla dentro mismo del campo simbólico, de la simbología de ETA como referente centralizador, como constructor de sentido del MLNV. Este nuevo frente de batalla comunicacional exige al MLNV un esfuerzo más arduo, permanente y global que el sostenido cuando el Pacto pretendió monopolizar los DD. HH., o el sentido y significado de la paz, etc. Y es que el resultado no dependerá solo de la efectividad represiva del Estado y de los zipayos, con ser pese a todo el objetivo central, sino a la vez del debilitamiento de la unidad simbólica del MLNV alrededor de ETA como componente esencial de Euskal Herria.
Ha sido la capacidad de recomposición del MLNV y ETA en cada una de esas cinco situaciones descritas —lograda también por la fuerza del referente simbólico del Bietan Jarrai— lo que ha terminado de convencer al Estado de atacar por ahí. Los efectos de una mala defensa por nuestra parte, es decir, la ausencia de una ofensiva planificada de extensión social a las nuevas realidades vascas, de la materialización de esa simbología, las consecuencias nefastas de un mal proceder en ese tema capital serán desastrosas. Como se aprecia, no estamos abogando únicamente por una reactivación de la comunicación concienciadora alrededor de la lucha armada, sino por mucho más. La lucha armada. Es una parte de una realidad más vasta y ramificada. No haberlo entendido así, o haberlo entendido muy pobremente, es una de las causas que explican la pervivencia de los euforizantes.
En la medida en que las bases del MLNV y una parte substancial del Pueblo Vasco han intuido vagamente, han comprendido entre neblinas y obscuridades que ETA es mucho más que una organización armada, en esa medida más las deficiencias concienciadoras -políticas realmente- de la izquierda abertzale para explicárselo, las bases han centrado en la Organización aspectos que debían ser asumidos por otras instancias del Movimiento. Dado que esas instancias han fallado reiteradamente, dado que la Organización ha demostrado estar y ser, ser y estar en los momentos decisorios, por la legitimidad que nace de la acción, se ha ido generando periódicamente ese efecto euforizante descrito. Cuando mayor es el nivel de burocratización y sustitucionismo de las bases internamente, cuanto mayor es la tardanza de respuesta a los interrogantes sociales y de explicación de los cambios en movimiento, en esos momentos más se vuelven las bases hacia la Organización en demanda de lo que debiera venir servido por sus propias estructuras: ella nunca ha fallado, la burocracia sí.
Naturalmente, el enemigo conoce esta situación; faena y máquina de mil modos para agudizarla: esa era una de las bazas, y a la vez, objetivo, de la «ofensiva final» preparada desde mediados del 91 y lanzada masivamente desde la caída de Bidart. Las tareas comunicacionales que se nos plantean, si comprendemos y aceptamos la veracidad teórica de lo descrito, son tan obvias e interrelacionadas con la totalidad de las críticas constructivas que exponemos que no vamos a detallarlas. Caen por su propio peso. Mas sí tenemos que considerar que esas tareas se van a desarrollar en un contexto social muy diferente al actual. La adaptación del referente simbólico-material a la nueva sociedad vasca desestructurada/reestructurada es una tarea que requiere especiales atenciones. No sirven los tópicos, es más, en la medida en que los repitamos se mantendrá cuando no crecerá la dependencia hacia los euforizantes, con todos sus riegos mil veces denostados.
4.9. Conclusión
Aparte de las herencias teóricas que arrastramos comunes a la casi totalidad de las izquierdas europeas, determinados lastres prácticos agravan los efectos negativos de la herencia que nos está ahorcando parcialmente. No podemos profundizar aquí en las relaciones entre la herencia teórica y los lastres prácticos: es mucho más fuerte de lo que sospechamos, aunque cada una de las partes de la relación tiene su autonomía propia.
Ella es en buena medida responsable de que el MLNV esté surcado por tres contradicciones que le recorren la totalidad de sus prácticas comunicativas. Desde luego que existen diferencias apreciables tanto en la profundidad de su arraigo total o parcial según las partes del MLNV de que se trate, como en las interrelaciones en su conjunto o dominancia de alguna de ellas sobre el resto. Las tres son: una, la que existe entre las potencialidades descritas y su infrautilización mediante el recurso creciente a la forma burguesa de comunicación, a los comunicados de prensa, etc. Dos, derivada de ella, la paulatina aceptación de las formas y modos de hacer de la comunicación dominante, sus imposiciones y condicionamientos tendentes a limar aristas, críticas y rigor, imponiendo el tópico, la superficialidad impactante y la ambigüedad. Tres, conclusión lógica de las precedentes: esa dinámica prima la burocracia, la cúpula y el sustitucionismo de las bases.
La triple contradicción es tanto más peligrosa en sus efectos cuanto que presiona sobre la lentitud del MLNV para responder a cuatro interrogantes sociales que, al empuje de la crisis, emergen del subconsciente colectivo: una, ¿qué futuro socioeconómico tenemos?; dos, en el presente y para el futuro ¿valen para algo las instituciones y poderes?; tres, aun valiendo en sí mismas ¿valen para algo los partidos políticos?, y cuatro, ¿qué lugar podemos tener en el mundo con todo esto, a donde nos llevan? Las cuatro indican un desasosiego social creciente que puede dar paso a una serie de reacciones a la derecha o a la izquierda, aunque también a la pasividad derrotista. El MLNV está respondiendo ya a algunas de ellas, pero no a todas. Ahora bien, su efectividad depende de la capacidad teórica para elaborar las respuestas y del medio comunicador empleado. Es más, la capacidad de captar ese desasosiego social creciente y de comprender la trifurcación que encierra, depende en buena medida de los medios teóricos y de comunicación del MLNV ya que toda comunicación, amén de estar enmarcada teóricamente, es a su vez una vía bidireccional, emisora-receptora. Se puede decir entonces que estamos dentro de un círculo vicioso.
En estas condiciones viejas y nuevas, la imagen que estamos dando al interior y exterior del Movimiento es la de que nuestro mensaje está, si no agotado, sí envejecido. Por nuestros errores comunicacionales y por el cerco informativo del enemigo, por ambas razones, no podemos dar a conocer los esfuerzos innovadores que estamos haciendo y sus frutos. Mientras tanto, son las fuerzas españolistas las que en estos momentos llevan la ofensiva comunicacional, y las regionalistas les van a la zaga, aunque moviendo sus peones cara a las elecciones. Las causas de fondo de nuestra incapacidad para divulgar lo que tenemos son tres: el lastre teórico, una innegable superficialidad y ligereza a la hora de estudiar la crisis actual y sus consecuencias y los propios golpes del enemigo. Sin embargo, cada una de las cuatro interrogantes descritas nos iluminan el camino de la profundización y de la respuesta concreta.
Las tres causas de fondo de nuestra incapacidad son también las responsables del inmediatismo que nos domina. Aunque una parte considerable de este inmediatismo sea el conocido método de solo ver y responder a lo que hoy sucede, y además cuando lo provoca el enemigo, yendo nosotros generalmente por detrás, el grueso del problema consiste en nuestra incapacidad para ver la situación y su evolución con una perspectiva de como mínimo dos años, o siquiera uno. Este defecto es común a la práctica totalidad del MLNV y sus consecuencias sobre la política informativa son desastrosas. Es verdad que determinadas campañas se planifican incluso con seis meses o algunos más, que muchas organizaciones del Movimiento funcionan ya con plangintzas semestrales e incluso anuales -que no se cumplen-, que crece la conciencia de la necesidad de la planificación sistémica, del método prospectivo, de la consideración de las variables, etc., es verdad todo eso, pero ni está tan desarrollado como debiera y, cuando funciona, choca con los lastres internos y externos arriba descritos. Salimos de los atascos con el ingenio, «instinto» y agilidad de respuesta inmediata de las cúpulas y de los portavoces, pero eso que es una virtud necesaria, cuando se reitera abusivamente, deviene en espiral absorbente que asfixia los restos de la iniciativa comunicacional de las bases.
La ausencia de planificación, ese vivir al día, a la intemperie y bajo la presión de los huracanes que nos lanza la crisis y el enemigo, presionan para que las cúpulas de las organizaciones del MLNV acaparen a la fuerza, por necesidad de inercia o por gusto —también en algunos casos— más responsabilidades de las que les corresponden. Desde luego que el grado varía en cada organización, pero el proceso es general. La burocratización tiene efectos especialmente perniciosos en la práctica comunicativa, y aún más, si cabe, al pretender ser concienciadora. Las organizaciones, las y los militantes concretos se van distanciando, pierden la autoconfianza y la iniciativa que son la base para lanzarse a discutir abiertamente en el barrio y en el trabajo, en la cotidianeidad. A la vez crece el automatismo, el funcionamiento circular, cíclico, inmutable: días determinados, fechas obligadas, períodos electorales que ya no ilusionan… La comunicación es una rutina que concierne «a los de arriba». Esta dinámica explicaría la posibilidad de aparición embrionaria de una tendencia a desarrollar alguna especie de líderes de imagen y opinión, capaces de representar interna y externamente la esencia del Movimiento en su conjunto, o de las organizaciones en sus áreas, en cuestiones generales o particulares muy manipulables por la prensa enemiga. Fuera del MLNV se trata de una directriz programada e impulsada por la simbiosis medios/poder. Dentro de nosotros, si bien son necesarios los portavoces públicos, los líderes de imagen —peores incluso que los de opinión, si se les puede separar— son dañinos.
La rapidez de los acontecimientos, la presión de los medios, la aceptación por nuestra parte de sus métodos, la concepción cíclica que nos domina, nuestras debilidades en programación a medio plazo, etc., impiden que rentabilicemos la mayoría de las pequeñas victorias que obtenemos. Este defecto es común a todo el Movimiento, superándose solo en victorias muy determinadas. De este modo, van quedando en el olvido muchos pasitos hacia delante, muchos logros en apariencia insubstanciales, pero que sabiamente analizados y divulgados permitirían no solo en sus escalas de realización, sino en otras superiores, procesos de aglutinación, confluencia, etc. Aquí tenemos uno de los problemas centrales del MLNV en su política de comunicación concienciadora. De todo el MLNV. Pero la rentabilización encuentra en la burocracia uno de sus peores enemigos. Es obvio y no vamos a extendernos. Nuestra efectividad concienciadora debe enfrentarse, además de al enemigo y a los cambios estructurales, también al olvido, a la pérdida de memoria, a la difuminación de nuestra práctica. Ocurre así porque cae un manto de obscuridad al no rentabilizar nuestros hechos. Divulgarlos exige conocerlos, investigar sus méritos, errores y aciertos, las acciones en contra del enemigo, el contexto y la coyuntura, las posibilidades de aglutinación en suma. Todo eso es iluminar permanentemente el pasado, hacerlo presente en la aglutinación de sectores y orientarlo al futuro. Es activar siempre la memoria histórica particular y general, y ¿cómo vamos a comunicar algo si lo hemos olvidado?
La nula rentabilización, la desmemorización que nos desarraiga de nuestros hechos, nos aliena de nosotros mismos, se transmuta de drama en tragedia cuando analizamos el problema comunicacional desde y para la perspectiva del corte generacional, del aumento de distancias generacionales dentro del Movimiento y en la sociedad en su conjunto. Si ya nuestra maquinaria comunicativa adolece de los defectos descritos, que se agudizan en y por la crisis estructural, cuando tocamos el problema intergeneracional esa maquinaria aparece andando con bastón o en silla de ruedas. Lo patético es que los méritos de JARRAI chocan con la anacronía de la máquina. Hay partes del MLNV más afectadas que otras por el choque o, lo que es peor, por su ausencia. En este último caso domina ya la laxitud senil. No podemos estudiar aquí las tensiones políticas que ese choque crea dentro del MLNV, sus repercusiones en la burocracia, etc. En materia comunicativa ahonda la desmemorización de la juventud, anulando la comunicación sincera, autocrítica y aglutinadora entre los extremos jóvenes y maduros del MLNV y entre la juventud abertzale y otras franjas de la juventud que no nos identifican por la práctica de JARRAI —aunque hay fracciones que sí lo hacen— sino por la senectud conservadora, cuando no reaccionaria dentro del universo juvenil y de su subjetividad, de sus expresiones mayoritarias.
No nos debe sorprender, por tanto, viendo lo visto, que las bases del MLNV recurran y necesiten en determinados períodos del euforizante que supone la Organización. Ella llena los vacíos que debieran cubrir las estructuras. Es cierto que la fuerza de resistencia armada práctica es decisiva dado que una historia de más de siglo y medio de guerras abiertas o no declaradas con el Estado ha creado una identidad colectiva muy consciente de la necesidad de la lucha armada, pero precisamente por eso y en evitación de previsibles situaciones como las cinco descritas —lo que nos remite de nuevo a nuestra capacidad de antelación y perspectiva histórica—, el MLNV debe asumir las necesidades concienciadoras —políticas— que le son obligadas. No hacerlo, o supeditarlas a otras necesidades, o debilitarlas por las inercias burocráticas, etc., supone mantener abiertas las brechas de desmoralización y desconcierto que utiliza el enemigo. Esas brechas se taponan cuando la Organización está fuerte, pero dado que el MLNV no concluye la tarea, siempre quedan resquicios o pilares no asentados del todo que se debilitan y hunden con los golpes represivos. Sucede en toda guerra y más en las de liberación nacional de clase: de ahí la extrema importancia de la conciencia política y de la responsabilidad enorme de la práctica comunicativa interna y externa del MLNV.
5. ¿Qué hacer?
El modelo teórico y la práctica comunicativa del MLNV como conjunto están siendo superados por los acontecimientos. Por acontecimientos entendemos no simples hechos fortuitos, descontextualizados, sino series, redes, cadenas procesuales integradas sinérgicamente en totalidades parciales que, a su vez, pertenecen a totalidades concretas interrelacionadas y móviles. Estos acontecimientos no son solo las medidas del enemigo, medidas represivas y brutales; tampoco son solo los errores fortuitos o causales del Movimiento; otro tanto hay que decir de los intereses específicos, incluso personales, de la mayoría de los periodistas, así como de los intereses de las transnacionales de la cultura y de la comunicación y sus simbiosis con los poderes: es todo eso, pero es más que eso.
Nuestra capacidad comunicativa está siendo superada por la evolución estructural, interna, genética del capitalismo en su conjunto, más las aportaciones específicas de los expertos en represión y estrategia contrainsurgente del Estado y del PNV. No podemos reducir el problema a tal o cual parte de nuestra práctica y/o teoría como único responsable. Sí existen partes más superadas que otras, pero es nuestro modelo entero el que, con diferencias secundarias, de simple ritmo de envejecimiento, está agotándose. Sin embargo, dentro de él, existen fuerzas potenciales y reales que auguran nuevas capacidades de expansión. También existen dentro de las diversas experiencias teóricas y prácticas de las izquierdas europeas determinados valores teóricos que debemos considerar. Por último, nacen de las entrañas de nuevas opresiones, nuevas resistencias, nuevos adelantos teóricos que debemos integrar.
No todo está perdido, al contrario. Fuera de Euskal Herria, tras un tiempo de pasividad en el tema que nos ocupa —solo agitada internamente por esfuerzos minoritarios, pero muy valiosos—, emergen del subsuelo nuevas luchas o se reactivan y readecuan viejas experiencias. Poco a poco, conforme se sedimentan los efectos terribles de la crisis desestructuradora y las nuevas restructuraciones se asientan, al disiparse la polvareda del derrumbe de dogmas y antiguallas, vislumbramos los escenarios concretos —el gran escenario único— de las nuevas batallas sociales, nacionales, de sexo-género, ecologistas, alternativistas, de las minorías marginadas, comunicacionales y culturales, etc., etc., cuyas escaramuzas empiezan ya a endurecerse. Otra cosa es que muchas de esas escaramuzas queden en nada, sean desactivadas o integradas. Esta es una posibilidad/probabilidad que no podemos analizar aquí. Pero ninguna guerra, incluso las blizkrieg más fulgurantes y sorpresivas, han empezado nunca sin escaramuzas ni tanteos.
¿Pensamos ilusamente que el endurecimiento autoritario, neofascista, que está segando los propios derechos burgueses a la comunicación, es casual? ¿Pensamos que el hecho de que el propio Parlamento burgués Europeo haya tenido que salir en defensa de sus —burguesas— libertades formales de expresión, es casual? Si los servicios de prospectiva estratégica del Capital no hubieran confirmado esa tendencialidad al alza de las luchas —como lo confirmaron a finales de los sesenta los servicios que luego dieron cuerpo a la Trilateral— y los peligros que ello acarrea para el Orden, tengamos por seguro que la involución neofascista sería más tenue.
En Euskal Herria crece la inquietud social sobre el posicionamiento de los medios en un bando muy preciso. Esa consciencia es por ahora constreñida a niveles determinados por la propia presión silenciadora de los medios, pero ¿cuánto tiempo podrán resistir el desgaste, las consecuencias de su posicionamiento parcial y beligerante? ¿Cuánto más pueden involucrarse activamente en la defensa de la injusticia? ¿Qué resortes tenemos que mover, qué nuevas prácticas tenemos que iniciar, qué hemos de hacer en suma para acelerar esa crisis y a la vez aumentar la efectividad de nuestra comunicación concienciadora? Vamos a intentar responder a estas preguntas:
5.1. Acción, miedo e imagen
La crítica situacionista a la sociedad del espectáculo ha quedado superada en su esencia: del espectáculo como pasividad del espectador, se ha pasado a la sociedad teatralizada, en la que a todos se nos asigna un papel, todos somos actores dentro del espectáculo. No existe ya la imagen exterior al sujeto pasivo, simple espectador de los acontecimientos espectaculares. Ahora el escenario es la sociedad en su conjunto. La imagen no es ya el arlequín cómico que ridiculiza la conciencia del espectador, ni el ‘prosopos’ griego que esconde la doble personalidad contradictoria de cada uno y la negación del lado femenino. Ahora todos somos imagen. La tesis situacionista se ha superado porque se ha confirmado. A la vez, el teatro social se ha complejizado con las diversas realidades virtuales descritas arriba.
Así, las imágenes son ficticias y auténticas: la esquizofrenia se ha instaurado. La desmaterialización de los focos de contrainformación y de los núcleos de poder se une a lo anterior. La imagen dicta. La pasividad obedece. La obediencia refuerza la imagen.
No hace falta poner muchos ejemplos al respecto. Las instituciones regionalistas y estatales tienen fuerza porque son la imagen real de una efectividad irreal. El Pacto es una fuerza real, opresiva y alienante, porque desaparece en la imagen de la democracia irreal. La Ertzaintza puede torturar y asesinar materialmente porque se protege en la imagen inmaterial de una policía «al servicio de todos». A la inversa, quieren que ETA sea la imagen del terror porque el Estado necesita desmaterializar su brutalidad. Decenas de miles de parados están realmente parados, sin protestar ni pelear, porque son la materialización de la imagen del orden, imagen que asumen y llevan dentro de sí, aunque ese orden sea su miseria real. La imagen de lo real es así la realidad de la alienación, y en cuanto tal, en cuanto falsa-conciencia-necesaria, esa imagen se convierte en una fuerza material contrarrevolucionaria. Por eso produce un beneficio, aunque este sea trasladar sobre los otros y las otras los mecanismos de explotación, opresión y dominación.
¿Qué hacer contra la dictadura de la imagen que es a la vez dictadura de una realidad falsa sentida como real? Aquí está el nudo gordiano del poder efectivo del Capital sobre varios cientos de miles de vascos y vascas. Otros cientos de miles sufren la contradicción entre niveles de aceptación de esa imagen e irrealidad y niveles de consciencia y lucidez. Esa contradicción hace que el miedo a la libertad, a la exploración de placeres subversivos, etc., que está en todos —no se libra nadie-— se manifieste de otro modo. Porque el miedo es también un componente de la imagen, su retaguardia estratégica y su fortín último. Para no enfrentarse al problema teórico y práctico del miedo, las izquierdas han dado todos los atajos y rodeos posibles: del ultraizquierdismo aventurero al reformismo lento y pausado. Se ha hecho de todo con tal de no enfrentarse al crucial problema praxeológico del miedo. Por eso el Estado del Capital masifica e inyecta el miedo sin parar, de cualquier manera, a diario.
Miedo en imágenes directas, materiales o simbólicas, servido en casa, a la carta en TV, para escoger como un menú a la hora de comer y cenar, en los medios impresos y radiofónicos, en la pornografía con el sadomasoquismo, en la misa y en la fe con el infierno, en el trabajo con el paro, en la casa con el marido agresivo, en la escuela con el suspenso, en la mani con los txakurras, en la carretera con los controles, en la juventud con la mili y el paro, en la militancia con la tortura y la cárcel, en la clandestinidad con la tortura y la muerte, en la madurez con la jubilación de miseria, en la ancianidad con el desamparo, en el sexo con la preñez no deseada y con el sida, en el amor con los celos, en el odio justo con la ley injusta, en la huelga con el despido, en la asamblea con el ridículo, en la votación con la minoría, en el divorcio con la miseria económica, en la vida con la muerte… Miedo por todas partes donde se mire. Miedo.
La imagen del miedo es incluso peor que el miedo mismo, porque este puede llegar a conocerse y a controlarse, pero la imagen no, porque es inmaterial y puede ocultar cosas muchísimo peores: «más vale malo conocido que bueno por conocer». Galindo y Atutxa siguen asesinando y las instituciones lavando con votos la sangre de los asesinados. De ahí lo vital de la acción, pues solo ella, antes que la palabra, enseña a controlar el miedo, a sujetarlo y guiarlo. De ahí que el Estado nunca tolera la acción y menos su forma plena, la lucha armada.
Esto no es un juego de palabras: es un intento de síntesis de las amargas experiencias político-comunicativas cosechadas en décadas por las izquierdas. Amarguras debidas en parte al nulo esfuerzo teórico y práctico por interpenetrar y fusionar la teoría marxista de la alienación con los avances posteriores de la psicología, el psicoanálisis, la antipsiquiatría, etc., más las vitales aportaciones del feminismo. Resultado de todo ello, la actual pobreza ante el poder terrible del Capital para usar por aislado o sinérgicamente la imagen, el miedo, la pasividad y hasta la acción inducida, teledirigida, programada y orientada a la reproducción ampliada del Poder. Naturalmente, dentro de esa simultaneidad jerarquizada se recurre también a un determinado optimismo, una iniciativa consumista, un sentido de la aventura y la exploración individualista y competitivo, etc., es decir, todas las facetas ofensivas de la personalidad burguesa.
El miedo es un componente esencial en y de la estructura psíquica de masas del capitalismo, que adquiere mayor presencia en sus formas más autoritarias de consciencia como el fascismo, etc. No nos toca analizar aquí las formas del miedo, los miedos concretos, ansiedades, angustias, terrores, fobias, etc., y sus manifestaciones psicopatológicas o normales. El grueso de las imágenes lanzadas por los medios tiene como finalidad activar tal o cual miedo concreto y sus reacciones correspondientes: miedo al ridículo, al que dirán si no compro tal cosa, etc. Tenemos el ejemplo del poder castrador de la propia imagen subconsciente de nuestro cuerpo, nuestro rechazo o aceptación y sus repercusiones globales en todos los aspectos de la vida: un tema de extrema importancia dejado siempre, sistemáticamente, en manos de la burguesía o, en todo caso, de minoritarios movimientos marginales.
Frente al poder de invocación del miedo por la imagen impuesta por el poder, frente a ello, la acción liberadora tiene más importancia que la mera concienciación teoricista. No hablamos de acción en el mero sentido activista, sino, como hemos dicho en su momento, como totalidad vital aunque se muestre inicialmente en pequeñas prácticas, acciones tímidas y aisladas si se quiere, pero que empiezan poco a poco a cuartear la llamada coraza caracteriológica, el blindaje autorrepresivo, las murallas de incomunicación, recelos y fobias mutuas. Vamos a poner tres ejemplos de lagunas profundas del MLNV en estas cuestiones con propuestas prácticas de solución:
Uno: La imagen del Movimiento no es plenamente euskaldun y progresista, y menos si analizamos el problema desde la simbiosis de ambos componentes esenciales. Ya nos hemos referido con anterioridad a ello. Es una imagen limitada a la reivindicación no integrada en un modelo alternativo de futuro. Exceptuando los méritos de AEK, el resto del MLNV es incapaz de demostrar con su acción no solo qué es sentir y vivir actualmente en claves euskaldunes y progresistas, sino que ni siquiera intenta ofrecer un modelo creativo, atrayente, integrador y abierto de una futura sociedad. Es cierto que intentarlo plantea problemas apreciables, pero, en último término, el futuro del modelo depende de la capacidad de atracción, entusiasmo e incluso complicidad subjetiva y afectiva que genere.
Consiguientemente, la acción en este primer ejemplo consistiría en planificar además de la euskaldunización interna del Movimiento, que ya se está haciendo, además de ello, dos cosas esencialmente unidas y que no se están haciendo: unir euskaldunización con concepción progresista de la vida, que es mucho más que simple conciencia política abertzale e infinitamente más que democraticismo barato y, unir euskaldunización con internacionalismo y solidaridad. Ambas acciones sistemáticas irían destinadas a contrarrestar los perniciosos efectos de la rutinariez de aprender euskara en las escuelas, propaganda del enemigo de que el euskara no sirve para la modernidad excepto para «la cocina», propaganda de que la mundialización exige otras lenguas «más aptas», etc. El MLNV no está accionando las posibilidades de concienciación que nacen de una complicidad afectiva, subjetiva, militante y progresista con el euskara en el presente y muy especialmente en el futuro.
Dos: La imagen del Movimiento es machista. Es decir, repelemos a la inmensa mayoría de las mujeres. Mientras que es lógico que la imagen machista del Poder atraiga a muchas mujeres por la alienación que padecen, con nosotros pasa lo contrario. Se trata de un problema estratégico por obvias razones, siendo las electorales las más nimias e insustanciales. Al igual que todas las izquierdas, carecemos de una teoría integrada de la opresión de la mujer y de sus consecuencias absolutas. Por eso carecemos de una capacidad de acción que borre la imagen que a diario ofrecemos y, lo que es más importante, la que impone de nosotros el Poder y, aún más importante, la que, como resultado de todo ello, al final y en la práctica, se construyen cientos de miles de mujeres sobre el MLNV. Semejante cadena que empieza en nuestro machismo, se refuerza con y mediante la prensa enemiga y concluye con las vivencias de las mujeres, es el proceso descrito anteriormente de referencia-signo-registro y representación, para empezar de nuevo. Las injustificables, pese a comprender sus causas, dificultades que encuentran en el Movimiento EGIZAN, las diversas «áreas de la mujer» —calificativo que denuncia la ghettización interna del problema—, etc., indican la extrema gravedad del dominio machista y de su mentalidad patriarcal dentro del MLNV: siendo así dentro ¿cómo nos verán fuera?
Consiguientemente la acción en este segundo ejemplo consistiría en un profundo, radical y urgente cambio interno y externo. Un cambio que abarcase desde la obligatoriedad de un mínimo de participación de mujeres en todos los órganos sucesivos de dirección -habría que precisar el tanto por ciento, por ejemplo, para abrir debate: un tanto por ciento en cada órgano de dirección correspondiente como mínimo al tanto por ciento de militancia de mujeres en la organización base que sustenta y elige esa dirección- de todas las organizaciones del MLNV; pasando por un cambio radical de mensajes y propuestas, en contenido y forma, introduciendo permanentemente la lucha contra las formas y contenidos de opresión machista en esos problemas concretos -absolutamente todas las situaciones problemáticas son y tienen opresiones machistas- y terminando en la directa participación de las mujeres como portavoces, que no sólo como animadoras y presentadoras de los mítines del MLNV, algo que nos está acercando ya a los shows televisivos.
Tres: La imagen del MLNV es de resistencia defensiva. Incluso la capacidad de alguna de sus partes para ofertar algo, para aglutinar nuevos sectores y abrir campos nuevos, no consiguen romper la imagen de resistencia numantina, negativista que el enemigo propaga en todo momento. Anteriormente la fuerza de su argumento, lo que propagandísticamente reforzaba esa imagen radicaba en la no asistencia al parlamento, aunque se actuase intensamente en ayuntamientos y diputaciones, pero la imagen se imponía. Ahora, cuando la legitimidad del parlamento se ha hundido y cuando la de los ayuntamientos y diputaciones está decreciendo, el enemigo ataca por el flanco de nuestra incapacidad para ofertar alternativas y respuestas a las inquietudes sociales. Según él no podemos integrar nuestro proyecto en las nuevas condiciones europeas, etc. El problema que tenemos es que el cerco de prensa impide que nuestro modelo llegue con fuerza, o incluso pueda ser conocido. Nos referimos lógicamente a las partes centrales, consignas propagandísticas básicas, del modelo pues es inútil esperar que cualquier prensa popularice, por ejemplo, toda una alternativa socioeconómica.
Consiguientemente la acción en este tercer ejemplo consistiría en la generación de un efecto bola de nieve simultáneo desde arriba y desde abajo, a la vez que permanente: desde arriba con campañas impactantes y llamativas sobre los puntos centrales y, por abajo, en las bases, con la potenciación de prácticas de discusión. Debemos aprender de los errores del ‘Urratz Berri’ y debemos también activar la ilusión de las bases para el debate interno y externo. ¿Cómo lograrlo?: una fórmula que apenas hemos explotado es la de intentar consolidar una especie de tertulias, o reuniones, o cenas periódicas en txokos y herrikos. Existen prácticas significativas pero aisladas que demuestran lo efectivo de ello: se trata de establecer un día determinado en el que con antelación se ponga un tema de debate y un menú, o simplemente un café, etc., y una especie de moderador-agitador. Debemos buscar otros métodos que rompan ese aire de monótona y aburrida obligación de los debates programados desde arriba. Debemos echar imaginación a la cosa para incentivar la participación: es mejor que nuestra gente discuta alrededor de un plato de babarrunas a que no discuta. Que discuta poco, entre flatulencia y flatulencia, pero que discuta algo porque así empezaremos a movernos. Y si nuestra gente no rompe en y con su práctica cotidiana el muro de silencio del Pacto, poco o nada podremos hacer. Además, intentar estas nuevas formas político-gastronómicas no es muy caro pues podría hacerse que la caja del txoko pagara el grueso.
Hay una línea que recorre a las tres propuestas: ilusionar, hacer partícipes a las gentes, implicarlas con cosas propias, atrayentes y gratificantes. Es un objetivo central. No podremos nunca incrementar la participación interna y romper el cerco externo sin esa ilusión que nace de la nueva autoconfianza. Ello nos obliga a plantear nuevos contenidos de reflexión con nuevas formas de discusión, con nuevos ambientes. Han pasado ya las viejas condiciones sociales de finales de los ’70 y comienzos de los ’80; están desapareciendo las de finales de los ’80 e incluso las de comienzos de los ’90 están envejeciendo rápidamente. Sin embargo, por las nuevas condiciones de sobreexplotación, etc., aumentan las posibilidades de acercamiento y discusión siempre que ofertemos contenidos y formas acordes. Al menos tenemos que intentarlo, e intentarlo en todas las organizaciones del MLNV y muy especialmente en los txokos y herrikos de HB.
Sólo la acción, la que fuere, vence al miedo y en esa superación cotidiana, transforma a la vez la imagen que se tiene de uno mismo y que se da al otro, a la sociedad. Simultáneamente se avanza en la desalienación. Todas las izquierdas, todos los movimientos revolucionarios modernos o precapitalistas han intuido esta verdad y han intentado aplicarla. Han ido acertando y mejorando sus métodos. También equivocándose y errando. Pero es innegable la existencia de una constante: todos han insistido en lo imprescindible del debate y de la participación: desde las primeras asambleas de trabajadores egipcios de que se tienen noticias hasta las últimas asambleas zapatistas, por citar un caso, han girado sobre esa constante.
5.2. El deseo y el mañana
La superación del miedo es tanto más urgente cuando comprendemos que su tremendo efecto castrador impacta fundamentalmente sobre el futuro. Del mismo modo, toda imagen lleva un modelo de futuro; todo reclamo consumista, consigna o eslogan agitador, proclama política o pasquín de denuncia lleva siempre, aunque sea implícitamente, un modelo de futuro. El problema radica en la atmósfera simbólica envolvente, en el mundo material de mensajes simultáneos, en la legitimidad previa, en las permanentes presiones a favor o en contra: condicionan, anulan o potencian ese futuro. Ello es obvio en nuestra situación. Pero se nos olvida decir, o hacemos poca insistencia al decirlo, que un modelo de futuro es tanto más creíble en los sectores sociales que constatan en su práctica la coherencia de quienes unen ese modelo a su ejemplo diario. Esto que ya fue comprendido en el utopismo inicial y medieval, en el socialismo y anarquismo del s. XIX y en la primera oleada revolucionaria del siglo XX en Europa —por no hablar de otros continentes— y que fue luego rescatado por el freudo-marxismo de la sex-pol alemana, semejante constante histórica está siendo olvidada por el MLNV.
Lo peor es que también ha sido una constante del MLNV hasta que se ha producido la triple conjunción de anquilosamiento de nuestro sistema concienciador, nuevos ataques del Pacto e intensos cambios sociales. Precisamente, una de las virtualidades de la lucha armada en los momentos duros de escisión ha consistido en unir presente y futuro con la acción. Mientras que las flamantes «izquierdas marxistas» escindidas entraban en la cuesta debajo de la palabrería, el MLNV actuaba. También hoy miles de militantes abertzales están dando ejemplos diarios de coherencia y perspectiva de futuro, pero su práctica queda silenciada por el anquilosamiento del aparato comunicativo-concienciador incapaz de romper el cerco del Pacto y de adecuarse a las exigencias cambiantes. De este modo, gradualmente, nuestro modelo de futuro, que está dado en la práctica cotidiana, es silenciado incluso en los círculos más cercanos y próximos al MLNV. Ello es debido a varios factores que ya hemos analizado en el capítulo 4.
¿Qué hacer?: La respuesta ha de partir del supuesto de que hemos logrado ilusionar de nuevo a nuestra gente para que se implique en la acción concienciadora dentro y fuera del MLNV. Sin esta base será muy difícil que, incluso abriendo algunas brechas en el muro contrainformativo del Pacto, incluso mejorando substancialmente nuestras respuestas a los interrogantes sociales, incluso así alcancemos grados altos de interpenetración del futuro con y en el presente. Las razones son obvias, pero si tuviéramos que sintentizarlas y resumirlas diríamos que se trata de rescatar la fuerza de convicción, de atracción y de complicidad político-afectiva de todos y cada uno nuestro personal, muy especialmente de nuestras compañeras, de las militantes del MLNV en toda su extensión. Hay que decirlo muy claro y ser consciente de sus consecuencias: la exclusión por parte de las izquierdas del tremendo poder emancipador de las mujeres ha sido una de las causas fundamentales de sus fracasos en la aglutinación de fuerzas cara al futuro. También, el dejar exclusivamente en manos de la reacción, de la derecha y del Vaticano ese potencial, ha sido una de las razones de las victorias del Capital.
Son tan abrumadoras las lecciones históricas al respecto que no nos extendemos. Comprendemos que así azuzamos los miedos profundos de la debilidad machista, de su orgullo cobarde y misógino, de sus complejos edípicos no integrados ni resueltos, de sus fantasmas incestuosos y fobias parricidas, de su transexualidad y homosexualidad latentes, etc., pero si no lo hacemos nosotros lo hará el Capital y «España»: lo hace ya desde que nacemos, e incluso antes. El monstruo contrarrevolucionario del machismo impide que el futuro esencial de toda liberación práctica aparezca en su esplendor. A la vez, impide que en el presente se movilicen todas las fuerzas concienciadoras que, por serlo, son a la vez destructoras de sistemas de poder cotidiano, de poder personal, de reaccionarismo y conservadurismo en lo cotidiano: ¿cómo pretendemos hablar de un futuro libre cuando toda nuestra personalidad profunda está estructurada justo para lo contrario?
Demos un paso más. Suponiendo —es mucho suponer— que tenemos claro lo anterior, ¿cómo tenemos que seguir? El MLNV en sí debe cambiar radicalmente en una cuestión decisiva para identificar anímica y emotivamente cualquier práctica presente con el futuro. Se trata de introducir el deseo en la política y la política en el deseo. Pensamos que a estas alturas del texto debiera estar claro qué entendemos por política, pero ¿qué entendemos por deseo?. Por deseo entendemos la consciencia que se tiene de las necesidades que se sienten. Sin esa consciencia, sin el deseo, las necesidades pueden ser manipuladas, desactivadas, pospuestas, suplantadas por necesidades ficticias y artificiales. Es más, el deseo es tensión y tendencia a la resolución de la necesidad. Por tanto, lleva en sí un adelanto de placer expectante, de gratificación esperada, de equilibrio satisfecho. Por ello, el deseo consciente es algo inasimilable por cualquier poder. Tenemos el brillante ejemplo de JARRAI, sin ir muy lejos; o la tensión de los familiares y amigos de los prisioneros, etc. En la medida en que la necesidad es reiteradamente negada por el poder, el deseo se radicaliza y endurece sus métodos.
El MLNV no tiene una política del deseo en cuanto tal, aunque tiene un tremendo deseo práctico, desarticulado, desorganizado, que se expresa en infinitas fiestas, manis, funerales y actos de recuerdo y homenaje, etc. Tenemos que propagar interna y externamente el deseo de acción como acción del deseo. Una vez más son las organizaciones del MLNV menos intoxicadas por los errores y límites de las izquierdas clásicas, es decir las organizaciones del MLNV menos «teoricistas» —en el mal sentido— y más enraizadas en los hábitos populares de autoorganización las que mejor y más creativamente destilan el deseo de la militancia abertzale: la práctica totalidad de movimientos populares y sociales —al margen de su estado organizativo— la juventud, las iniciativas callejeras y autoorganizadas. A la inversa, son las organizaciones clásicas, las que tienen en sus filas los clásicos militantes «de partido» o «de sindicato», los «cuadros de oficina», etc., los que más separan la política del deseo, digamos que la obligación de la devoción, y más dan una imagen fría, impersonal, monótona y gris de la política abertzale. Desgraciadamente, es la imagen oficial. Por ello, el deseo militante se escapa de esas instancias y se autoorganiza cada vez más en otros campos de intervención.
¿Cómo introducir el deseo en la política, además de la propia concienciación? Primero revalorizando, enriqueciendo y ampliando el concepto y la calidad de las necesidades que tiene nuestro Pueblo en su conjunto y cada uno de los militantes del MLNV: debemos asumir la exigencia radical de las necesidades radicales en todas sus manifestaciones, algo que el Movimiento apenas hace, o que solo hace de boquilla. Segundo, desarrollando en cada área sus consignas y prácticas específicas, de manera que la pesadez de la estructura no aplaste la frescura de las iniciativas críticas y último, tercero, removiendo las burocracias, limpiándolas de moho mental.
Por ejemplo, JARRAI además de la insumisión, del paro y del trabajo, etc., debiera defender el placer y la plenitud sexo-afectiva como elemento interno a la insumisión y al comportamiento. Por ejemplo, EGIZAN debiera también entrar a la crítica de la institución familiar, que no solo del trabajo doméstico, de la reivindicación de la violencia feminista, que no solo de la crítica a las agresiones, etc. Por ejemplo, LAB debiera también entrar a la crítica del salario como esclavitud, que no solo del salario como cantidad insuficiente, a la crítica del tiempo asalariado, que no solo a las condiciones de explotación, por no citar a la crítica del modelo consumista, etc. Por ejemplo, ASK debiera entrar a la crítica radical de la represión contra los movimientos populares que no solo a la defensa programática del contrapoder. Por ejemplo, HB debiera entrar a saco contra el mito de la democracia parlamentaria, que no solo contra su corrupción e integración en el poder.
Se trata de meter en dedo en la llaga de los límites insalvables del Estado. Esos límites son los que niegan el futuro y son sus denuncias radicales las que demuestran en la práctica, en el presente y en el día a día, la estrecha conexión político-afectiva mediante la función consciente del deseo global que tiene el Movimiento del hoy con el mañana. El deseo radical es el futuro radical. Naturalmente, hacerlo así exige de un cambio simultáneo y procesual, nunca precipitado, pero tampoco tímido, de la estructura burocrática, del sistema comunicacional y concienciador, de la imagen interna y externa, de la superación gradual de los miedos y frenos subconsciente no solo a escala individual, también colectiva. En cierta forma, la historia del MLNV es el permanente intento de recuperar esa originaria radicalidad de futuro mediante profilaxis de saneamiento interno y de relegitimación externa.
5.3. Identidad y radicalidad
Ofrecer nuestra imagen desplazando la que de nosotros dan los medios del Pacto, la superación gradual del miedo de sectores circundantes que, en el último momento, dudan en darnos el apoyo y retroceden, la introducción del deseo en la política, etc., son tareas a realizar que podemos y debemos asentar en la profunda identidad nacional vasca, pero también en su radicalidad de fondo cuando están en peligro fundamentos centrales suyos. Nunca mejor el concepto de radical que en este caso: lo radical dentro de la identidad nacional atañe a las raíces de fondo de su reproducción. La identidad aparece radicalmente expuesta en los momentos de peligro. Lo hace en tres frentes interrelacionados que en último extremo se sintetizan en la lucha armada: uno, consciencia de desaparición y muerte del euskara; dos, consciencia de la opresión y negación de los derechos nacionales de Euskal Herria y tres, consciencia de la explotación del pueblo trabajador vasco. Estos tres frentes han mantenido diversos niveles de prioridad parcial que nunca han cuestionado la unidad de la identidad nacional.
La evolución de los acontecimientos tiende a aumentar las posibilidades objetivas de aumento de la radicalidad como efecto del empeoramiento de todos y cada uno de los frentes. Nuestra lengua, nuestros derechos y necesidades de autogobierno y la sobreexplotación de clase, los tres, caminan ostensiblemente a un empeoramiento. De ahí el aumento de las condiciones objetivas de radicalización de la identidad —algo a lo que ya nos hemos referido anteriormente—; sin embargo, tenemos que desechar la ingenuidad de que por arte de birli-birloke aumente la consciencia subjetiva acorde a esa condición objetiva en agudización. Para aumentar y fortalecer esa conciencia subjetiva es imprescindible la introducción del deseo y, en general, todo un conjunto de medidas, algunas de las cuales ya hemos citado aquí. Pero en el tema concreto que ahora tocamos, tres son las organizaciones del MLNV con más posibilidades de incidencia y por ello con más responsabilidades: ASK, JARRAI y LAB. Esto no quiere decir que el resto, HB por ejemplo, no tengan una función muy importante, quiere decir que JARRAI, LAB y ASK desarrollan dinámicas directamente entroncadas con los factores históricos de radicalidad independentista.
La defensa y propagación del euskara, deber de todo abertzale, no hubiera alcanzado, empero las cotas actuales sin la tenaz acción de los movimientos y colectivos euskaltzales. En el aún vigente esquema organizativo nuestro, la centralización no sustitutoria ni dirigista de ese esfuerzo ha estado y está en ASK. Quiere ello decir que el sistema de comunicación concienciadora del MLNV en su conjunto, tanto la defensa y propagación de nuestra lengua y cultura, como la función y prestigio de ASK deben ser especialmente cuidadas. Tan cuidadas como debe ser la función y el prestigio de LAB en el movimiento obrero y de JARRAI en el juvenil. Ambas dos realidades también deben ser permanentemente potenciadas, divulgadas y explicitadas por nuestros medios, pues son los otros dos pilares centrales de la radicalidad. En el apartado 5.8, al estudiar la riqueza del MLNV, su unidad y diversidad, defenderemos la urgencia de prestigiar a sus organizaciones concretas, generalmente ocultadas por la sombra de HB con consecuencias negativas.
La importancia de JARRAI no queda ceñida a su actual función. Aparte de que debe reivindicar y agitar ya de inmediato el deseo juvenil en todas sus formas, también tiene otras tres grandes áreas públicas y una más interna. Las públicas, vitales para la efectividad futura de la concienciación abertzale, son la repotenciación de KIMUAK o en cualquier caso, después de una valoración de lo realizado, de otras formas nuevas, pero que incidan en lo mismo; otra, IKASLE ABERTZALEAK y la última, las relaciones con LAB en todo lo relacionado con la explotación juvenil. Pensamos que no hace falta razonar más al respecto. Sí hace falta empero insistir en una función interna que apenas es considerada, pero que sí resulta básica, vital y decisoria: además de dotar de nuevos y nuevas militantes al Movimiento en su conjunto —¿cuántos jóvenes empiezan en JARRAI y cuántos siguen luego en el MLNV?— debe en estrecha relación orgánica con las otras estructuras y con IA, debe cuidar la potenciación de militantes cualificados: abogados, sociólogos, periodistas, economistas, psicólogos, historiadores, etc., etc. Posteriormente, en el apartado 5.5) hablaremos de la necesidad de dotarnos de equipos interdisciplinarios capaces de asesorar al MLNV y elaborar toda serie de estudios, y JARRAI tiene aquí una tarea central hoy totalmente descuidada.
LAB está malgastando sus innegables logros y su capacidad de aportación global al Movimiento. Su creciente presencia en los medios, el desbloqueo del muro contrainformativo que ha logrado, sus acuerdos con ELA, su crecimiento sindical, etc., son logros importantes, pero, primero, no los estamos rentabilizando lo suficiente dentro y fuera de nosotros pese al encuadre teórico-político del tema realizado hace tiempo y, segundo, no está enrojeciendo ni obrerizando a las estructuras internas del bloque por la sencilla razón de que sus militantes apenas participan en ellas, aunque se sientan partícipes política y moralmente. El tema de la rentabilización ya ha sido estudiado anteriormente y aquí no vamos a concretarlo. Sí tenemos que advertir del peligro que supone la segunda cuestión: la débil asistencia y aportación del sindicato a las estructuras locales del bloque.
La radicalización de clase, presocialista si se quiere, es, aun así, decisiva. No se puede avanzar en ella sin las aportaciones de los militantes del sindicato en las estructuras locales. El que así se produzca ya solo —y ya casi ni eso— cuando hay un conflicto obrero fuerte que afecta al barrio o pueblo entero, es un indicativo del alejamiento práctico. No sirve de mucho a la larga, aunque en el momento es importante, la presencia de delegados sindicales en determinadas movilizaciones de GG.AA. como viajes a París, etc. Son actos de presencia válidos en su rentabilización inmediata; incluso sirven para que más de un delegado reduzca su pertenencia al bloque y las obligaciones de consciencia que ello supone a esos viajes y a las manis nacionales, además de las cenas de turno en la herriko.
El peligro radica en el distanciamiento creciente que se abre en lo práctico, lo político y lo teórico entre la dinámica interna del bloque en sus estructuras locales y el sindicato. Esa distancia corta las necesarias aportaciones bidireccionales, el mutuo enriquecimiento, la complementariedad, etc. A resultas de ello se merma la capacidad de globalización de las estructuras locales, decisivas según nuestro esquema organizativo, debilitándose su potencial de aporte crítico y de radicalización clasista, trabajadora y obrerista, del bloque en su conjunto, de sus estructuras locales y de sus militantes. El problema es tanto más serio cuanto que constatamos dos cosas: una, que muchos jarraitxus no conocen ni saben lo que es ni la importancia que tiene un delegado sindical abertzale y otra, que encima solo gente del sindicato podría —y no siempre— explicar y aportar sobre los cambios socioeconómicos. Además de esto, el distanciamiento de LAB acarrea lo mismo dentro de HB con la agravante del desclasamiento notorio —¿total?— de la Mesa Nacional, que aunque responde a más causas, también tiene una relación estrecha con el tema que tratamos.
Fortalecer la identidad y radicalidad del independentismo de clase exige el esfuerzo sistemático en esas tres vertientes, además de otras que venimos citando, así como de algunas que se nos olvidan o desconocemos. Las tres rendirán sus frutos a medio plazo, como prácticamente la totalidad de medidas que se proponen en este texto, y es que, realmente, no hay pócimas ni ungüentos milagrosos.
5.4. Otros sentimientos e identidades
La radicalización del independentismo de clase —en el sentido que damos a la clase obrera como núcleo estructurante y significante del concepto estratégico de Pueblo Trabajador—, más el conjunto de medidas que proponemos debieran permitirnos superar una vieja disputa heredada del pasado y que se expresa en la imagen engañosa de las dos caras de la misma moneda, la «cara nacional» y la «cara social». Si bien con el tiempo, bajo la presión de las transformaciones de fondo, esta falsa disputa tenderá a desaparecer y, de hecho, cada día que pasa va quedando claro que así sucede, todavía y sobre todo en el plano de la acumulación de fuerzas nos enfrentaremos a esa disyuntiva. No sirve de nada negarlo. Una cosa es la tendencialidad objetiva de la evolución social y otra las diversas fuerzas que actúan dentro, que inciden en componentes nacionales y etnoculturales diferenciados con sensibilidades, sentimientos e identidades propias.
Son muy significativos los esfuerzos del Pacto para enfrentar de mil modos esas diferencias: de un lado a los «marxistas» contra los «nacionalistas»; de otro, a los de una supuesta «ETA berri» contra los de otra supuesta «ETA zaharra»; además, al «derecho de aprender euskara» con el «deber constitucional de hablar castellano»; también, la potenciación planificada de las casas regionales, etc. Todos ellos esfuerzos destinados a frenar la integración, a mantener y aumentar las distancias e incluso las posibles hostilidades, —¿estrategia de balcanización como ha insinuado reiteradamente el PSOE?—, entre comunidades. Recordemos que ya en una fecha tan temprana como 1978, desde la supuesta «izquierda marxista» en su tiempo escindida de ETA, uno de los actuales ideólogos del gobierno español, Manu Escudero, sentó las bases del problema de las «dos comunidades». En realidad, estudiado rigurosamente el asunto, hay más de dos comunidades, a no ser que incluyamos dentro de la «comunidad española» a gallegos, andaluces, etc., con sensibilidades y sentimientos e incluso identidades nacionales. El problema no consiste solo en que esos sectores existen en las generaciones maduras y viejas, sino que además las condiciones sociales, la complejidad de la reproducción de los diversos códigos, etc., hacen que sectores y franjas sociales relativamente jóvenes sean receptivos aún a los programas que hacen bandera de esa división.
En las zonas específicamente vascas, con fuerte identidad nacional euskaldun, la vivencia de lo clasista es y será durante un tiempo diferente en sus formas accesorias a la que se produzca en las grandes barriadas de superposición de capas generacionales de emigrantes, hijos de emigrantes en proceso de tránsito de la sensibilidad vasca al sentimiento vasco, nietos de emigrantes en proceso de transformación del sentimiento en identidad vasca y de autóctonos que incluso pueden sentirse más españoles que muchos hijos de emigrantes. Por el otro lado del problema, en estas barriadas, la vivencia vasca es y será durante un tiempo diferente a la de las zonas euskaldunes en las que se han generado fuerzas intercomunicativas capaces de desplazar e imponerse a los medios desnacionalizadores del Estado y de las transnacionales. Las gamas de situaciones entre ambos extremos son muchas y no podemos analizarlas aquí, pero sería suicida por nuestra parte negar la permanencia durante por lo menos una generación a partir de ahora, más los efectos residuales posteriores que intentarán ser activados por las fuerzas reaccionarias de uno u otro sentido, de esa disparidad entre «lo nacional» y «lo social».
La práctica concienciadora debe saber adaptarse, pues a esos polos a la que vez que debe unirlos: hemos hecho intentos en determinadas campañas electorales y en problemas especiales, pero sus resultados indican que aún no hemos dado con el método adecuado. Con una población inmensamente mayoritaria de asalariados, con una mal llamada «clase media» en disminución y proletarización, con una reducidísima minoría burguesa, ¿qué es lo que está fallando de nuestra práctica de integración y aglutinación? Tendríamos que extendernos aquí al análisis general de lo que sucede en todos los capitalismos desarrollados para comprenderlo, pero no solo eso. También tenemos que estudiar los diferentes orígenes nacionales de la población vasca, algo que no hemos hecho y que está debajo de tantos y tantos desengaños y desconciertos de militantes abertzales tras comprobar que después de años de esfuerzos miles y miles de obreros, mujeres, jóvenes, ancianos y minorías marginadas prefieren votar al PSOE, IU e incluso PP en Vascongadas y al regionalismo —tan derechista como el PP y el PSOE— que a nosotros.
No podremos equilibrar ambos polos si desconocemos esas realidades internas que, por otra parte, crecerán en importancia en las fases sucesivas de aplicación y plasmación del Proceso Negociador. Crecerá porque el Estado y los regionalismos jugarán a fondo sus bazas, activarán —el Estado lleva tiempo —, el españolismo adecuado a su contexto y necesidades coyunturales y/o el regionalismo disgregador u otras posibilidades que no podemos tocar. Lo que nosotros definimos como «confrontación civil entre vascos» tiene sobre todo en su interior un componente latente de confrontación entre varias comunidades culturales y/o nacionales, confrontación con la que el españolismo amenaza cuando cree conveniente. Nos enfrentamos, pues a un problema contradictorio y complejo, pues, de un lado, mientras que la evolución socioeconómica y poblacional —no llegan de fuera, sino que salen para afuera— tiende a solucionarlo a la larga, la evolución sociopolítica —las presiones españolistas – tiende a lo contrario, a agudizarlo.
¿Qué hacer? Una vez más insistimos en que es imposible lanzarnos a resolver este problema —que pretenderán agudizarlo—, utilizando solo el recurso al parche y al remendón. Son dos las tareas que debemos hacer, ambas basadas en un conocimiento más exhaustivo de la estructura sociocultural vasca. Recordamos aquí los datos ofrecidos anteriormente, en el apartado 3.1 sobre la identidad nacional de clase, acerca de la estructura poblacional y sociocultural. Según el censo de 1991, el 33 % de la población de Hegoalde tenía los cuatro abuelos del País, el 7 % tenía uno o dos abuelos de fuera, el 29 % uno o dos padres de fuera y el 31 % eran nacidos fuera de Hegoalde. No tenemos datos sobre la fuerza profunda de los sentimientos regionalistas y nacionalistas no españoles. Podemos preguntarnos sobre si también en estas fracciones se produce la demostrada caída de españolismo y ascenso de «localismo» y «regionalismo» que se constata en el Estado.
De un lado, elaborar un modelo independentista que demuestre que su obtención es positiva para todos los pueblos oprimidos por el Estado. Que demuestre que luchar o al menos apoyar la independencia vasca es ayudar a familiares propios que viven en la tierra natal y que, de algún modo, se benefician del sueldo obtenido en Hegoalde. Que ilusione sobre el futuro de los hijos, de la propia vejez dentro de Hegoalde, en vez de alentar la vuelta al pueblo, lo que sigue potenciando el estatalismo y su justificación españolista. Un modelo que, a la vez, dé esa respuesta dentro de una concepción estratégica de qué Europa queremos y necesitamos, de qué modelo y estrategia de ubicación en el Mundo queremos y necesitamos. Aún no hemos elaborado nada, absolutamente nada al respecto, excepto los cuatro tópicos democraticistas de HB sobre Europa que se están utilizando las elecciones europeas.
De otro lado, incluso antes de elaborar ese modelo, acercarnos, conocer las realidades de esos sectores, discutir con sus representantes y ver qué podemos hacer juntos. Por ejemplo, ¿por qué no se pueden buscar contactos entre los comités locales de HB y las casas regionales allí donde las haya? ¿Tenemos miedo de enfrentarnos a situaciones nuevas? Por ejemplo, ¿por qué no se pueden buscar contactos entre los movimientos populares y sociales abertzales y, si existen, organizaciones, colectivos, entidades, etc., mediante las que o en las que se expresen esos sectores? Las y los compañeros formados en un ecosistema, hábitat social y universo simbólico euskaldun debieran conocer más detenidamente las realidades socioculturales de los grandes barrios emigrantes, en donde el desarraigo y la desnacionalización con respecto a los padres se unen al retraso y dificultad del arraigo y nacionalización en lo vasco. No es este sitio para profundizar en esta esencial problemática que afecta directamente ni más ni menos que al 60 % de la población de Hegoalde según el censo de 1991.
5.5. Contra el Estado invisible
Lo que nosotros definimos ligeramente como «lucha ideológica» sirve de poco contra el Estado. Alguna vez, y a no tardar, tendremos que revisar nuestras nociones sobre qué es el Estado en cuanto aparato generador de consenso que no solo de coacción; productor de colaboracionismo que no solo de represión; atractor de simpatías que no solo de odios; aglutinador de intereses conservadores y centralizador de micropoderes cotidianos y poderes paraestatales y extraestatales, que no solo repartidor de palos y torturas. La idea del MLNV sobre el Estado es extremadamente pobre: se centra en su vertiente directamente represiva, olvidando, o desconociendo, su capacidad de autolegitimarse, de disfrazar su brutalidad, de crear instrumentos complejos, invisibles, desperdigados de dominación y control teledirigido. Intuimos algo de ello cuando, en vez del Estado, analizamos al Pacto y en concreto a los gobiernillos de Iruñea y Gasteiz.
Esta incapacidad, con la que volveremos a toparnos desde otro ángulo al estudiar nuestra «teoría» —por llamarla de alguna forma— de la democracia existente, ha sido y es la responsable de tres cosas que nos constriñen actualmente: una, minusvaloramos la capacidad del Estado para aglutinar sectores alrededor del Pacto; dos, minusvaloramos la efectividad de instrumentos complejos de dominación e intimidación y tres, sobrevaloramos la efectividad de las simples denuncias de la brutalidad represiva, convencidos de que ellas mismas —siempre necesarias, pero insuficientes— generan conciencia. Y así muchísimos militantes y laguntzailes del MLNV se preguntan que ¿cómo es posible que la gente no reaccione más, no se pringue plenamente en la lucha, no luche contra un paro tan alto, contra la corrupción generalizada, contra la pobreza en aumento, contra torturas y brutalidades, contra la ocupación militar, etc.? La debilidad de nuestra concepción del Estado, de sus poderes e instrumentos, nos impide responder. Crece así el desconcierto, el cansancio o la indiferencia a la hora de lanzarse a pelear. Es más, ¿pelear contra qué si se desconoce lo que es?
¿Qué hacer? Hay que partir del hecho de que en esta problemática la simple propaganda no vale de mucho; tampoco sirven de mucho los clásicos artículos teóricos, excepto para debates, aclaraciones y discusiones entre grupos selectos que luego, en su práctica diaria, sabrán adaptar esa teoría a una denuncia práctica más asequible. Hemos de ser conscientes de que debemos empezar por aclarar los términos, por explicar a la militancia los aspectos centrales, el intríngulis del problema. En otras palabras, nos movemos en una realidad que exige previamente un enriquecimiento teórico del MLNV. La problemática de los poderes, de las capacidades del Estado, de su naturaleza es de suyo teórica antes que práctica: sin la teoría es imposible perfeccionar la práctica. Es más, uno de los escollos de la lucha armada en los contextos formalmente democráticos es precisamente la capacidad de absorción, el efecto muelle, la función de colchón de esas formas complejas e invisibles del Estado para neutralizar parcialmente el impresionante poder pedagógico de la lucha armada.
La necesidad de dicho enriquecimiento se agudiza encima con la evolución de los medios de contrainformación, su simbiosis con el Estado, su desmaterialización como único foco y materialización plurifocal, policéntrica y multiforme. Nos movemos aquí dentro de esas «realidades virtuales» cotidianas de los diversos y aislados segmentos sociales, minoritarios en sí mismos o minorizados desde el Poder, a pesar de su cuantía y peso social innegable. En estos marcos es literalmente imposible desmitificar al Estado solo con la desnuda práctica, lo es por la razón contundente de que el Estado no existe como tal, como estratega de la reproducción ampliada del Capital. Existe como simple administrador, incómodo, exigente, correoso e inepto y corrupto hasta la médula, pero como simple administración, es más como necesaria administración. No nos engañemos.
Cientos de miles de vascos ven al Estado español como administración necesaria. Otras centenas de miles avanzan un poco y lo ven como la administración que se niega a concretar el estatuto de Vascongadas y el de Nafarroa, apenas más. Ya son menos los que rechazan esa administración ocupante, pero anhelan otra igual, pero en manos del regionalismo. Algo más de dos centenas de miles rechazan frontalmente el Estado y desean nebulosamente otra cosa diferente, pero sin precisiones teóricas, que dé cuerpo a la consigna de Independencia y Socialismo y por fin unos cuantos miles, seguramente la proporción más alta por densidad de población de todo el capitalismo desarrollado, saben que el Estado sea español, francés o vasco, es una máquina de opresión de la mayoría por la minoría, y saben que Euskal Herria también necesita un Estado, PERO OTRO ESTADO TOTALMENTE DIFERENTE. Esta es la realidad. La sorda coerción capitalista, la alienación, el silencio que impone el miedo, las complicidades que imponen las prebendas que ofrece el Estado a los colaboracionistas, etc., semejante presión diaria se suma a la capacidad de engaño de los medios. Resulta así la difuminación de los contornos más crueles del Estado, cuando no su desaparición.
Solo la paciente explicación teórica sirve en este concreto problema. Definimos aquí teoría como la capacidad de enunciar sintéticamente las experiencias prácticas de las luchas contra el Estado y las respuestas de defensa y mejora de sí mismo que el Estado ha realizado. Por tanto, no es un teoricismo abstracto. Es más, esa teoría se asienta también sobre la propia adaptación defensiva y ofensiva del Estado español en su permanente agresión contra el pueblo trabajador vasco. Una explicación paciente, sistemática, rigurosa y pedagógica siempre anclada en los hechos. Por ello, este tema concierne en directo a las áreas de formación política del MLNV. De aquí y en dialéctica conexión con cada estructura organizativa, se deberá concretar la adaptación de esa teoría crítica al campo concreto en el que se mueve cada militante, cada organización. Una cosa es cómo interviene, cómo está presente o se personaliza, cómo se camufla o desaparece el Estado en la problemática de la drogadicción, por ejemplo, y otra en la municipal. La teoría crítica general debe demostrar que el Estado es omnipresente, pero que adquiere tantas formas como realidades existen. Debe demostrar que detrás de cada opresión está el Estado, pero que está de forma diferente y adaptada.
Hay que poner manos a la tarea. En la medida en que se retrase, seguiremos arrastrando serias dificultades dentro mismo de la capacidad de perspectiva, de proyección y de elaboración de modelos, de alternativas y planes concretos. Sin ir muy lejos, no se puede comprender nada de lo que es la democracia sin una correcta teoría del Estado y no a la inversa. El Estado es la base de la democracia, de toda democracia, y nunca a la inversa. Creerlo así es eso: una creencia, es decir, aceptar algo sin pruebas ni demostración. Sin ir muy lejos, desmitificar a la Ertzaintza es imposible sin antes poseer una teoría del Estado como pivote material, organizador y alimentador de la Ertzaintza. La cipayada no es algo ajeno al Estado, es su prolongación con txapela, una de sus excrecencias, una defecación del Estado como otra cualquiera. Por último, en el tema de los medios de comunicación, esa urgencia es, si cabe, más perentoria por todas las razones vistas a lo largo del texto.
Y como instrumento central de ese esfuerzo, así como garante de su continuidad y profundización, debemos planificar a tres o cuatro años vista la creación de taldes interdisciplinarios capaces de elaborar teoría. Es verdad que algunas estructuras del MLNV tienen algo parecido a eso, pero son muy pocas, no actúan sinérgicamente y su capacidad es por ello deficitaria. Debemos planificar mediante contactos con IA vía JARRAI, las disponibilidades de estudiantes en áreas imprescindibles de conocimiento, de modo que las organizaciones sepan que dentro de cuatro años pueden disponer siquiera de un pequeño equipo interdisciplinar —liberado— integrado en la dinámica de necesidades. Es imprescindible: incluso hay que reducir el número de liberados para algunas tareas con tal de poder mantener el grupo interdisciplinar. El conocimiento es un arma. Un arma cada vez más efectiva en manos del Estado y que desarrolla toda su letalidad en los medios de prensa.
5.6. ¡Viva la asepsia conceptual!
La ausencia de una correcta comprensión de lo que es el Estado y de sus capacidades globales repercute también, al margen de otros motivos, en la superficialidad creciente a la hora de denunciar y criticar el sistema democrático impuesto. Hacemos una crítica del marco jurídico-político desde una postura muy juridicista y legalista, apenas político radical y nula desde perspectivas clasistas y feministas. Nuestro lenguaje politiquero está cargándose de términos burgueses progresistas. Una asepsia conceptual penetra no solo en la terminología sino en el pensamiento, LO CUAL ES INEVITABLE POR CUANTO AL PENSAR SE PIENSA CON PALABRAS Y CONCEPTOS PRECISOS. De la misma forma en que al pensar en castellano se desarrolla la mentalidad precisa, con repercusiones precisas en todos los ámbitos, del mismo modo AL PENSAR CON CONCEPTOS ASÉPTICOS, FALSAMENTE NEUTRALES, QUE HUYEN DE INFECCIONES Y CONTAMINACIONES IZQUIERDISTAS, SE DESARROLLA UNA MENTALIDAD PRECISA, MÁS PREDISPUESTA A ACEPTAR SIGNIFICADOS Y SIGNIFICANTES BURGUESES QUE REVOLUCIONARIOS.
Esta perceptible tendencia es simultánea al debilitamiento del obrerismo, de la capacidad de sentir, ver e interpretar los problemas desde la situación vital de la inmensa mayoría de la población vasca. Debiera preocuparnos el error de minusvaloración de la previsible fuerza de la Huelga General del 27-E y sobre todo esa mezcla de pesimismo e indiferencia en algunos sectores días antes. Los ejemplos abundan demasiado, pero no podemos analizar aquí ese problema. Ahora nos interesa combatir el proceso de contagio de terminología burguesa progresista en cuanto síntoma, como fiebre delatora de una infección que aparece cada vez más asiduamente. Lo grave es que ello nos aleja de una realidad cotidiana que exige claridad, coherencia y radicalidad en los términos, consignas, mensajes e imágenes del MLNV.
El término «déficit democrático» utilizado masivamente por el MLNV tergiversa y falsea la realidad de lo que está sucediendo en Euskal Herria. Aplicado masivamente en ruedas y comunicados de prensa, en escritos internos, etc., refleja un peligroso reblandecimiento y deterioro político y teórico. El hecho de que sea fácilmente comprensible indica sencillamente su naturaleza ambigua, su polisemia, su interclasismo y carencia de rigor. Hemos caído en la trampa de la facilidad no solo con este término, sino también con otros que suenan cada vez más dentro del Movimiento como, por ejemplo, «sociedad civil». El cepo de la facilidad, del vulgarismo aceptado por la prensa enemiga, nos asfixia tanto como la herencia teórica que nos está ahorcando en el tema de la comunicación concienciadora.
Hablar de «déficit democrático» es lo mismo que aceptar sin críticas un futuro marco democrático no deficitario. Del mismo modo que el déficit económico acepta el marco económico una vez superados los números rojos, también nosotros aceptamos el marco democrático una vez superado su agujero. Nos rebajamos así con antelación a lo que hicieron en su momento todas las fuerzas «democráticas», incluida la radical EIA. Mientras que partes del MLNV insisten con total razón en la urgencia de reactivar y legitimar los contrapoderes, las autoorganizaciones de base, los movimientos populares y sociales, otra parte del MLNV se desliza por la fácil terminología burguesa progresista: ¿qué imagen damos así? Hemos puesto este ejemplo como podíamos haber puesto otros muchos.
Mientras tanto, se extiende la sensación de «normalidad democrática». Exceptuando los jarraitxus y los y las militantes más conscientes de lo que realmente es el Estado, de lo que es capaz de hacer, de lo que es la democracia actual en su práctica y no en su imagen, que generalmente se mueven en la calle y a ras de suelo, en los movimientos y en los tajos, talleres y empresas, exceptuando obviamente a los que entregan la vida, en otras franjas del Movimiento se asienta la cómoda y adormidera sensación de «normalidad democrática» solo cuestionada transitoriamente por ese «déficit» incómodo pero superable. Un ejemplo patente del clima de relajamiento es el de EGINdurante años, convencido de que el Estado y su democracia no emplearían sus impresionantes medios para destruirlo. Otro es el de la pérdida alarmante del sentido de la seguridad, de cuidado en lo que se lleva encima, de lo que se dice por teléfono, de la puntualidad, de donde se organizan las reuniones, etc., en suma, el desprecio a los mínimos de autoprotección y seguridad frente a los sistemas policiales de información.
El relax político causado por la «normalización democrática» se suma al relajamiento psicológico, la pérdida de tensión militante, del sentido de alerta, de reacción instintiva ante cualquier ataque, etc. Simultáneamente, se licúa y derrite algo central en toda praxis revolucionaria: el odio a la opresión, la intransigencia ética en defensa de valores innegociables y de principios irrenunciables. El enemigo ya no es «tan malo»; el reformista ya no es «tan dañino». A la par, acrecentado por una defensa inconcreta y sin precisiones teórico-políticas de la Negociación, muchas veces equiparada al mero diálogo, y por una no menor inconcreción e hinchamiento abstracto de la Paz como absoluto metafísico, también de los Derechos Humanos, a la par del mismo camino de relajación no se responde con rigor a la apología estatal de la «cultura del diálogo».
Nuestros medios de comunicación concienciadores están desbordados por el avance dirigido de la «normalidad democrática». Al exterior del Movimiento ese avance encuentra impulsores descarados, pero también resistencias considerables —descoordinadas y fugaces por lo general— que somos incapaces de potenciar, apoyar y, respetándolas siempre, ayudar a coordinarse. Dentro de nosotros, estamos dejando pasar multitud de posibilidades de concienciación, de impulso, de ánimo y desgraciadamente de rentabilización y aglutinación. ¿Qué hacer? La pregunta surge de la rabia de muchos cuando, constatando el empeoramiento de las condiciones de vida globales, no perciben signos claros dentro del MLNV y fuera, en la sociedad, aunque existan.
La respuesta exige una vez más integrarla dentro de los restantes cambios constructivos ofrecidos en este texto. Insistimos en que sirven de muy pocos remiendos parciales. Dicho esto, nos parecen claras tres cuestiones: una, elaborar una especie de libro de estilo de terminología política para las ruedas y comunicados de prensa, también para la utilización en textos y debates internos. No se trata de imponer obligatoriamente un léxico determinado, sino de esclarecernos entre todos de lo que estamos diciendo cuando decimos algo. Su finalidad es la de aclarar las implicaciones políticas de los términos, sus consecuencias a medio plazo, de qué corriente política provienen —nos llevaríamos más de una sorpresa desagradable— y que diversos y enfrentados usos se pueden hacer.
Dos, pasar internamente en las estructuras del MLNV una crítica de la democracia real existente, de la «normalización» y sus efectos, etc. No tiene por qué ser un texto largo y minucioso, sino sencillo, que ponga las cosas en su sitio y muestre a nuestra gente la necesidad de la lucha propagandística y concienciadora. Sería bueno que el texto concretase las implicaciones del tema sobre cada organización. Un texto similar y adaptado a su marco debiera pasarse por los comités de HB. Y como remate, coincidiendo en el tiempo con ese esfuerzo interno, ver la posibilidad de un debate en el periódico sobre el mismo tema y algún acto público. Puede ser una campaña barata, directa y sencilla. ¿Argumentos en contra? No vemos ninguno, a no ser del de redacción del texto y elección del momento.
Tres, simultáneamente o al poco tiempo, en ayuntamientos y diputaciones, tal vez en Gasteiz y desde luego sí en Iruñea —para aprovechar eficazmente alguna de las muchas «actividades» parlamentarias— los cargos de HB debieran presentan mociones, propuestas, etc., indicativas de las críticas de fondo, que no solo de forma ni de «déficit», que hacemos a la actual democracia. También los órganos y portavoces de todas las organizaciones, movimientos populares, etc., utilizarían esas fechas para denunciar con ejemplos prácticos y materiales cómo sus diversos campos de intervención son machacados impunemente por esa democracia.
Pensamos que este tema es suficientemente grave como para no pasarlo por alto. Las dos únicas pegas que vemos nos remiten a posibles diferencias políticas: una, que «técnicamente» no es posible, lo cual, además de no sostenerse por ningún lado, deja al aire el contenido político interno a toda decisión técnica y otra, que el problema no es «tan grave». No entramos a esta segunda pega que viene a confirmar nuestra tesis: la «normalización» empieza en el mismo momento de quitarle gravedad.
5.7. Cipayos desnudos e impotentes
Las tesis iniciales del MLNV sobre la Ertzaintza reunían en un solo cuerpo cuatro características: una, certidumbre de que es un cuerpo totalmente controlado por Madrid; dos, esperanza de su pronta deslegitimación; tres, ingenuidad de que antes de que atacara a ETA estuviera ya deslegitimada y cuatro, ausencia de un plan sistemático de desprestigio. Pensamos que el tercero —la inevitabilidad del ataque al MLNV y en general de su profundo autoritarismo— solo fue comprendido cabalmente por algunos sectores y no por la totalidad del Movimiento. Pensamos también que el cuarto reflejaba la incapacidad absoluta de avanzar un método de deslegitimación que no fuera el de la pasividad a la espera de la rentabilización de sus pasadas y errores. Arrastrábamos todas las cargas teóricas analizadas y especialmente las descritas en el capítulo 1.
Algunos sectores del MLNV han sido sorprendidos por el control absoluto que tiene el PNV sobre la Ertzaintza. Hay tres grandes razones que explican la ferocidad represiva de la Ertzaintza y la sorpresa de esos sectores. Una, sin el consentimiento de los poderes fácticos españoles, que no solo del PSOE, el PNV jamás hubiera creado una especie de miniejército de obediencia propia, aunque no sabemos hasta qué punto le sería fiel. Uno de los precios que está y seguirá pagando es el de su celérica y total implicación contra ETA y el MLNV. Dos no es solo que las condiciones de los fácticos sean tajantes e inflexibles al respecto, sino que también el mismo PNV, por su pertenencia e intereses de clase, tenía y tiene la necesidad de aplastar a ETA o, al menos, debilitarla lo más posible. Tres, y no solo es eso, con ser lo más importante, también es que el Capital sabía con bastante antelación los grandes ataques de desindustrialización y desertización económica que lanzaría contra Hegoalde y la necesidad de aumentar las fuerzas represivas.
En realidad, el grueso del MLNV no captó bien el marco estratégico, sociopolítico y socioeconómico impulsor de la rápida y brutal implicación de la Ertzaintza. Tampoco captó su marco sociocultural pese a aparecer a grandes trazos en el Plan ZEN. También apreció tarde que todo ello azuzaba su militarización y, por tanto, el fácil reclutamiento de varios miles de sujetos dispuestos a convertirse en fieras represivas sin nada que ver con la imagen inicial del bobby inglés desarmado y educado. Sujetos con la personalidad autoritaria descrita por el psicoanálisis y la psiquiatría como imprescindible para convertirse en txakurra: a oficio de perro, mentalidad de perro. No solo hay que ladrar, sobre todo morder. Por último, tampoco comprendió que la rica y radical capacidad de autodefensa iba rápidamente a chocar y a enfrentarse con la jauría, perdiendo así un tiempo precioso. Por ello, cuando intervino la Organización, esos sectores quedaron sorprendidos. Pero más aleccionador es el que otros muchos se alegrasen.
Este rápido repaso nos permite centrar los seis niveles de crítica deslegitimadora que debemos hacer. Antes de exponerlos hemos de recordar que su aplicación debiera ir dentro de las mejoras generales, en concreto dentro de la adecuación de la teoría del Estado y de una radicalización de la crítica a la democracia existente. Ambos puntos son condición previa para que se desarrolle eficazmente lo que sigue:
Uno: La Ertzaintza no es solo un cuerpo represivo sujeto a la disciplina del Estado opresor, sino que además es un ilegal y antidemocrático instrumento de poder privado del PNV y de las fracciones burguesas que representa. Una denuncia no se puede hacer sin la otra. La crítica a su limitado marco vascongado viene de la mano de las dos. Es más, habrá momentos en los que la crítica de su corrupción, del beneficio que el PNV obtiene por su poder, de la represión contra trabajadores y el pueblo en general, contra movimientos y colectivos populares y sociales, etc., esas críticas serán mucho más eficaces si, recordando siempre su naturaleza española, se muestra que la Ertzaintza es también un grupo de bandidos a cargo de los señores de la guerra del PNV. Hay que hundir los restos de su legitimidad populista y neutralista, mostrando su exclusiva parcialidad y obediencia al PNV. Esa careta de imparcialidad ha sido siempre una fuerza para todos los policías. Destruirla es destruir una de sus bases de legitimidad.
Dos: La Ertzaintza es además un cuerpo represivo más apto que la guardia civil y la policía española para penetrar en los nuevos problemas sociales, en las formas autoorganizativas, en los derechos y libertades que sobreviven, etc. El que no haya alcanzado aún la capacidad represiva de sus hermanas de camada es solo cuestión de tiempo. De hecho, tiene mejores maestros que ellas y cuenta con todos los parabienes y medios económicos. Tiene además impunidad total, como se demuestra con la nula resistencia de jueces y demás pusilánimes ante la centralización de datos e informaciones, centralización que niega de facto hasta el mínimo derecho a la intimidad y secreto individual. Es sabido que dispone de conexiones y terminales con los juzgados, con las casas de socorro y centros de urgencia, y con la burocracia regionalista: eso le confiere un poder de intromisión, chantaje e información terrible. Su modernidad le debiera permitir integrar eficazmente los nuevos sistemas de control social y político, de control espacial, etc., que se están aplicando en la UE.
Tres: La Ertzaintza, como cualquier otra policía, lleva en su interior todos los virus y gérmenes patológicos de corrupción, abusos de poder, mafias internas, torturas y malos tratos, desprecio hacia su propia ley, etc. Los desarrolla al crecer y luego los multiplica y expande por la sociedad con la ayuda de confidentes, chivatos, infiltrados y otras escorias. Desarrolla la militarización interna como cuerpo armado con obediencia ciega, coactiva y mercenaria. Militarización que supera lo material, la posesión de armamento semipesado y la instrucción necesaria, para hacerse psicológica, personal y ético-moral. Desfiles, poses y composturas, gestos y voces de mando, todo destila militarización autoritaria y por ende profundo miedo y rechazo fóbico a la democracia, a la libertad y a las potencialidades humanas. Al trasladar a sus números a localidades alejadas de las de origen y residencia habitual, copia las clásicas medidas de aislamiento, incomunicación y hostilidad latente entre la población y sus miembros.
Cuatro: La Ertzaintza está siendo educada, pues, según los más recientes modelos represivos destinados a intervenir en grandes y complejas áreas urbanas en crisis de desestructuración, con todos los problemas que ello acarrea de tensiones y conflictos desvertebrados e inconexos pero, también, potencialmente explosivos y demoledores. Las recientes modernizaciones represivas simbiotizan en grupos policiales de despliegue rápido en densas zonas urbanas medios semipesados con rapidez de penetración, todo ello dentro de planes de control difuso o estricto, parcial o total del territorio urbano. Ello obliga a esas fuerzas a tener planes ofensivos, corredores de ataque y despliegue, informaciones exactas y evaluaciones permanentes del nivel de peligro. Es una dinámica político-militar oculta bajo la propaganda neutralista, realizada en un Estado Mayor que valora político-militarmente las fluctuaciones de los problemas y sus tendencias. Un sofisticado sistema informático alimenta de datos, síntesis y prospecciones al Estado Mayor que, además, cuenta con un departamento integrado de guerra psicológica y propagandística.
Cinco: La Ertzaintza, por necesidad del modelo, premia a la vez que fabrica una determinada estructura psíquica obediente y castrada, sádica con la inferioridad y masoquista con la superioridad. Una personalidad que sublima sus frustraciones e impotencias sexo-afectivas —sobran estudios al respecto en los cuerpos militares— en la autoridad y mando; que gratifica sus represiones con desfiles rítmicos y marciales, con agresiones brutales y chulería permanente. Una personalidad que busca en muchísimos casos una integración vasca fracasada en la infancia y adolescencia, bien por no haber superado el desarraigo y desnacionalización si los padres son emigrantes, o bien para acallar sentimientos de culpa al no haber defendido nunca a Euskal Herria —¿cuántos Ertzaintza odian/admiran en secreto a los militantes de ETA y ahogan esa angustia con un mayor celo represivo, lo que les hace más peligrosos, confirmando así los resultados descubiertos en análisis a tantos y tantos torturadores y criminales oficiales?— si son de origen vasco. Estas psicopatologías son las que impulsan a un determinado número de parados a ponerse la correa canina: los que ya llevan en su interior esas miserias tienen muchísimas más probabilidades de acabar mordiendo, los sanos tienen muchísimas menos posibilidades de ser afectados por la licantropía mercenaria.
Sexto: La Ertzaintza así constituida física y mentalmente, organizada de forma militar, separada del pueblo, poseedora de informaciones cuasi absolutas, inaccesible a la investigación e intocable por la justicia, reducida al tercio vascongado y controlada totalmente por el Estado opresor español, además de ser un instrumento privado del PNV, un cuerpo represivo como ese no ofrece las mínimas garantías democráticas. Es urgente elaborar un proyecto alternativo, cualitativamente diferente al actual, que de entrada impida toda mínima posibilidad de gestación embrionaria de un monstruo represivo. Y la primera cuestión es la de discutir el propio concepto de «policía»: ¿qué significa realmente? ¿Necesitamos una «policía» o qué sistema popular de autodefensa deseamos?
La séxtuple crítica nos permite múltiples matices, desarrollos y profundizaciones parciales. Pero sobre todo debemos iniciar una forma nueva de ridiculización demoledora ya conocida empíricamente por las y los oprimidos desde hace siglos, pero solo elaborada teóricamente con los avances de la sex-pol alemana de entreguerras, el freudo-marxismo posterior y, desde otra perspectiva confluyente, por el avance de la etología. Se trata de reforzar la crítica política consciente con la crítica no menos consciente de la personalidad sumisa y castrada de todo sujeto militarista.
Todo eunuco mental necesita de ornamentaciones y signos distintivos externos que compensen psicológicamente su miseria íntima, su capamiento y castración sexo-afectiva: de ahí la genitalización del poder, el carácter simbólico de la erección fálica, la brillantez polícroma del uniforme, el reluciente reflejo de cascos, correajes y armas, el tintineo de hierros, chatarras y condecoraciones. Todo en movimiento rítmico, al son de trompetas y tambores, bajo los estandartes de Santas Vírgenes y Cristos Crucificados: un universo reducido al Eros y al Thanatos, como diría un freudiano que ha buceado en la personalidad profunda.
La Ertzaintza ha elegido el rojo, el más sexual, excitante y agresivo de los colores, que simboliza la sangre y también la vulva y el glande. Para colmo sus fuerzas especiales, los beltzas, el negro —color de muerte y terror— con casco rojo y botas altas. Simbolizan en su brutalidad operativa la fuerza incontenible de la falocracia machista: negros penes erectos con agresivos glandes rojos. No es broma. Las izquierdas no han estudiado el poder de la simbología sexual, sus efectos intimidadores y paralizantes, o incitadores y activadores. Por poner un ejemplo sobre el que algún día hablaremos: el anagrama circular bicolor, rojo y verde, surcado por una ondulante banda también bicolor. Este anagrama tiene un directo mensaje sexual: el coito, la penetración en la vagina. Es el anagrama del PNV. ¿Y el de ETA, también circular, pero con su estrella diferenciadora? ¿Y el Bietan Jarrai, con serpiente y hacha?
Pues bien, cuando titulábamos este apartado de cipayos desnudos y frustrados, buscábamos rememorar las viejas costumbres tradicionales de mostrar desnudo al soldado agresor, al esclavista en las sublevaciones de los esclavos, al noble y obispo en la de los siervos del medievo, al banquero desnudo y embreado y emplumado, etc.: son lecciones empíricas aprendidas durante siglos y luego confirmadas teóricamente. Se trata de despojarles de los símbolos protectores que ocultan sus miserias. Se trata de demostrar que son seres más indefensos que los normales. Todos los poderes ilegítimos sienten pánico a esas críticas, al humor socarrón, picante y desmitificador. Tenemos los medios suficientes para masificar esa crítica demoledora unida a la denuncia política rigurosa. Nuestras bases y multitud de colectivos artísticos populares tienen creatividad e ingenio de sobra para escenificar parodias y sacar carteles ridiculizadores que llegan directamente a las personas. El humor, como la verdad, es un arma revolucionaria: el poder es triste.
Con el nivel actual de nuestros conocimientos históricos podemos suponer que si desarrollamos una denuncia sistemática, que integre todos los medios y argumentos descritos más los que se añadan en el debate, más los descubiertos en la misma práctica, si hacemos todo esto será, tal vez, la primera ocasión en Europa en la que se aplica una denuncia concienciadora sistemática, global y completa, con alternativa incluida, que es uno de los grandes problemas de todas las izquierdas en el crucial asunto de neutralizar la dependencia y el miedo, la necesidad psicopatológica de autoridad y orden de miles y miles de habitantes, incluidos muchos revolucionarios.
5.8. Unidad y diversidad del MLNV
Decíamos anteriormente que la riqueza del MLNV es una de las potencialidades desaprovechadas. Tenemos el convencimiento de que ninguna de las propuestas aquí ofertadas es plenamente aplicable sin la potenciación de esa riqueza, de la diversidad tremenda del MLNV y de su unidad última. Precisamente, una de las causas del anquilosamiento de nuestro sistema comunicacional es la de supeditar en esa área la imagen global del Movimiento a la imagen parcial de HB. La realidad social vasca, sus formas y modos de sentir, ver, interpretar, manifestar y organizar sus necesidades son, por suerte, de una complejidad tal —lo que es signo inequívoco de vida— que cualquier intento incluso bienintencionado de constreñir esa complejidad multiforme a moldes simples y sencillos, es un profundo error. Es verdad que siempre hemos aceptado y sido conscientes de ello, que siempre hemos defendido la necesidad de respetar y potenciar cuantas formas organizativas fueran necesarias para responder a esa riqueza. Pero dentro mismo de nuestro modelo general organizativo, late obligatoriamente la tendencia a la concentración de imagen —y de poder substitutorio— en HB en detrimento de la imagen global, diversa y unitaria del MLNV.
Para evitar que esa tendencia objetiva que nace de las propias inercias inevitables en la acción política, en su rutinariez y mecanicismo reiterado, que se refuerza por la innegable importancia política que no solo electoral de HB, más las tendencias también inevitables a la centralización y concentración de imagen, de poder y de imagen de poder y poder de imagen —no es un juego de palabras, sino una necesaria precisión de las formas que adquiere un problema complejo—; para controlar esas tendencias hemos evolucionado organizativamente a lo largo de los años. Uno de los grandes límites de la forma-partido es el de su incapacidad estructural para responder a las exigencias de la riqueza social, y esa incapacidad de respuesta deviene al poco tiempo en una especie de agujero negro que absorbe y pulveriza esa riqueza, supeditándola o destruyéndola. Pero una de las ventajas de la forma-partido es que tiene la sencillez y facilidad de control de la burocracia, de la hipercentralización, de la supeditación y sumisión de las bases.
Las nuevas formas de contrainformación, la multiplicación de los focos emisores y la desmaterialización del centro emisor único, etc., unidas al poder estratégico del Estado invisible, que centraliza y orienta las líneas de ataque maestras de la guerra contrainformativa, así como los cambios sociales de fondo con sus exigencias nuevas que se unen a la resistencia de las viejas formas comunicativas del MLNV en su conjunto, semejante panorama actual confirma de un lado la urgencia de restituir la riqueza de respuesta comunicativa de las partes del Movimiento y de otro lado, la superioridad innegable de la forma-movimiento sobre la forma-partido. La evolución de ambas problemáticas, la comunicacional y la organizativa, en el capitalismo desarrollado, no hace, sino confirmar lo dicho.
Las respuestas a las nuevas formas del poder deben venir de tantos focos autoorganizados de emisión de imagen liberadora, de concienciación práctica, lúdica y creativa —por ejemplo esa capacidad de AEK para unir juego con aprendizaje, placer con esfuerzo, fiesta con trabajo—, de crítica e innovación, etc., como sean necesarios. Desde luego que deberemos aplicar baremos de importancia, de asignación de medios y de presencia según las necesidades políticas, pero esto que nadie niega no debe ser la puerta de entrada a la trituradora uniformadora de todos esos focos polimórficos del MLNV. Una vez más nos enfrentamos a un problema de permanente evaluación política de las formas comunicacionales.
¿Qué hacer entonces para recuperar la imagen polifacética del Movimiento? Dentro de las propuestas generales de este texto se nos ocurren tres consideraciones:
Una: que KAS retome su función interna y externa. Este punto nos parece central. Estimamos que toda la propuesta aquí realizada exige esa función, así que no nos vamos a extender.
Dos: que las diversas organizaciones, movimientos y colectivos del MLNV activen campañas internas y externas de publicitación, de darse a conocer, de que su nombre suene en los medios a los que pretende llegar. Esto es decisivo, pues es imposible abrir expectativas de audiencia entre receptores susceptibles de ser convencidos si previamente ese colectivo no suena, no tiene cierta publicidad. Uno de los mayores obstáculos a los que nos enfrentamos es la mezcla de ghettización impuesta, enclaustramiento propio y caducidad de nuestros medios comunicacionales. Mezcla aislante que va unida a la proliferación en la calle y en los medios de ruidos consumistas, de chirridos de modas, de esa masa acústica caótica, informe y nada melodiosa que es actualmente la llamada «comunicación de masas». Los espacios cerrados e incomunicados, las tribus y grupúsculos cotidianos, desde las familias hasta las cuadrillas, las diversas «realidades virtuales», las múltiples y dispares «ofertas culturales» en pugna por imponerse una sobre las demás, semejante desorden beneficioso para el poder condiciona y restringe sobremanera los círculos de comunicación de las organizaciones, movimientos, colectivos…
Tres: HB debe potenciar las iniciativas locales, las relaciones dentro de barrios y pueblos, la vida en sus comités y la generalización de un clima creativo e imaginativo de discusión. Sabemos que siempre decimos lo mismo, pero sospechamos que apenas nunca hemos intentado aplicar eso mismo dentro de un plan global que afecta no solo a HB sino al Movimiento en su totalidad en el problema de la comunicación concienciadora vista y entendida como un todo. Por lo demás, entendemos que hemos dicho ya lo necesario en las páginas precedentes como para no extendernos aquí en este asunto específico.
Se trata de responder globalmente a una ofensiva global, con la multiplicación por el Movimiento de emisores concienciadores frente a la multiplicación por el enemigo de emisores alienadores. Nuestra riqueza, diversidad y unidad son otras tantas bazas débilmente aprovechadas.
5.9. Conclusión
Disponemos de las potencialidades y posibilidades analizadas en el capítulo 3, pero nuestras deficiencias teóricas, lastres y manías prácticas y pesadez organizativa frenen considerablemente la activación de esas capacidades. Uno de los problemas es el de la no justa valoración de la efectividad paralizante del miedo en todas sus formas y de sus relaciones de fondo y forma con la imagen. No llegamos a comprender la importancia de la acción como terapia de superación del miedo, olvido de la imagen irreal y creación de una imagen constructiva. De ello resulta una triple imagen oficial del MLNV: no plenamente euskaldun, machista y defensista. Tal imagen constriñe nuestras posibilidades de comunicación a límites muy precisos. La superación práctica de ese triple corsé es imprescindible.
Simultáneamente, la no valoración del deseo como componente central en la política liberadora hace que nuestra comunicación sea torpe, sin ilusión, no atrayente. El deseo tiene relación vital con el futuro: lo delimita, conforma y llena de sentido, de modo que futuro y deseo aparecen expresados en la comunicación concienciadora como una unidad de presente. Carecemos de una visión así. Sin embargo, muchas organizaciones del MLNV tienen capacidad de introducir el deseo en sus prácticas, de hecho lo están haciendo ya. Tenemos que mejorar y generalizar esas experiencias. Mejora, por otra parte, imprescindible para responder correctamente a la radicalidad independentista de clase que exigen las nuevas condiciones de sobreexplotación. Esa radicalización no es voluntarista ni artificial, sino que viene exigida por el componente profundo de identidad y por las nuevas necesidades. Nuestra tardanza y ambigüedad en este tema nos están acumulando desgastes y costos que tardaremos en solventar.
También nuestra imprecisión en el estudio de las otras sensibilidades, sentimientos e identidades culturales o nacionales no españolas, supone un problema comunicacional, de acumulación y alianzas estratégicas muy serio. Es urgente elaborar y ofertar un modelo integrador, positivo y esperanzador de futuro no solo a Euskal Herria sino también a esas franjas que rondan como mínimo el 31% de la población de Hegoalde según el censo de 1991 nacidas fuera. Este problema tiene relación estrecha con el peso legitimador del Estado dentro de Hegoalde. Ocurre que nuestra teoría del Estado es muy pobre, válida en cuanto se ciñe a parte del núcleo duro, pero incapaz de integrar y responder a otras problemáticas decisivas. Nuestra política comunicacional y concienciadora tiene en la teoría del Estado un serio obstáculo que debemos superar en poco tiempo.
Un freno que además nos impide comprender correctamente otros dos problemas: la denuncia de la democracia realmente existente y la deslegitimación de la Ertzaintza, del que hablaremos luego. El problema de la «normalización democrática» debe ser resuelto interna y externamente. Es un problema que afecta a la unidad político-moral del MLNV, a su tensionalidad diaria, a su capacidad de resistir las maniobras emblandecedoras e integradoras —desintegradoras— del Pacto, etc. Tenemos medios suficientes para corregir el rumbo. Hay que hacerlo. Y es que además esa «normalización» va unida al gusto por el lenguaje amorfo, aséptico y neutralista. Estamos perdiendo el imprescindible rigor expresivo, central para pensar rigurosamente y para comprender radicalmente la realidad. No es un problema baladí o secundario. Términos como «déficit democrático», «sociedad civil», etc., denotan una ideología burguesa progresista, marcadamente socialdemócrata, aunque se tiña de izquierdista. Las palabras son parciales, como el lenguaje.
La Ertzaintza está constituyendo una prueba de fuego para la capacidad comunicativa y concienciadora del MLNV en Vascongadas y por extensión a toda Euskal Herria. Sin ir muy lejos en Nafarroa, UPN y el Estado estudian con lupa las experiencias en Vascongadas para ver qué pueden hacer. Sectores del MLNV en Vascongadas se han visto sorprendidos por el dominio total del PNV sobre los cipayos y por la rapidez de su agresión a ETA y al MLNV y de la respuesta de la Organización. Hay tres causas de fondo, minusvaloradas en su tiempo por la mayoría del MLNV, que explican todo ello: apoyo de las fuerzas fácticas españolas y no solo del PSOE al control del PNV; propios intereses de clase del PNV, necesitado por sí mismo de derrotar a ETA y al MLNV y último, necesidad imperiosa del Capital de aumentar al máximo las fuerzas represivas. Consecuencia de ello, existe una séxtuple crítica a la Ertzaintza que el MLNV no ha sistematizado hasta el presente. Podemos y debemos hacerlo, pero además debemos y podemos añadir contenidos y formas críticas de efectividad demoledora. Formas tradicionales en luchas pasadas y luego confirmadas teóricamente por el psicoanálisis, el freudo-marxismo y la etología. El MLNV y la tremenda imaginación creativa y desmitificadora de colectivos populares nos permiten avanzar en ese campo.
Todo ello nos remite, por último, a la potenciación de la rica variedad de las formas de resistencia de nuestro Pueblo, a la variedad y unidad del MLNV. La tendencia interna a la uniformización es uno de los peores peligros en y para nuestra capacidad de comunicación y concienciación. No podemos responder con la hipercentralización de focos de emisión comunicativa a la rápida descentralización de la contrainformación del enemigo. Aquí radica uno de los puntos esenciales, por no decir que el decisivo, de nuestra propuesta global: crear un nuevo modelo y capacidad comunicativa del MLNV solo se puede lograr basándonos en la riqueza de sus expresiones organizativas y no a la reducción del mensaje e imagen global al mensaje e imagen parcial de HB. No podemos sacrificar el todo a la parte, aunque esa parte, y nadie lo duda, tenga una gran importancia.
6. Resumen
El modelo y la maquinaria comunicacional del MLNV están quedando anticuados por los acontecimientos. Tres son las causas: nuestras deficiencias teóricas de fondo, nuestras inercias funcionales y apegos a rutinas tradicionales; las innovaciones de ataque introducidas por el Estado y el Pacto, que nos están descolocando parcialmente y abriendo nuevos frentes de batalla para los cuales carecemos de métodos. Y, por último, las propias transformaciones sociales, los efectos de la crisis, los cambios cualitativos en la industria cultural y comunicacional, su transnacionalización y simbiosis con Estados y poderes continentales.
Es la totalidad del modelo la que está siendo superada, pero dentro de él hay partes que están más superadas que otras. El conocimiento del proceso depende también de nuestra capacidad de reciclaje teórico y de innovación mental. Podemos caer en una especie de círculo cerrado: los cambios nos impiden ver lo permanente, pero lo permanente está cambiando y no tenemos medios teóricos para comprender qué cambia de lo permanente y hacia dónde. Solo una acción entendida como praxis, como praxeología, puede sacarnos del círculo. Pero ella exige y supone una revisión autocrítica de nuestros errores, así como una valoración realista de nuestras posibilidades y potencialidades, que son mayores de lo que sospechamos desde nuestro pesimismo cegato y quejumbroso.
Tenemos medios, fuerzas, ganas y perspectiva para iniciar una modernización ordenada, con plazos y objetivos factibles. Una modernización en la que el deseo y la creatividad jueguen una función central. Además, está a nuestro favor el aumento de la demanda social y de los interrogantes colectivos: se nos exigen propuestas y soluciones. Si la demanda está ahí, ¿a qué esperamos entre dudas y temores?
Iñaki Gil de San Vicente
Donostia, Euskal Herria, 1 de marzo de 1994.