Rápida valoración de la situación «en el este»

1

En realidad, el título del escrito indica ya nuestra tendencia a reducir el problema de la restauración del capitalismo en lo que genéricamente se define como «Europa del Este» a sus expresiones más superficiales y asistemáticas. Pero no se puede comprender qué está sucediendo en Polonia, la extinta RDA, Hungría, Chequia, Rumania, etcétera, y mucho menos en la extinta URSS, sin comprender las constantes históricas, las identidades y repeticiones en su esencia de problemas comunes y reincidentes en todos, absolutamente en todos, los pueblos, naciones y Estados que se adentraron en el proceso de superación del capitalismo. Aunque cueste comprenderlo desde la lógica formal, existe una identidad esencial que adquiere diversas formas y ritmos en los problemas comunes que afectan a China y a Bulgaria, a Cuba y a Polonia, a Rusia y a Vietnam.

Este punto es previo a cualquiera, a todo análisis particularizado y concreto. Es una exigencia metodológica que aquí solo podemos enunciar en su síntesis por falta de espacio: Lo que está ocurriendo en el Este y también en Cuba, China, Vietnam, etc, aunque con ritmos y formas particulares, es al agotamiento de un modelo transicional del capitalismo al comunismo. Un modelo resultante de tres fuerzas en pugna interna:

Como ejemplo de la interrelación teórico-práctica, consiguientemente política, de esas tres fuerzas en choque y sus efectos globales, y como advertencia para la lectura de este texto, hemos de saber que nunca jamás aparece en la literatura marxista mundial, de los clásicos, el término «Estado socialista». El mismo Stalin tiene una carta en 1928 negando la validez teórica de ese término antagónico en sí mismo. Pero más adelante, sería el propio Stalin quien lo dogmatizase e hiciese de él un elemento central de la tristemente célebre «ciencia marxista-leninista». Desde entonces, hasta hoy mismo, hablamos de «Estado socialista» como una realidad cuando en sí, teórica y prácticamente, ningún Estado puede ser socialista ni ningún socialismo puede tener un Estado, si por tal entendemos lo que todos entendemos.

Como resultado de los tres factores todos, absolutamente todos los procesos de superación consciente del capitalismo se han caracterizado por una compleja dialéctica de errores y aciertos, de aportaciones decisivas a la Humanidad y de efectos negativos, crímenes y desastres terribles que han hipotecado la legitimidad ético-política del socialismo y la teórica-práctica del marxismo durante varias generaciones. Esta dialéctica es incomprensible desde una visión metafísica de la historia. Por ejemplo, sin la revolución rusa y el estalinismo hubiera triunfado el nazismo en Europa; sin el arsenal nuclear ruso y chino, sin sus ayudas político-militares y económicas, etc, muchos procesos revolucionarios no hubieran triunfado. Pero también existe una larga y trágica lista de críticas y efectos perniciosos causados por el modelo estalinista al margen de sus maneras de expresión. Es este modelo el que está en crisis y en el Este de Europa sus manifestaciones adquieren formas específicas dentro de su identidad esencial a la totalidad.

2

Todos los Estados del Este, igual que Cuba, China, etc, insistimos en la naturaleza de totalidad esencial de modelo transicional, arrastraban a comienzos de los ochenta una crisis global, estructural, de modelo. Dentro de sus esferas de poder y muy especialmente en los núcleos tecnopolíticos y militares, se era consciente de que el modelo estaba quedando atrasado y envejecido tanto por sus debilidades propias como por las superioridades manifiestas del capitalismo en sus áreas de máximo desarrollo tecnológico y de poder. La esencia última de la contradicción mortal que minaba al mal llamado «socialismo real», era la existente entre la oferta y la demanda, o sea, se trataba de una crisis de subproducción en medio de un exceso de demanda. Justo al contrario del capitalismo, en donde las crisis son a la inversa, crisis de subconsumo en medio de un exceso de producción.

Esta contradicción es decisiva por cuatro aspectos:

No podemos extendernos en ninguno de los puntos, pero insistimos en que nada de lo que sucede en estos Estados es comprensible al margen de esa contradicción. Contradicción que se aprecia crudamente nada más pisar cualquiera de ellos, sea Praga o Hanói, La Habana o Moscú, Pekín o Berlín oriental. Es en la extinta RDA en donde más palmariamente se plasma esa contradicción por razones que luego veremos. Ahora bien, recurriendo de nuevo a la dialéctica, la evolución de dicha contradicción nos desvela el secreto último, la verdadera naturaleza oculta del modelo estalinista de transición al comunismo, sus aportaciones y sus responsabilidades, sus victorias transitorias y su derrota última y, sobre todo, el secreto de las fracciones en pugna y sus estrategias diferentes de apertura al capitalismo, las reiteraciones fracasadas y renacidas de capitalistización, de impulso y de transformación de las castas burocráticas en castas preburguesas dispuestas a todo, excepción honrosa del grueso del Partido Comunista de Cuba y ¿de Vietnam?

3

La crisis estructural, global, de la que ya eran conscientes los núcleos estalinistas de finales de los cuarenta, empezando por el propio Stalin, se plasma en la práctica en cinco subcrisis interrelacionadas e integradas en la totalidad sistémica.

Hemos de considerar previamente que la crisis de subproducción/sobreconsumo refleja la totalidad del modelo en sí, lo mismo que la crisis capitalista de subconsumo/sobreproducción, contraria en todo a la anterior, también refleja y expone sintética y sistémicamente la totalidad del modelo de producción capitalista en su identidad genético-estructural. En el capitalismo, la evolución general y particular de la crisis, con la aparición de manifestaciones nuevas correspondientes a los desarrollos histórico-genéticos, esa evolución indica los entrecruzamientos e interinfluencias de las partes del todo, de las subcrisis dentro de la crisis global. En el plano ontológico del «socialismo», en cuanto período transicional entre modos de producción, que nunca jamás como modo de producción específico, la evolución de la contradicción subconsumo/sobreproducción ocupa, en su especificad ontológica de hibridación interna, el mismo plano gnoseológico y metodológico que la opuesta en el capitalismo. De ahí su importancia.

Las cinco subcrisis son:

Todos los Estados «socialistas» y ex-«socialistas», y no se libra ninguno, ni tan siquiera Cuba, padecen en desigual medida y con intensidades diferentes estos cánceres, del mismo modo que todos los Estados burgueses, independientemente de su nivel de desarrollo cuantitativo, padecen obligatoriamente las características esenciales de las crisis del Capital. No podemos hacer aquí un análisis detallado de cómo cada Estado del Este sufre las cinco subcrisis y su correspondiente crisis general. La económica, democrática y de legitimidad interna es obvia en todos y cada uno, variando cuantitativamente según su historia concreta y la peculiariedad de su actual formación social. La crisis nacional e internacional varían ya más debido a las específicas características de lo nacional y a las diversas ubicaciones de los Estados a nivel internacional e interestatal. Pero no existe mingún sólo Estado que no padezca ninguna de esas subcrisis por muy pequeña y colateral que sea.

Pero lo realmente triste en el plano emotivo y teórico y realmente trágico en el plano práctico, no incomunicándolos nunca, es que la historia real del marxismo que no las mentirosas y sucesivas historias «oficiales», que siempre negaban la precedente y añadían nuevos silencios y falsedades, esa historia repleta de impresionantes logros teóricos estaba también repleta de impresionantes debates político-prácticos sobre todas y cada una de esas subcrisis y sobre el mismo modelo de transición al comunismo pasando por el socialismo. Con anterioridad a los debates bolcheviques prerrevolucionarios, en las obras de marxistas no rusos, en los mismos clásicos, etc, se desarrollan líneas de investigación enormenmente ricas y potenciales. Dentro mismo de la socialdemocracia internacional y de los bolcheviques nada más producirse la revolución de octubre de 1917 se multiplican esos debates que van creciendo conforme se agolpan los problemas y las necesidades.

El partido bolchevique vivió una sorprendente y vibrante discusión global durante aproximadamente 1O años, 1917/1927 aunque en los dos últimos fue prohibida brutalmente, en la que se debatieron y propusieron medidas concretas diferentes a las que salieron victoriosas en todos y cada uno de los cinco problemas descritos. No podemos hacer aquí un mínimo repaso del llamado «Gran Debate», aunque sería bueno hacerlo más adelante en otro texto si hay tiempo y no se posponen necesidades prácticas propias del MLNV. Además, no sólo fue un debate interno y exclusivo al partido bolchevique. Realmente fue un debate mundial en el que participaron por activa o pasiva todas las fuercas revolucionarias, reformistas y contrarrevolucionarias. Simplemente como ejemplo de lo último citamos al Plan Wilson de reordenación mundial posterior a la Iª G.M, y a los debates intraburgueses posteriores a favor o contra Keynes como alternativa al socialismo.

Posteriormente, como ya hemos indicado, se reanudaron los debates dentro de los partidos stalinistas en el poder, en secreto y sin publicidad, centrados en fundamentalmente en dos de los cinco problemas: el económico y el internacional, aunque se debatieron también los restantes. En diferentes tiempos según la perioricidad concretas, los partidos stalinistas en el poder discutieron esas cuestiones. En la URSS, Stalin abrió publicamente el debate con sus últimos textos, en los que también introducía la cuestión nacional. Muerto ¿o envenenado? Stalin, la troika sucesora, tras ejecutar a Beria, profundizó el debate buscando la potenciación del consumo, cierta democratización interna y mejoras nacionales y de relegitimación, así como replanteando la orientación internacional. Kruvchef es el símbolo de aquél esfuerzo. La reacción del sector duro de la burocracia, encabezado por Breshnef, abortaría el proceso pero seguiría alentado las reformas económicas que más tarde multiplicaría Gorbachov y ahora el tandem Yeltsin-Gaidar. El teórico Liberman encabezaba el grupo de expertos potenciadores de la entrada controlada del mercado y de la potenciación de la ley del valor-trabajo. Pero el sector duro, estrictamente stalinista de la burocracia, obligó a Breshnef a echar marcha atrás.

Más adelante Andropov reiniciaría el esfuerzo. Su muerte permitiría a la fracción stalinista más añorante poner a Chernenko y anular los avances de Andropov. Gorbachov retomaría la línea de Andropov, del Liberman y de la primera fase de Breshnef, de Kruvchef y de las insinuaciones de Stalin en su último texto publicado. Pero, lo que es más interesante, también retomaba las tesis del Bujarin a favor de la potenciación de la economía privada y de su célebre consigna de «¡enriqueceos!» destinada a las antiguas clases dominantes, propietarios y kulaks, aceptada por Stalin y vencedora sobre Preobrajenski y Trotski, que proponían otras estrategia totalmente opuesta. No hace falta recordar que Bujarin, como otros varios millones de revolucionarios bolvheviques o no, también fue asesinado por Stalin. Precisamente la burocracia china empezó antes que la rusa con Andropov y Gorbachov la entrada del capitalismo ¡precisamente haciendo loas al Bujarin procapitalista!.

Todas los Estados han tenido en los momentos cumbres este debate siempre según y para sus condiciones específicas. No podemos analizar aquí los debates en Polonia con Lange; en la RDA con sus teóricos ortodoxos y el recuerdo de la sublevación de Berlín a finales de los ‘4O; en Hungría con sus esperanzas en Hinre Nagi y la invasión rusa y luego los esfuerzos filosóficos de Lukacs; en Checoeslovaquia antes del 68 con Dubcek; en Yugoslavia con Tito y la tendencia de Djilas; en China con los debates dentro del PCC y el exterminio de la corriente trotskista para volverse a plantear con la llamada Revolución Cultural; en Cuba con el debate entre el Che y pocos seguidores más que habían constituído el núcleo marxista de la guerrilla frente a los recien llegados del PC cubano, que siempre habían condenado la lucha armada. ¿Para qué seguir?. A lo largo de los debates chocaron dos líneas irreconciliables en los cinco de puntos descritos. Cada una se remitía a los debates en el partido bolchevique y a otras corrientes marxistas. El debate en Cuba, que ahora mismo tiene una actualidad impresionante es en este sentido un ejemplo apabullador.

4

El presente de los Estados del Este europeo es incomprensible sin entroncarlo en esa historia. Nada de lo que ha sucedido desde mediados de los ochenta tiene explicación fuera del cuadro metodológico y analítico basado en esa evolución. Y es ella la que nos permite comprender no solo los recientes acontecimientos en Rusia, sino fundamentalmente la tendencia histórica interna al modelo estalinista de transición. El traumático y guadiánico proceso de monetarización previa a la capitalistización que dura en Rusia y extinta URSS desde más de medio siglo, es inherente al modelo estalinista. Han sido las luchas entre las fracciones burocráticas y las agresiones imperialistas, en líneas generales, las que han acelerado en unos caso y retrasado en otros, el desarrollo tendencial hacia el capitalismo o a la contra, el mantenimiento de un modelo económico insostenible a medio plazo al no ser ni capitalismo ni comunismo, ni hielo ni fuego. Tampoco podemos analizar aquí las constantes históricas propias de los períodos transicionales entre los modos de producción y las enseñanzas deducibles a este caso. Pero sí debemos insistir en esa incertidumbre e inseguridad permanente que nace y se perpetúa en la medida en que, según los clásicos marxistas, el socialismo es solo una fase de transición y, por tanto, reversible, que puede volver al capitalismo. Todos los marxistas y especialmente Che Guevara, fueron conscientes de la reversibilidad abierta, del retroceso a estadios anteriores, de la derrota histórica.

La evolución de la extinta URSS y las recientes medidas en Rusia sirven como paradigma de la mayor parte de los procesos, necesitándose un estudio algo más específico para la RDA. La perestroika empezó las reformas por lo informativo y por algunos derechos democráticos muy controlados; después, al poco tiempo, reformó la línea internacional para aliviar la presión del militarismo imperialista y detener la segunda Guerra Fría; luego tuvo que ceder competencias nacionales y estatales; los esfuerzos por relegitimar al «socialismo real» no tuvieron éxito pese a esas reformar urgentes que no frenaban el deterioro general de la situación dentro de la URSS y en todos los Estados del Este. Las tímidas reformas económicas chocaban con las resistencias obreras y de los sectores breshnevianos.

Una mezcla de luchas obreras, como las de los mineros en 1989, y de intereses de la perestroika para obtener el apoyo obrero y popular hicieron que se agudizase la contradicción esencial entre la subproducción y la demanda de sobreconsumo. En 1990 la contradicción era más aguda que nunca, pero crecería mucho más posteriormente. La URSS había vivido situaciones similares en anteriores crisis, pero ahora la situación era infinitamente peor. Lo mismo ocurría a grandes rasgos en otros Estados. Para 1991 el salario medio ruso se había doblado, pero no la productividad del trabajo que, por contra, decrecía. Ello supuso un inmenso ahorro popular de casi 400 billones de rublos, mucho más que el presupuesto anual del Estado: crisis mortal de subproducción/sobreconsumo insatisfecho. En las crisis anteriores, la URSS había dispuesto de fuerzas suficientes, pero decrecientes para detenerla: siempre se endurecía la situación, se recortaban los derechos y las reformas, se aumentaba el control burocrático de la economía y se multiplicaban las inversiones extensivas. Huidas hacia delante que solo conjuraban el peligro inmediato, aumentando los peligros mediatos, ineluctables por las características mismas del modelo estalinista esencial pese a reformas superficiales. Gorbachov pidió ayuda al imperialismo. Según Yavlinsky la URSS necesitaba 150 mil millones de dólares durante tres años para superar la crisis. El imperialismo solo dio promesas orales. Era julio de 1991.

Sectores crecientes de la burocracia, que habían esperado que Gorbachov obtuviese el apoyo imperialista, empezaron a abandonarlo y a buscar otras salidas más drásticas. La corrupción interna y la definitiva pérdida de legitimidad y prestigio, se sumaban a la debilidad económica. Las diversas naciones de la URSS empezaron a separarse de Moscú. Dentro del «socialismo real» a los problemas comunes se sumaban los provenientes de las respectivas historias estatales. En ellos, las burocracias eran más débiles que en Rusia por su menor asentamiento histórico. Además, las burguesías sobrevivientes eran más poderosas por eso mismo. En Hungría, Checoslovaquia, Rumania, Polonia y Bulgaria el PNB descendió en 199O-91 un 16 % y la producción industrial un 28 %. Polonia tenía la experiencia de las luchas de hacía una década de Solidarność, pero a una deuda externa de 39 mil millones de dólares tenía que unirle el descenso del salario medio que en 199O era un 40 % menor que en los tiempos anteriores. Hungría, con una deuda externa de 20 mil millones de dólares, impuso rápidas privatizaciones campesinas y Yugoslavia comenzó a desintegrarse con una deuda de 18 mil millones.

Dentro del PCUS se fortalecieron dos corrientes enfrentadas a Gorbachov y entre ellas mismas: una la de Aganbegyan y Abalkin y la otra por Gaidar y Yeltsin. La primera buscaba una transición relativamente ordenada, privatizando de lo pequeño a lo grande mediante la oferta pública de bienes como vivienda, servicios, tierras en medianas parcelas e incluso pequeñas fábricas. Buscaba la gradual y controlada absorción por el mercado de la ingente reserva de ahorro privado y su integración en la producción. Intentaba evitar los desastrosos efectos de las privatizaciones masivas en Polonia y otros Estados. Había ideado dos posibilidades de aplicación o en varios años o en la célebre «terapia de los 500 días» desechada por Gorbachov. La segunda quería avanzar ferozmente en la privatización salvaje siguiendo los programas e imperativos del Fondo Monetario Internacional. También pretendió controlar en parte los costos sociales de la privatización capitalista y pactó con la poderosa fracción económico-militar la liquidación definitiva del PCUS y la URSS. Tuvo mucho más apoyo imperialista que las otras.

El impacto fue terrible. Desde comienzos de 1992 los precios se dispararon y subieron de cinco a diez veces. En menos de medio año se habían consumido ya la inmensa mayoría de los 372 billones de rublos de ahorro privado. La inflación se disparó hasta cotas inimaginables y se hundió definitivamente la capacidad de compra. En un año, de enero de 1991 a enero de 1993, los precios generales se habían incrementado en un 2.500 %, pero el valor nominal de la industria instalada seguía siendo el de 1991. Los tres sistemas de privatización de Gaidar-Yeltsin que no detallamos aquí, habían demostrado sus grandes limitaciones para el verano de 1993. Solo la intervención sin permiso del Banco Central salvó la economía rusa del caos y hundimiento al emitir papel moneda sin restricción alguna, agravando con ello la crisis posterior. La oposición al plan oficial creció entre las fracciones de la burocracia que más podían perder y más necesitadas de una transición lenta al capitalismo. Este es el secreto de la resistencia del Parlamento y de su fracasada miniinsurrección. Este es el secreto del nuevo golpe de Yeltsin y del apoyo total del imperialismo.

La fracción burocrática más poderosa, la que controla la industria tecnomilitar y civil más tecnificada, que controla directamente el ejército ruso, depurado casi totalmente de representantes de otras fracciones, está decida a avanzar rápidamente y a cualquier precio al capitalismo. Pero, ¿a qué capitalismo? A esta fracción se le suman las nuevas mafias y nuevos ricos nacidos del inmenso mercado negro. La inmensa corrupción acaparadora y de venta en el mercado negro ha creado una fracción dispuesta a todo y que sueña con el modelo del Chicago de los años veinte y treinta, de la Italia mafiosa y podrida y de las redes internacionales de contrabando de armas y drogas. Otras fracciones, las que controlan las medianas y obsoletas industrias contaminantes, los canales de distribución y las ramificaciones de servicios, que dominan los aparatos burocráticos básicos, estas fracciones que también apuestan por el capitalismo, lo hacen empero desde visiones más lentas. Sufrirían tremendamente por una introducción rápida, brusca. Pero el imperialismo no perdona e impone sus condiciones. Por eso Yeltsin, que en 1987 inauguró en Moscú una estatua a Lenin, pidió permiso a Clinton para asaltar el Parlamento en donde se refugiaban los representantes de esas fracciones perdedoras.

Caso específico, pero que no anula en absoluto la experiencia común y obligada a la crisis del modelo estalinista es el de la RDA. En la ex Alemania Oriental las presiones no han venido de los EE.UU y del FMI, sino de Bonn y Fráncfort. Ya desde mediados de los ochenta era considerable y creciente la entrada de capitales de la RFA. Por ejemplo, la Daimler-Benz compró en 1989 en el centro mismo de Berlín-este una enorme extensión de terreno que vale hoy muchísimo más que entonces. La entrada de capital venía siendo legitimada por el creciente sentimiento de unidad alemana en ambas partes. A los dos meses de la caída del muro de Berlín, el 67 % de los habitantes de la RDA y el 64 % de la RFA estaban a favor de la unificación. Tal sentimiento, que la izquierda de la RFA nunca tuvo en cuenta y que la burocracia de la RDA siempre negó, más el poder económico de la RFA, han sido las señas de identidad específica de la transición al capitalismo en Alemania oriental.

Estas condiciones especiales son las que han permitido que la clase obrera y especialmente las mujeres orientales, hayan sufrido un tremendo golpe. Aunque nunca nos cansemos de criticar las enormes equivocaciones de la administración federal en la evaluación previsible de los costos de la unificación, mucho menos tenemos que dejar de criticar los costos sociales de la unificación y las responsabilidades de la antigua burocracia oriental. Desde el inicio del proceso, a octubre del 91, se habían gastado 160 mil millones de marcos. En 1992 alrededor de 100 mil millones, cifra algo inferior a la que se prevé para 1993; y hasta 1995 se calculan otros 110 mil millones que a partir de 1995 esperan reducir a 60 mil millones de marcos. Alrededor de medio billón de marcos en la cuenta oficial, al margen de otros gastos secundarios, en siete años. Cifra tanto más gigantesca si consideramos que la RDA tenía solo 16 millones de habitantes y un potencial tecnoindustrial considerable. ¿Cuánto haría falta para todos los demás «Estados socialistas»?

En octubre de 199O la RDA tenía 24 mil empresas de servicios y 13.2OO empresas industriales. Tales cifras nos dan una idea exacta de lo que venimos explicando sobre las características desequilibradas del modelo económico estalinista, y repetimos que la RDA era el país con más sector servicios, más incluso que los mimados Estados bálticos, Checoslovaquia y Hungría. Ahora todas las empresas de servicios están privatizadas y las más importantes suman el 30 %, absorbidas por empresas occidentales: solo los pequeños servicios, el otro 7O %, está en manos orientales. En esto han tenido suerte, pues en los restantes Estados, el grueso de los servicios que han sobrevivido han sido engullidos directa o indirectamente por capitales occidentales de grandes cadenas. Solo 450 empresas industriales siguen en manos orientales y más de 3 mil han sido cerradas, entre las que hay muchas que podían competir con las occidentales si recibían ciertas ayudas. El resto han sido privatizadas en su inmensa mayoría a capitalistas occidentales que han despedido a miles de trabajadores. Las estadísticas oficiales de la RDA hablaban de que el 85 % de las mujeres con edad laboral trabajaban fuera de casa. Ahora ha caído ya al 30 %.

Cuatro factores explican la facilidad por ahora con la que se ha producido el golpe capitalista y la débil o nula resistencia obrera:

Excepto el punto 2), el de las ingentes sumas de dinero, que obviamente no existe en los restantes Estados del Este, en estos sí actúan los restantes tres factores. La relación y fuerza de incidencia de cada uno de ellos serán diferentes en cada Estado dependiendo de su historia y contexto social.

Hay casos como en Rumanía, en donde la misma burocracia casi en bloque preparó la destitución y ejecución de Ceaușescu. En Checoslovaquia, la base industrial controlada por la burocracia más procapitalista y la incipiente pero poderosa ya burguesía comercial de Praga, que se está forrando con el turismo, marginaron y reprimieron a los sectores más tradicionales. Otro tanto en Hungría, en donde, con menor intensidad que en Praga, la burguesía naciente de Budapest, accedió al poder olvidando todo el pasado.

Pero lo interesante es que los sectores más clásicos de las burocracias del Este, los ligados más directamente a las masas y a la pequeña explotación y administración se están reorganizando no para volver al «socialismo» sino para acceder al poder e introducir reformas que, de un lado, le aseguren el voto obrero y popular y, de otro, ralenticen la definitiva capitalistización pudiendo con ese tiempo extra acceder a mejores puestos. En la ex-RDA el nuevo partido PDS sigue descaradamente ese camino, en Polonia los ex-«comunistas» como en algunos Estados bálticos y balcánicos, el caso de Serbia, y en general en la totalidad de «Estados ex-socialistas».

Vemos en esta decisiva cuestión la identidad de fondo que unifica a las fracciones opuestas de la burocracia. En la extinta URSS y en el resto de Estados, los posicionamientos de las fracciones se realían en líneas generales siguiendo la frontera de intereses descrita. No podemos hacer un estudio sobre qué alineamientos se produjeron en las otras crisis precedentes. Pero sí hemos de insistir en que las crisis siempre han sido por oleadas, siempre han sido crisis que han azotado con mayor o menor intensidad a todas las burocracias, aunque los detonantes y los ritmos fueran diferentes. También aquí se ha cumplido y se está cumpliendo la ley del desarrollo desigual y combinado. Por lo común se aprecia nítidamente la clara línea histórica que recorre al «socialismo» estalinista y que entroncando vía Plejanov y primer Kautsky en el modelo estatal-lassalleano y en partes esenciales del «marxismo oficial» tan denostado por Lenin, se prolonga luego vía Frentes Populares y posteriormente el eurocomunismo hacia un acercamiento a la socialdemocracia. Más tarde se producen los cambios de nombre y las peticiones de entrada en la Internacional Socialista. Y en la OTAN y FMI.

5

¿Qué futuro cabe a los Estados del Este? Las esperanzas oficiales eran mentiras, como ya se advirtió desde siempre. Existen tres grandes problemas u obstáculos que dificultan, por no decir, impiden el desarrollo clásico, eurocéntrico, del capitalismo en el Este y la CEI. El primero de ellos es la evolución mundial de la crisis económica y las traslaciones de los ejes de desarrollo a la cuenca del Pacífico. El segundo es el propio interés concreto de los bloques imperialistas para evitar el nacimiento de potencias económicas competitivas y muy especialmente de la CEI y, por último, el tercero trata sobre las propias dificultades estructurales de esos países para convertirse en grandes capitalismos.

Es sabido ya que la economía capitalista padece una crisis desconocida, hasta el presente tanto en la intensidad de sus problemas y contradicciones clásicas, como en la aparición de nuevas contradicciones y problemas. No nos vamos a extender. Sí conviene analizar que la evolución tendencial a escala mundial es extremadamente grave para los países que aquí tratamos. De un lado, el poder creciente de Japón y de su área pacífica está suponiendo el traslado de uno de los dos ejes fundamentales de desarrollo mundial a la cuenca del Pacífico; el otro, el dominado por Alemania, hacia la fusión del eje-mediterráneo con el centro-norte europeo. Los Estados del Este quedan así cogidos en un bocadillo. En el este «más» este, en el oriente, la importante zona de Siberia y Manchuria de interés para Japón debe competir con el crecimiento capitalista chino y sus alianzas secretas con Japón. En el este más occidental, el poder y la fuerza alemana, austríaca, norteuropea y en todo caso del norte italiano, forman un agujero negro de absorción y control de los posibles desarrollos económicos, que por eso mismos tenderán a ser simples apéndices productivos especializados según las capacidades de cada cual.

Dicho bocadillo es tanto más débil en su contenido, pues a ninguna de las tres potencias imperialistas les interesa su despegue independiente. Sí les interesa y mucho que no caigan ni retrocedan a pobres periferias sin poder de consumo, y mucho menos a inservible arena exterior. Japón necesita explotar la desconocida reserva siberiana, pero también Alemania y en menor medida EE.UU. Alemania necesita que en el Este perdure una capacidad de consumo apreciable que sea aliviadero de la sobreproducción existente, pero no le interesa, como a ningún Estado capitalista importantes, que se genere una potencia competitiva más. A todos les interesa y mucho que reine la «paz social» y política burguesa por la contundente razón del todavía poderoso arsenal nuclear existente y los riesgos que eso conlleva.

Hay, por tanto, tres razones para que los imperialismos quieran que en el Este exista un capitalismo controlado, capaz de consumir pero no de producir peligrosamente, capaz de asegurar la sobreexplotación de sus reservas inmensas y capaz de controlar sus fuerzas militares. El imperialismo en su conjunto sabe que eso solo se logra mimando a las fracciones más brutales de la burocracia, añadiendo concesiones «humanitarias» para suavizar los problemas excesivamente sangrantes. Cuando dentro del Este aparezcan situaciones insostenibles como la de Yugoslavia, pero que no sean rentabilizables por ninguno de los tres imperialismos y que no amenacen al imperialismo como unidad, entonces lo dejarán pudrir como ejemplo para el resto del mundo.

Además, el interior del bocadillo sufre tremendas dificultades y atrasos estructurales. Los economistas, técnicos y políticos burgueses, que precisamente no se caracterizan por una visión de conjunto racional y coherente, como se demuestra en los continuos fracasos estrepitosos de sus previsiones y análisis, están empero sobrecogidos por el caos, el desorden, la ausencia de datos fiables sobre la verdadera estructura social. Por poner un ejemplo entre los miles que existen: todos los programas rusos de privatización se basaron en estimaciones «oficiales» según las cuales los principales activos industriales rondaban la cifra de 1,5 trillones de rublos. Las incoherencias y dificultades de avanzar en la privatización obligaron a nuevas estimaciones «oficiales» que demostraron que pese a la inflación y el mercado negro, en los rublos de julio de 1993, la cifra de los activos industriales andaba realmente entre 250-300 trillones de rublos. Pero si la situación real es casi desconocida, sí se conocen datos más negativos. El grueso de la industria del Este, la célebre «producción socialista científica» tiene un atraso medio de 20-30 años con respecto a la capitalista. Y esto es solo la punta del iceberg. Debajo de las heladoras cifras se ocultan incapacidades genético-estructurales para introducir la irracional racionalidad del capitalismo.

Las infraestructuras productivas no son capaces de albergar las nuevas tecnologías: se deben derruir todos los edificios y reestructurar las redes de comunicación y transporte, antes de poder empezar en serio. Especialmente atrasado es el sistema de telecomunicaciones, decisivo para la industria moderna. Apenas existen ágiles servicios de transporte, publicidad, venta y mantenimiento, de importancia decisiva en la nueva fase de acumulación que quiere abrir el Capital. Y lo que es peor, no hay consciencia social de que todo eso sea necesario, es más, el sistema educativo no lo tenía previsto en absoluto. Por otra parte, las investigaciones científicas están exclusivamente centradas en el complejo industrial-militar, que está sufriendo un retroceso celérico a nivel mundial. Las posibilidades de reconversión de esas capacidades apreciables en producción civil encuentran muchas más dificultades que en el capitalismo, donde las dificultades son enormes. Pero aun así, lo más grave para el proyecto capitalista y las burocracias gerentes es que no existen apenas medios que no sean los estrictamente salvajes y bestiales para introducir los conceptos operativos de la explotación capitalista, y que eufemísticamente llamamos criterios de mercado.

Hay que insistir en que el modelo estalinista de transición, regulador de todos los criterios productivos y reproductivos del «socialismo real», no era un modelo capitalista, como defendieron intelectuales de tendencia maoísta y autónoma. Al no serlo, se regía por mecanismos materiales y simbólicos, y leyes socioeconómicas transicionales en su esencia, pero eternizadas por el dogma oficial, que no sirven en absoluto para el capitalismo. Desde la contabilidad hasta la formas de inversión, pasando por la fijación de precios y terminando en la lucha contra la inflación, todo era y sigue siendo diferente al capitalismo. Eso lo saben muy bien los especialistas burgueses. La vuelta el modo de producción capitalista, posible en sí y deseada por los ex-«comunistas», requiere de cambios estructurales, de difícil comprensión simbólica y normativa para los que los sufren. También para los propios burócratas. Es una lástima que no tengamos espacio aquí para estudiar más teóricamente este excitante y vital problema. La represión última sí es igual a la capitalista.

Con base en esa represión, pero no todavía a la esencia y típica sorda coerción capitalista tan bien descrita por Marx, el Capital y sus transnacionales se desplazan con condiciones e imposiciones muy precisas a esos Estados. El traslado de acerías y aluminios, automovilística, papeleras, etc, es decir, ramas productivas correspondientes a la anterior y ya agónica forma de acumulación, sí son trasladables al Este, pero así y todo, con cuentagotas por las enormes dificultades descritas. Lo que no puede instalarse es producción altamente tecnificada. Y si se inundan los mercados de mercancías y bienes de consumo capitalistas que refuerzan la ficción propagandística. En esas condiciones, las empresas con ciertas capacidades, especialmente las químicas, del este se dedican incluso a piratear y a penetrar en mercados ilegales y prohibidos, como el de los alucinógenos químicos, etc, o incumpliendo todas las directrices sobre conservación del medioambiente y demás. El turismo sí está rindiendo beneficios a determinadas nuevas burguesías comerciales. La prostitución y la delincuencia crecen imparablemente y ya se organiza al este, donde por ahora el SIDA en infinitamente menor que en Tailandia y el prostíbulo asiático, viajes sexuales con varias ofertas.

Ideia Zabaldu – Difunde la idea